Es mucho más que marketing

Es mucho más que marketing

La columna de Andrés Danza

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Nº 2141 - 23 al 29 de Setiembre de 2021

Para hablar hay que tener algo que decir pero también es muy importante la manera de hacerlo. La dicotomía no debería ser entre el contenido y la forma. Al revés, ambos tendrían que complementarse a la perfección, como si fueran el ying y el yang. La reflexión más profunda puede diluirse y hasta hacerse invisible si no es transmitida de una manera eficiente y clara y la presentación más exquisita pierde todo sentido si lo que está mostrando es irrelevante o vacío de trascendencia.

Esa premisa, aplicable a casi todos los ámbitos, se hace incluso más evidente en la política. Los que llegan al más alto nivel, los que pasan a la historia, son aquellos que tienen con qué lograrlo. Es de una absoluta inocencia y falta de inteligencia pensar que cualquiera puede llegar a ser presidente de la República, por ejemplo. Ese es un lugar reservado solo para unos pocos, aquellos que a lo largo de su carrera lograron pasar cientos de pruebas, contratiempos y dejaron atrás otra cantidad importante de competidores.

Los políticos de raza, los que conocen a la perfección el terreno en el que van a transitar, lo saben mejor que nadie. Sobreviven y avanzan solo los carnívoros, los herbívoros mueren por el camino, decía el expresidente Luis Alberto Lacalle Herrera con mucho tino. Además, entre ellos son capaces de detectarse a lo lejos, huelen el gusto ajeno por la sangre, estén en el partido político que estén. Pueden ser muy distintos pero también se parecen en un aspecto fundamental: saben comunicar. Unen el contenido con la forma y los hacen encajar tan bien que hasta desaparecen los límites entre uno y otro.

Quizá por eso el actual presidente Luis Lacalle Pou no quería que uno de sus antecesores, José Mujica, fuera su competidor en las últimas elecciones. Varias veces, en privado, transmitió que prefería que el candidato del entonces oficialista Frente Amplio fuera cualquier otro antes que el expresidente tupamaro. Su fama internacional y aceptación entre algunos referentes artísticos de los jóvenes uruguayos le preocupaba. “Me hace el lanzamiento de campaña abrazado a Bono y a los Rolling Stones”, bromeaba en aquellos tiempos.

Una vez se lo preguntó directamente a él cuando se cruzaron en un baño del Palacio Legislativo a más de un año de las elecciones nacionales. Hasta estuvo por concretarse en esa época un debate entre ambos en la Escuela de Periodismo de Búsqueda, que no se llevó a cabo porque Mujica optó por dar un paso al costado a último momento. “No quiero que quede la idea de que voy a ser candidato”, fue su explicación. Pero igual, de otras maneras, dejaba crecer la duda. Jugaba con el tiempo hasta que se hizo evidente que no sería de la partida.

Hoy están muy distanciados, en caminos paralelos, sin ningún tipo de diálogo. Es entendible que se haya dado de esa forma la relación entre ambos porque son muy distintos. Lo son en ideas, en edad, en origen, en proyectos, en acción y en una larga lista de cuestiones esenciales. Pero hay algo en lo que se asemejan y lo saben: los dos son carnívoros en lo más alto de la escala. Usan armas parecidas y las reconocen en el otro. Detectan cuáles son sus fortalezas y las hacen valer.

Sobre esa base, es muy significativo detenerse en unas de las principales críticas que comparten. Resulta que ahora, por ejemplo, gran parte del Frente Amplio acusa a Lacalle Pou de ser un producto del marketing y que logra buenos niveles de aceptación popular gracias al intenso trabajo de un grupo de profesionales de la publicidad que están junto con él. Lo dicen como algo condenable, como si lo que estuviera creado alrededor del presidente fuera una gran plataforma repleta de humo y casi sin contenido.

Entonces, cuando realiza una movida interna que deja a muchos con la boca abierta o cuando concurre a una cumbre de presidentes y tiene un duro intercambio con los gobiernos de Cuba, Venezuela y Nicaragua que aumenta sus niveles de reconocimiento internacional en algunos sectores, la primera reacción de una parte importante de la oposición es descalificarlo, asegurando que todo se trata de una movida de marketing.

La jugada es clara, opinan. Critica públicamente a Venezuela, Cuba y Nicaragua porque quiere acercarse a Estados Unidos después de haber anunciado su intención de avanzar en un tratado de libre comercio con China. Y todo lo hace para posicionarse él personalmente, apoyado en sus asesores de comunicación, argumentan. ¿Y cuál es el problema?, habría que preguntarles. De ser así, que probablemente lo sea, es una jugada muy digna de un político de raza, que ahora, desde el máximo cargo de poder de su país, se siente como pez en el agua. Es algo como para destacar.

Del otro lado, Mujica también lo hizo y muy bien durante toda su presidencia. En muy poco tiempo se convirtió en un referente importante de la izquierda latinoamericana y de esa forma adquirió una fama que llevó a Uruguay a los principales medios de comunicación del mundo. En ese momento la respuesta de muchos de los que hoy aplauden a Lacalle Pou fue decir que lo de Mujica era producto del marketing, su especialidad, según ellos, y que no había nada más que humo. La misma película, pero con otros protagonistas.

Mujica ha halagado la comunicación del actual gobierno y, de forma irónica, definió al asesor de Lacalle Pou en esa materia, Roberto Lafluf, como “el principal ministro” del gabinete. Por más que sea una crítica, de esa forma también parece reconocer en su adversario político un talento muy importante para llegar de la mejor forma a sus simpatizantes, una virtud que escasea. Y lo hace desde el conocimiento, aunque esté en la vereda de enfrente. No es nuevo eso de parte de Mujica. Ya siendo presidente, según quedó registrado en el libro Una oveja negra al poder, había pronosticado que Lacalle Pou ocuparía su lugar algún día porque tenía con qué lograrlo.

El problema no son ellos. El problema es la cantidad importante de sus seguidores incapaces de encontrar virtudes en quien piensa distinto. Ven el mundo en blanco y negro, en clave de guerra. Todo es marketing para ellos si viene desde la vereda de enfrente. Se sienten dueños de la verdad y vivos, muy vivos. Tan vivos que son incapaces de darse cuenta de que hasta la capacidad de aprender perdieron, y que incorporar “la razón del enemigo”, aquella de la que hablaba Alfredo Zitarrosa en Guitarra negra, es lo que hace la diferencia.