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    En el nombre de la madre

    También esto pasará, de Milena Busquets, un homenaje a la legendaria editora Esther Tusquets

    Es una novela breve, íntima, que parece haber sido escrita sin otra pretensión que la de superar la muerte de un ser querido. Sin embargo, en 2015 despertó un sorpresivo interés en la Feria del Libro de Frankfurt, una de las más grandes del mundo, y más de 30 editoriales internacionales se propusieron publicarla. También esto pasará, de la catalana Milena Busquets (Barcelona, 1972), va por su séptima edición y ya se vendieron los derechos para su adaptación a una película producida por el argentino Daniel Burman.

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    Hija de la legendaria editora Esther Tusquets, quien dirigió durante 40 años la editorial Lumen y murió en julio de 2012, Busquets es arqueóloga egresada del University College de Londres, aunque su trabajo estuvo siempre vinculado al mundo editorial. Junto a su madre creó en 2002 un pequeño sello llamado RqR. En el 2008 lanzó su primera novela Hoy he conocido a alguien, una historia romántica que sigue a una protagonista joven y segura de sí misma por los ámbitos culturales y festivos de Barcelona, Londres y Nueva York. El mismo itinerario entre frívolo y reflexivo transitó en su juventud la propia Busquets.

    El mayor atractivo de su segunda novela es el estilo simple y algo desfachatado que la escritora elige para hablar del dolor. Pero lograr esa sencillez en una narración implica una delicada elaboración literaria, por eso varios críticos han comparado También esto pasará con Buenos días, tristeza, de la francesa Françoise Sagan.

    La novela está narrada por Blanca, álter ego de Busquets, quien habla sobre su madre en una forma casi indirecta, porque la verdadera Esther Tusquets nunca se nombra. Aparece más bien como una evocación de lo que significó para su hija y lo que provocó su pérdida.

    La protagonista, “pecosa, zurda, sin bautizar”, estuvo marcada por la filosofía de su madre, una mujer que perteneció a la gauche divine (la izquierda divina), un movimiento de artistas e intelectuales renovadores y glamorosos que transitaban por la Barcelona de los años 60. Esther fue una madre transgresora, que se bañaba desnuda en la playa de Cadaqués, un pueblito marítimo de Cataluña, y hablaba sin eufemismos sobre lesbianismo y mantenía una relación ambivalente con su hija. “Nunca fuimos una madre e hija confidentes que se lo contaran todo, nunca fuimos amigas, nunca compartimos intimidades, creo que siempre intentamos ser la versión más presentable de nosotras mismas frente a la otra”, recuerda Blanca.

    La narradora va dejando algunos rastros de su madre, por ejemplo, lo que pensaba sobre la vejez, que en su caso fue dolorosa por estar enferma de Parkinson: “¿Sabes una de las cosas más duras de hacerse viejo? (…) Darse cuenta de que lo que explicas ya no le interesa a nadie”. O lo que pensaba de la relación de la gente con los libros: “Se puede saber si a alguien le gustan de verdad por cómo los mira, por cómo los abre y los cierra, por cómo pasa sus páginas”.

    La novela comienza y termina en el cementerio, y en el medio se narra el duelo. Un duelo muy sui géneris, porque Blanca se va a Cadaqués con sus dos hijos e invita a amigos y también a sus dos ex maridos y hasta a su amante. “Una de las mejores maneras de descubrir los rincones secretos de tu propia ciudad, no los románticamente secretos, los de verdad improbables, es enamorándote de un hombre casado”, afirma la protagonista al hablar de Santi, con quien mantiene una relación oculta desde hace más de dos años.

    Entonces en este duelo hay mucho vino y sexo y porros, pero también mucha reflexión sobre la vida que Blanca cuenta como si estuviera dialogando directamente con su madre muerta: “Me educaste tan feroz y eficazmente contra cualquier tipo de sometimiento no lúdico que ni siquiera necesité convertirme en feminista”, le dice. Y por detrás de la diversión y del consuelo del sexo, se asoman escenas del sufrimiento que padeció la madre y de la desgracia de una enfermedad que la convirtió en un ser violento y egoísta: “No sé cuántas cuidadoras tuviste en los últimos meses (…), la mayoría no aguantaba más de un par de días. No las dejabas dormir ni un solo minuto (…) las despedías dos o tres veces al día y, al final, incluso le pegaste una bofetada a alguna. Qué lástima que la protagonista de tanto despropósito fueses tú”.

    Con un cierto parecido a Uma Thurman, Milena Busquets se muestra en las entrevistas fresca y auténtica. Y así es este libro que comenzó a escribir en la cocina de su casa, un año después de la muerte de su madre, sin saber mucho hacia dónde iría la trama. Finalmente, se convirtió en una especie de memorias de un duelo o de crónica de un verano en una luminosa Costa Brava. Es en ese escenario que Blanca se va transformando, a medida que las imágenes de su madre van y vienen en su memoria. “Cuando el mundo empieza a despoblarse de la gente que nos quiere, nos convertimos, poco a poco, al ritmo de las muertes, en desconocidos”.

    También esto pasará toma su título de un cuento sobre un emperador que convocó a los grandes sabios, filósofos, matemáticos y poetas del reino para que pensaran en una frase corta que sirviera “en todas las situaciones posibles”. Después de meses, los sabios tuvieron la respuesta: “También esto pasará”. Ese es el cuento que Esther le relató a su hija cuando murió su padre. Ahora, cuando es la madre quien murió, Blanca lo retoma junto con el aroma a mar de Cadaqués, los niños y los perros, los amantes y los amigos. Y así dicho parece una novela ligera y superficial, pero la propia protagonista lo aclara: “La ligereza es una forma de elegancia. Vivir con ligereza y alegría es dificilísimo”.

    También esto pasará, de Milena Busquets. Anagrama, 2015, 172 páginas, $ 700.