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    Entre la resiliencia personal y el miedo a lo que vendrá si pierde el Frente Amplio, Martínez quiere dar el batacazo

    Resiliencia: la capacidad para reponerse sobre las adversidades. Así resume Daniel Martínez lo que ha sido su camino político. El candidato a la Presidencia por el Frente Amplio ha repetido más de una vez esa palabra en las últimas semanas. Es que la vida de Daniel Carlos Martínez Villamil, a sus 62 años, le ha dado más reveses en su faceta política que cuando se dedicó a la actividad privada o trabajó en cargos públicos. Fueron duros, pero con el paso del tiempo los hechos que en un principio vislumbraban un fracaso luego se convirtieron en éxito. Y con la mirada puesta en las elecciones del domingo 24, el postulante de origen socialista apunta a que la resiliencia en la que se apoyó siempre le permita convertirse en presidente.

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    Casi una década atrás su nombre asomaba como el candidato cantado del Frente Amplio para competir por la Intendencia de Montevideo. Las encuestas lo colocaban con una intención de voto que superaba el 50% entre los nombres que se manejaban como posibles postulantes del oficialismo, pero el Plenario Nacional del Frente Amplio —liderado por el MPP y el Frente Líber Seregni— eligió oficialmente a la que sería intendenta luego, la comunista Ana Olivera, como la única candidata.

    En ese momento, enero de 2009, “el Pelado”, según cuenta en su biografía Daniel Martínez, la carrera del ingeniero, escrita por el periodista Antonio Ladra, no quería saber nada más con la política. “Me voy a la mierda, es el momento. Soy ingeniero, me va a ir bien, me va a sobrar labor, vuelvo a ser un militante de base. ¡Al final te corren!”, decía. Pero la resiliencia y la rebeldía, como dijo hace unos meses en entrevista con el programa De Cerca, lo volvió a poner en el ruedo político. Aunque no olvidó a quienes le bajaron el pulgar.

    Debió esperar unos años más, pero luego de ocupar su banca como senador, fue el candidato para las siguientes elecciones municipales y se convirtió en intendente de Montevideo. Marcó su impronta y pese a que el MPP era el sector mayoritario dentro del Frente Amplio, no le importó completar su gabinete y pasar un año sin que haya un solo dirigente de las filas lideradas por José Mujica. Desde el sillón de jefe comunal quedó posicionado como una de las figuras de recambio del Frente Amplio y siguió de largo hasta colocarse como uno de los que disputaría la interna oficialista para ser candidato a presidente.

    El péndulo.

    Su nombre se empezó a manejar varios meses antes, pero fue recién en marzo de 2019 que Martínez dio un paso al costado en la comuna capitalina para dedicarse de lleno a su campaña electoral. Cuando inició la campaña lo hizo confiado de que la carrera sería larga, pero con un optimismo desbordante. Era el favorito. Y estaba orgulloso de lo que había logrado como intendente; su norte era llevar “la revolución” que hizo ahí, según sus palabras, a la órbita del gobierno nacional.

    De hecho, ya anunciaba que si es electo presidente instalará un gabinete paritario y con jóvenes, como hizo en la comuna, sin que lo determinen los equilibrios políticos. En aquel entonces cuando Búsqueda le preguntó qué rol le daría a la tríada de líderes históricos de la izquierda –el presidente Tabaré Vázquez, Mujica y el ministro Danilo Astori– el precandidato se limitó a responder: “de consulta, de consulta”.

    Cuando inició la campaña lo hizo confiado de que la carrera sería larga, pero con un optimismo desbordante. Era el favorito. Y estaba orgulloso de lo que había logrado como intendente; su norte era llevar “la revolución” que hizo ahí, según sus palabras, a la órbita del gobierno nacional.

    Durante cuatro meses recorrió Uruguay llegando a pueblos minúsculos para hablar varias veces a un puñado de oyentes y a las grandes capitales con actos masivos. Siempre con una sonrisa enérgica y el “vamo’ arriba” como su sello. Y con un discurso que en su comando de campaña —liderado en aquel momento por el publicista Claudio Invernizzi— se resumió en el péndulo: pasar de la defensa más acérrima de los logros del Frente Amplio hasta la crítica dura por los errores y lo que resta por hacer. Un juego a dos bandas que a nivel de eslogan se planteó como “El nuevo impulso”.

    Ya desde ese momento tenía identificada la seguridad como un problema central. Y en más de una oportunidad el socialista se desmarcó del gobierno. O cuestionó fuertemente los apartamientos éticos de sus compañeros, como el caso del ex vicepresidente Raúl Sendic. Era su campaña, no la de todo el Frente Amplio, y tenía la cintura como para poder mostrar sus posiciones.

    Martínez ganó la contienda interna desde el principio hasta el final. Más allá de algunos sobresaltos –como cuando se especuló si la candidatura del hoy senador electo Mario Bergara podría quitarle votos de su electorado por ser un perfil similar o si su rival más inmediata, la también electa senadora Carolina Cosse, podría alcanzarlo con el apoyo del MPP— las encuestas siempre lo dieron ganador.

    Y fue así. Martínez ganó con el 40% de los votos frenteamplistas y sería el candidato oficialista. Pero el resultado encendió algunas alarmas hacia adelante. El Frente Amplio tuvo su peor registro en elecciones internas, aún por debajo de 1999, cuando perdió las nacionales. Mal augurio.

    La vice y el parricidio.

    El primer escollo que debió superar Martínez como candidato no fue tarea sencilla. El Frente Amplio definió tiempo atrás que su fórmula presidencial sería paritaria y en pocas horas se abrió un abanico de posibles nombres que llegaron hasta el de la cantante y actriz Natalia Oreiro.

    Su rival, el blanco Luis Lacalle Pou, eligió la misma noche de las internas a Beatriz Argimón y desactivó así el posible conflicto que pudo generarle la polémica irrupción de Juan Sartori. Pero Martínez no pudo salir tan fácil. Carolina Cosse, con 23% de los votos, presionó para ser la elegida y el MPP la respaldaba. Martínez se reunió con cerca de una decena de referentes, manejó una lista larga primero y después otra corta de tres nombres hasta que finalmente eligió a Graciela Villar. Alguien fuera del radar y desconocida para muchos, como para Cosse que, en sus palabras, dijo que debió googlearla.

    Esta decisión implicó para Martínez cortar de plano con las recomendaciones de los principales referentes del oficialismo. Vázquez y Mujica le dijeron que para ellos debía ser Cosse, y Astori no quería que fuera Villar. Sin embargo, Martínez, fiel a lo que declaró antes, los tomó como personas “de consulta” y luego decidió de acuerdo a sus convicciones.

    Durante unos días las heridas internas quedaron abiertas. Cosse recorrió los medios diciendo que se sentía dolida, otros dirigentes cuestionaron el “casting” de nombres. Y al malestar en filas oficialistas se sumó que las encuestas colocaban al Frente Amplio en un piso del entorno al 30% de la intención de voto y que llegó al mínimo del 29% para la consultora Equipos a mediados de julio. Era momento de alinearse para salir a pelear la elección. Pero en los siguientes días Villar protagonizó dos episodios que fueron duramente criticados por la oposición: se presentó como psicóloga social aunque no tuviera el título, y utilizó la frase “oligarquía versus pueblo” para graficar entre quiénes es la elección.

    El primer escollo que debió superar Martínez como candidato no fue tarea sencilla. El Frente Amplio definió tiempo atrás que su fórmula presidencial sería paritaria y en pocas horas se abrió un abanico de posibles nombres que llegaron hasta el de la cantante y actriz Natalia Oreiro.

    Martínez tampoco estuvo exento de situaciones que entorpecieron su campaña. El cantante conocido como El Gucci posó junto a él, se reunieron en la sede de su comando de campaña, para anunciar que integraría una lista a diputados. Pero inmediatamente se desató una gran polémica con algunos dirigentes cuestionando que se avalara a una persona que tuvo denuncias de abuso sexual. Martínez tuvo que dar marcha atrás y el cantante lo denunció ante la Justicia por el perjuicio económico que le ocasionó y con la amenaza solapada de que tenía audios de sus reuniones que podrían causar impacto político.

    Poco a poco la militancia oficialista se fue alineando tras la candidatura de Martínez. Algunos sectores lo hacían pensando más en fortalecer a sus propios dirigentes, pero la realidad es que a medida que se acercaba octubre el Frente Amplio mostró su poder de convocatoria. Y aún con mesura, la intención de voto iba trepando punto a punto. Durante su campaña hacia el 27 de octubre ninguna encuestadora le pronosticó al Frente Amplio una votación similar a la de 2014. De hecho, algunas auguraban a la fuerza oficialista rodeando el 40%. Un punto arriba para unas, un punto por abajo para otras. Pero las movilizaciones en Montevideo y diversos puntos del interior en los días previos a la elección nacional generaron un clima de optimismo en Martínez y su equipo que los hacía proyectarse por encima del 42%.

    Algunos, más audaces aún, soñaban con retener la mayoría parlamentaria. Pasado el mediodía, mientras Martínez hacía la fila para votar, Búsqueda le consultó si seguía augurando 42% o si los últimos días de campaña, con actos multitudinarios, lo hacían confiar en un resultado mejor. “Con un 42% estoy loco de la vida. No hay que aspirar a más porque no es lo mismo la caída si es de dos pisos que de diez”, respondió.

    Pasadas las 20:30 horas, primero las proyecciones de las encuestadoras y luego el escrutinio destrozaron esas expectativas. Poco menos del 40%. Martínez seguía los resultados junto a su familia en el noveno piso del hotel Cristal Tower. Laura Motta, su esposa, fue la primera en bajar y saludar a la dirigencia. Uno a uno llegaron abrazos y besos, todos acompañados de un mensaje de aliento que Motta recibía con una sonrisa inmutable. La ministra de Turismo, Liliam Kechichian, intentó darle ánimo diciendo que la reforma constitucional “perdió y ahora es otro partido”. El titular de la Secretaría de Derechos Humanos de Presidencia, Nelson Villarreal, con entusiasmo le decía una y otra vez que faltaba un mes y que “esto son los datos, lo que importa es el relato”.

    Luego de hablar ante los medios primero y luego con la militancia apostada en un estrado sobre la avenida 18 de Julio, Martínez volvió al hotel. Estaba impactado por el resultado. Se reunió con su equipo más cercano y les transmitió, según dijeron varios de ellos a Búsqueda, otra vez, una idea conocida en su círculo: resiliencia. Les dijo que a él “varias veces intentaron bajar(lo)” y que estaba “firme para dar la pelea” y revertir el resultado.

    martínez orsi

    Cambios a contrarreloj.

    Con la cuenta regresiva de pocas semanas y el mazazo del 40% de la primera vuelta, Martínez y su campaña cobraron un ritmo vertiginoso. Cambió de estrategia en tan solo horas. En el discurso que hizo la noche de la elección dijo que ahora la ciudadanía debía elegir entre dos personas. Pero en los días siguientes ya planteó que el balotaje es entre modelos de país. Incorporó al intendente de Canelones, Yamandú Orsi, como su jefe de campaña para reforzar el equipo.

    Y su discurso se volvió más agresivo y confrontativo para intentar remediar varios frentes en simultáneo. El Frente Amplio perdió votos en el interior y hacia allí apuntó sus recorridas Martínez para buscar recuperarlos. Hoy, con los resultados sobre la mesa, algunos dirigentes de primera línea analizan que no se tuvo en cuenta la real dimensión de los reclamos del movimiento Un Solo Uruguay y que ahora les pasó factura. Otros dirigentes, como Mujica, ya habían dicho que Martínez era alguien que no tenía llegada al interior y para varios eso también explica la caída.

    El candidato oficialista dejó atrás su idea de que los viejos líderes tuvieran únicamente un rol “de consulta” y los colocó en la primera línea. Mujica como su eventual ministro de Ganadería, como una estrategia de reforzar la llegada al interior, y Astori como su canciller.

    El candidato oficialista dejó atrás su idea de que los viejos líderes tuvieran únicamente un rol “de consulta” y los colocó en la primera línea. Mujica como su eventual ministro de Ganadería, como una estrategia de reforzar la llegada al interior, y Astori como su canciller. En dos días anunció medio gabinete y se paró firme en advertir el “miedo” que le genera que gobierne la oposición. Miedo a retroceder en la agenda de derechos, miedo a perder los Consejos de Salarios y miedo a que el país vuelva a vivir una crisis como en 2002. Buscó reforzar su discurso sobre los problemas de seguridad y propuso quitar la posibilidad de descontar días por estudio y trabajo a los delincuentes que reinciden.

    También llegó a referirse a su competidor como “el hijo de Lacalle” en alusión al expresidente Luis Alberto Lacalle que gobernó en los 90. Y en una jugada un tanto arriesgada para captar votos fuera del Frente Amplio llegó a distanciarse de su propia fuerza política al decir que el programa “son recomendaciones” y que el presidente después decide. Pero nada de esto movió la aguja, de acuerdo a las encuestas. Todos los relevamientos mostraban al iniciar la segunda vuelta, y lo mantuvieron hasta ahora, a Martínez en el entorno del 42% y a Lacalle Pou sobre el 47%.

    Al mismo tiempo, en la interna del Frente Amplio comenzaron a vislumbrarse reclamos. Desde las autoridades de la fuerza política se apuntó al comando más cercano a Martínez como quienes tomaron las decisiones. Mientras que desde los allegados al candidato dijeron en confianza que Martínez “quedó solo” y que no fue respaldado de una forma activa por la fuerza política.

    Ya en los descuentos y con todas las encuestas marcando una diferencia de al menos cinco puntos en favor de Lacalle Pou hacia el balotaje, Martínez sabe que el panorama no le es favorable. Pero aún así insiste en “dar la pelea” hasta el último momento.

    Información Nacional
    2019-11-21T00:00:00