Nº 2105 - 7 al 13 de Enero de 2021
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En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] contactarte por WhatsApp acá—Podríamos haber realizado juntos una obra muy importante. Pero él me hizo a un lado y prefirió escribir con los famosos.
Oscar del Priore e Irene Amuchástegui dejaron testimonio de esta frase, desconocida por la mayoría, de Roberto Grela, considerado uno de los mejores guitarristas de tango de todos los tiempos. Grela se refería a Francisco Gorrindo, con quien compuso Las cuarenta, un éxito que se sostiene hasta hoy.
Una historia rara, nunca aclarada, más allá de esa frustración expresada por el guitarrista.
Gorrindo y Grela, entonces amigos, eran veinteañeros cuando crearon este tango en 1937. No obstante, Grela ya gozaba de un amplio reconocimiento, pese a que jamás estudió la teoría musical, ni leía o creaba partituras; un “orejero” puro, que, además, usaba una púa de carey para dar más fuerza al sonido de las cuerdas, logrando una extraña intensidad y matices poco usuales. Gorrindo, en años anteriores, ya había escrito Perdón de muerta, con música de Pablo Rodríguez —esposo de Mercedes Simone quien, de inmediato, hizo una estupenda grabación del tema—, La bruja, con Juan Polito, Miserere, con Miguel Padula, Vida perra, con Rafael Rossi y Disfrazate, hermano, con Antonio Bonavena.
La repercusión popular de Las cuarenta tuvo su propio itinerario curioso: aún sin estrenar ni grabar la obra, Grela acompañó al cantor Fernando Díaz durante una gira que culminaría con una presentación estelar en radio Belgrano, donde el contrato le exigía “presentar algo nuevo”. Grela le mostró la letra de Las cuarenta y ensayaron el tema, que terminó siendo un impacto en la emisora. A partir de ahí, el tango fue llevado al disco por innumerables cantantes y orquestas y puede asegurarse, sin temor a errar, que figura todavía en muchos repertorios de variados intérpretes.
—Con el pucho de la vida apretado entre los labios, / la mirada turbia y fría, un poco lerdo al andar, / dobló la esquina del barrio y curda ya de recuerdos, / como volcando un veneno esto se le oyó acusar…
Los entendidos dicen que el mayor mérito de la música de Grela fue haber dado una estructura melódica sólida a los versos alejandrinos de Gorrindo, admirador de Almafuerte y muy al estilo de Celedonio Flores —tal vez la razón por la que Discépolo admiraba a Las cuarenta—, desafiando la monotonía que impone esa métrica poética.
Roberto Grela, que también pasó, brevemente, por el jazz y el folclore, tuvo una trayectoria admirable, cuyo punto más alto fue, sin dudas, la unión con Aníbal Troilo, ya en dúo o cuando formaron un cuarteto; como compositor hizo un puñado de obras valiosas: Viejo baldío, con letra de Víctor Lamanna, Callejón, con Héctor Marcó, A San Telmo, con Héctor Ayala, Celedonio Bécquer, un homenaje a Celedonio Flores con Horacio Ferrer y Raúl Garello y, con los mismos artistas, Danzón de la chiflada y Tristería.
Pero, pese a su empeño y la vieja amistad entre ambos, nunca pudo volver a componer música para una letra de Gorrindo.
Pese al enojo del guitarrista, el poeta de Las cuarenta jamás aclaró la situación y siguió su ruta con numerosas creaciones memorables: Triste amiga, con música de Julio Rosemberg —tango que es en realidad una traducción suya de un tema de origen anglosajón—, Verano, con Joaquín Mora, Gólgota, con Rodolfo Biaggi, Paciencia, con Juan D’Arienzo, y el vals Novia, con Francisco Refrano.
Las cuarenta, según del Priore, “presenta a un personaje que no duda en cantar, a quien quiera escucharle, sus amargas experiencias. Es un hombre que regresa al barrio desencantado del mundo, ha perdido la confianza en los demás y ya no cree en nadie… ni en él”. El propio Gorrindo admitió que se sentía representado en otro de sus tangos, Mala suerte, que no mencioné antes y del cual hay una versión excepcional de Julio Sosa: …porque yo sé que mi vida / no es una vida modelo, / porque quien tiene un cariño / al cariño se debe dar… / y yo soy como el jilguero / que aun estando en jaula de oro / en su canto llora siempre / el antojo de volar…
Y algo que todos saben: mientras Grela fue un artista responsable, un buen amigo solidario que escapaba de los riesgos de la noche, a Gorrindo le seducían las correrías, las copas y las mujeres.
—Hoy no creo ni en mí mismo, todo es grupo, todo es falso, / y aquel que está más alto es igual a los demás… / Por eso no ha de extrañarte si una noche, borracho, / me ves pasar del brazo con quien no debo pasar…