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    Entre el lápiz y la cortadora de césped

    Litir Olivera, el artista y jardinero fraybentino que retrató a José Mujica

    Litir Olivera tiene 34 años y vive en Fray Bentos, donde se acaba de mudar a una casita que él mismo construyó y en la que también montará su taller de dibujo. Cuando era pequeño no quería salir a jugar a la pelota con los amigos de la cuadra que insistían en invitarlo. Prefería quedarse en su casa dibujando. Más adelante, a los 15 años, empezó a estudiar pintura al óleo con Martín Russo, un profesor de la ciudad que a su vez fue alumno del pintor tacuaremboense Gustavo Alamón. En los últimos tiempos Olivera hizo que se conociera más su trabajo a través de un retrato de José Mujica que le gustó mucho al entonces presidente y tuvo alta repercusión.

    Cuando no iba a las clases de arte, a Litir pintaba de todo un poco y supo aprovechar también a los profesores que llegaban desde la capital, como sucedió con Carlos Musso y con el grabador Edgardo Flores. “Hasta que un día de 2002 vino a exponer Óscar Larroca. Hubo una reunión previa para preguntarle cosas. Yo aproveché y le llevé unos trabajos para que él los viera. Le gustaron, y por eso me invitó a ir a Montevideo a estudiar con él”, contó Olivera a Búsqueda.

    Retrato de José Mujica

    Larroca le dijo, además, que se encargaría de que él fuera a su taller por lo menos dos veces al mes con pasajes sin costo, gestionados con la Intendencia de Río Negro. Fue en esa época que empezó a aprender dibujo y a realmente sacarle el jugo al arte.

    Finalmente, entre la pintura y el trabajo con lápiz y materiales similares, optó por lo segundo, porque es donde se mueve con mayor comodidad. La facilidad para enseñar de Larroca, así como la admiración de Olivera por su trabajo, hizo que aprendiera sus técnicas y trucos en pocas clases. Sin embargo, últimamente le da más trabajo viajar a la capital y volver a Fray Bentos para entrar a trabajar temprano en la Intendencia, donde es funcionario en el departamento de Políticas Sociales, aunque por su pasión por el papel terminó dando talleres de dibujo a chicos en centros comunales. Mientras los alumnos trabajan en lo suyo, él avanza en sus obras.

    La otra faceta de Olivera es la de cortador de césped, actividad que hace fuera del horario de oficina, para equilibrar la economía.

    Con ilustraciones que emulan el estilo del italiano Giuseppe Arcimboldo, quien componía retratos con hortalizas y frutas, ganó premios en el Concurso de Pintura Isusa (otorgados por dicha firma de fertilizantes) por tres años consecutivos. Saliendo un poco de ese estilo que considera el más personal, y como parte de los trabajos que encaró con Larroca, Olivera aceptó el desafío de dibujar una de las tremendas y surrealistas escenas de Los cantos de Maldoror, del Conde de Lautréamont.

    En Fray Bentos, el joven artista ha dejado huella en varios lugares, con obras realizadas para la Intendencia, con murales para Centros CAIF, pinturas para centros de salud y para la estación de Bomberos. Olivera le dedicó un retrato a color al jugador aurinegro Tony Pacheco, retrató al médico Rubén “Pompo” Carminatti, que fue uno de los impulsores de que se comprara un tomógrafo para el departamento. Incluso le regaló un retrato al estadounidense Caín Velásquez, campeón de la liga de pesos pesados del Ultimate Fight Championship. Se lo mandó por DHL y a cambio recibió un autógrafo y una remera original del luchador.

    Sus retratos hiperrealistas dan la sensación de que cada poro y cada cabello del personaje están perfectamente dibujados. Como si tuvieran vida. Como si cada trazo puntilloso sirviera para corregir de alguna manera el error que encierra su nombre de pila. Según le contaron, se llama así porque cuando su madre escuchaba a Solé relatando fútbol y hablaba del ex jugador de Peñarol Lady Nitder Pizzani, ella oía que decían “Litir”.

    —¿Por qué decidió retratar al ex presidente José “Pepe” Mujica y cómo fue que se hizo tan popular?

    —Lo de Mujica fue algo que hice primeramente porque es un rostro muy expresivo y muy rico plásticamente hablando, y no se había hecho bien hasta el momento: solo había caricaturas. Obviamente que también contaba con que el retrato iba a tener su repercusión por ser el presidente. Entonces, el año pasado, una vez que lo tuve terminado lo posteé unas semanas antes del cumpleaños del Pepe y llegó a oídos del intendente Omar Lafluf, quien lo compró para regalárselo. Fue así que se dio a conocer. Luego lo colgué en el muro del programa Red Informativa. Sé que llegó a manos de Mujica, porque llamé a Lucía (Topolansky) al celular, él no estaba pero ella me dijo que les había encantado.

    —¿Su fuerte es el retrato porque es lo que se vende mejor?

    —Como artista tengo obra propia, con mi estilo. Pero lo que más se vende es el retrato, que me encargan para un cumpleaños, un evento, o para homenajear a una persona que falleció. A fines del año pasado vendí una obra en U$S 1.100: era un cuadro que tenía prestado en un café-comedor de la ciudad, de donde me llamaron porque había un interesado. Fui y me pagaron al contado: con eso compré la heladera, la cocina y todo lo necesario para la casa nueva. Eso me quedará para siempre en el recuerdo. Lo compró un representante de una marca de plastiductos de Montevideo.

    —¿Cómo hace para combinar su actividad artística con el trabajo de cortador de césped?

    —Es lo que le da un poco de contraste y sabor a la vida. A nadie le llamaría la atención que yo fuera albañil e hiciera trabajos de jardinería. Los estereotipos hacen que parezcan dos actividades incompatibles. A veces dejo para los sábados tres o cuatro cortes y como no trabajo en la Intendencia, aprovecho y los hago todos juntos. O sea que paso todo el día palo y palo. Así que todos los días cargo la moto, llevo las herramientas y tengo una agenda de clientes y les corto el pasto. Hacemos mantenimiento de espacios verdes, a veces hay algún cantero al que se le da vuelta la tierra, es más bien corte de césped. Claro: ¿quién no quisiera seguir haciendo retratos y tener que dejar la otra actividad? Pero la tengo como una entrada, a veces no hay otra y tenés que salir a pelearla. Si vendiera un retrato nomás por mes, obviamente dejaría. Pero hay meses en los que no sale nada, y otros en los que salen tres o cuatro. Trabajar de jardinero me joroba un poco las manos, pero lo peor son las contracturas que me genera andar con la maquinaria colgada.

    —Cuando le encargan uno, ¿cómo trabaja el retrato?

    —Es en base a una foto y si son niños les digo a los padres que los lleven a un buen estudio fotográfico y les saquen una foto de buena calidad, para tener mejores datos visuales. Porque si me dan una copia que no se ve muy bien, tengo que hacer milagros. Ahora hice dos retratos por encargo para Montevideo: me mandaron las imágenes por mail, les mostré el trabajo terminado y me giraron el dinero.

    —¿En qué piensa usted que radica el valor del retrato para estas personas que se lo compran?

    —Todos tienen terrible cámara para sacarse fotos, incluso con efectos de blanco y negro y que se asemejarían al dibujo, pero el retrato transmite algo que le es propio y una foto no. Me dicen que es un gusto que se dan, que siempre quisieron hacerlo pero no encontraban a nadie que lo lograra bien. El dibujo viene con la carga del tiempo que invertí y el gusto que me produce hacerlo. Entonces, cuando lo miras, ves que te llega de otra forma. En cambio, a un dibujo bien hecho que no transmite nada, lo mirás y decís “qué bueno”, “mirá qué bien la técnica, los detalles”, y no lo mirás más. A estos, en cambio, mucha gente me dice que no se cansa de observarlos. Trabajo todos los detalles de la misma forma y no dejo nada librado al azar ni trabajo menos para hacerlo más rápido, y creo que eso se percibe, no tengo otra explicación.

    —¿Qué artistas admira o le sirven de inspiración?

    —Unos cuantos. Uno es el alemán Dirk Dzimirsky, que anda volando. De él trato de mirar las técnicas para aprender. También el brasileño Charles Laveso. Los dos trabajan el hiperrealismo con distintas técnicas: grafito, óleo o acuarela. Son pinturas que cuanto más te acercás más detalles tienen.

    —¿Qué opina de quienes pueden llegar a decirle que copiar una foto no es arte o creación?

    —Reinterpretar una foto es arte, porque inconscientemente le das más importancia a una parte que a otra. Tiene que pasar primero por vos y después a la hoja: nunca es una copia fiel y varía según quién lo hace.