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    Es “prematuro” decir que Uruguay rompió con las “tendencias históricas” que marcaron ciclos de expansión y crisis económica

    Aunque Uruguay vive “uno de los mejores momentos” de su historia en materia económica, está latente el riesgo de que entre en una fase de “estancamiento” o “baja dinámica” de crecimiento como le sucedió en el pasado. Es que, a pesar de los años de expansión a altas tasas, resulta “prematuro decir que Uruguay ha roto con las tendencias históricas” durante las cuales se alternaron ciclos de bonanza con crisis pronunciadas, advirtió el doctor en historia económica y ex decano de al Facultad de Ciencias Sociales Luis Bértola.

    Para evitar el riesgo de estancamiento o baja expansión, opina que es necesario “transformar la base productiva” puesto que el sector primario seguirá creciendo pero no lo suficiente para garantizar un alto crecimiento de la economía.

    Bértola dirige actualmente una consultoría para la Oficina de Planeamiento y Presupuesto con foco en el 2020 en materia de matriz productiva, salud, educación y vivienda social, y analiza al mismo tiempo para la Comisión Económica para América Latina y el Caribe el último ciclo de la economía uruguaya. A fin de noviembre recibió el premio Morosoli en el área de Economía que otorga la fundación Lolita Rubial.

    Lo que sigue es un resumen de la entrevista que mantuvo con Búsqueda.

    —¿Cómo evalúa el actual ciclo de crecimiento del país, en términos históricos?

    —Un primer problema para evaluar el desempeño reciente del Uruguay es el patrón de crecimiento muy marcado por ciclos económicos muy agudos y fuertes. Esos ciclos son más o menos de 15-20 años. Ahora, cuando completamos una década de crecimiento cabe preguntarse cuánto de esto es auténtico y cuánto recuperación de la crisis.

    Los hechos dicen que hemos tenido ciclos anteriores parecidos a este. Recuperamos los niveles de precrisis en 2007, llevamos seis y vamos a tener siete, ocho años seguramente de crecimiento por encima del nivel de precrisis. Episodios de esos hemos tenido muy pocos en la historia. Y desde ese punto de vista estamos viviendo uno de los mejores momentos de nuestra historia, pero no un momento excepcional. Y esa es la salvaguarda que hay que tener: ojo, ya hemos vivido momentos parecidos a este y terminaron mal.

    El antecedente más fuerte es el crecimiento de la segunda posguerra que terminó en 15 años de estancamiento o de muy baja dinámica económica.

    Ahora, cuando uno hace comparaciones históricas no está diciendo que las cosas se tienen que repetir inexorablemente. No estoy vaticinando eso.

    —Pero hace una advertencia…

    —Advierto que es prematuro decir que Uruguay ha roto con las tendencias históricas. Hay muchos signos buenos, tenemos niveles de inversión altos, pero no son únicos en nuestra historia.

    Lo que sin duda habla muy a favor del ciclo actual es el nivel que hemos alcanzado por encima del nivel anterior, y ahí estamos en un récord histórico total.

    —¿Qué debería pasar para asegurar definitivamente el cambio de tendencia?

    —No tener ninguna crisis pronunciada. En el horizonte cercano 2014-2015 no veo una catástrofe.

    Lo otro que deberíamos evitar es caer en una dinámica de lento crecimiento. Para un país como Uruguay, con las expectativas que se han generado en esta última década y con las grandes distancias que todavía nos separan de los países más desarrollados, si pasamos a tener una tasa de crecimiento de equilibrio menor a 2,5% o 3%, personalmente lo veo como un fracaso.

    —Esas tasas están muy cercanas al 4% que el gobierno proyecta para este año y los próximos...

    —Lograr un 4% es bastante razonable. Es lo más pobre de la última década, pero lo de la última década es poco sostenible. Igual tengo algunos temores...

    —¿Teme que no se sostenga el 4% proyectado para los próximos años?

    —Sí, no tengo certezas. Temo porque hay algunos desequilibrios que han sido típicos de nuestro país que aparecen y reaparecen en la coyuntura actual.

    Principalmente, el desequilibrio externo.

    Aún cuando esta fase expansiva del 2005 a 2012 los términos de intercambio mejoraron 20%, tendemos a generar un déficit de cuenta corriente importante. Actualmente está cercano a cinco puntos del Producto. Casi siempre tenemos una balanza negativa de bienes, que la compensamos con la de servicios. Pero ésta última no tiende a mejorar de la manera que se deteriora la de bienes. Y a su vez, lo que nos ha pasado es que la cuenta se ha equilibrado por la inversión extranjera directa que potencia al sector exportador, pero también genera mucha salida de remesas —las ganancias—, lo que también impacta en el déficit. Además, son inversiones que están muy poco articuladas con el resto del tejido productivo.

    Si uno mira la historia de América Latina y Uruguay en particular, ve que cada vez que crecemos generamos un déficit de cuenta corriente y esos déficit nos imponen restricciones que solucionamos por la vía de reducir la tasa de crecimiento.

    No estoy vaticinando una crisis como la de los ochenta o la de 2002. Pero eventualmente el escenario que corremos el riesgo de enfrentar es uno más parecido al prolongado estancamiento de los años sesenta. Ojo: no estoy diciendo que estamos frente a eso, pero podemos correr el riesgo de entrar en la dinámica de desequilibrios externos y una baja tasa de crecimiento.

    —¿Cómo evitar ese riesgo al que alude?

    —El impacto de las insensatas políticas argentinas, que nos pegan por todos lados, es un elemento de incertidumbre mayúsculo. Abstrayendo eso, hay un problema que es qué va a pasar con nuestra base tradicional de producción primaria: va a seguir creciendo, pero no va a tener un gran impacto sobre el resto de la economía. Va a ayudar a mantener una tasa de crecimiento relativamente baja, pero exclusivamente en base a ese sector no podremos dar ningún gran salto.

    Uno puede decir que se van a agregar nuevos sectores, vamos a tener una segunda y tercera planta de celulosa trabajando a fines de la actual década, y hacia el 2018 o 2019 Aratirí estará trabajando. Eso va a generar saltos de escalones, permitirá sostener un nivel mayor de exportaciones y es innegable que va a darnos respiros e ir posponiendo situaciones más críticas. Pero hay que seguir transformando la base productiva.

    Por un lado hay actividades más o menos conexas a las primarias que pueden tener un impacto muy fuerte: la biotecnología o la biofarma. Son industrias de otro tipo, con bases de competitividad muy diferentes. Hay señales de gérmenes muy promisorios. Las tecnologías de la información están teniendo un buen desarrollo también.

    —¿Con eso Uruguay zafa del riesgo de estancamiento?

    —Y con el mercado regional. Es difícil saber hacia dónde va el mundo, pero que el componente de regionalización no va a desaparecer, es claro.

    Y debemos tener políticas para integrarnos a cadenas regionales, como la automotriz, la naval, etc. Recién en estos últimos cinco años hay intentos más decididos. Que nos podemos equivocar, que hay algunas destinadas a tener un impacto de corto plazo y después se van eternizando… Pero tenemos que seguir en ese aprendizaje.

    —Hace pocas semanas el Ministerio de Economía cuestionó algunas de esas políticas porque su costo es mayor al aporte que hacen los sectores a los que benefician...

    —Esa es una cuenta que hay que hacerla después de 20 años pues esas políticas operan en el largo plazo. Tenemos que cambiar la estructura de las políticas de promoción de la inversión, porque prácticamente el 80% de los recursos han sido renuncia fiscal, que por lo general es totalmente incondicionada.

    La actual es una política que tiene sus ventajas y pocos costos de gestión, pero ha tenido poca evaluación ex post y muy poco potencial de condicionamiento de la inversión. Tenemos que evolucionar hacia políticas mucho más inteligentes.

    —¿Ve un modelo claro de hacia dónde van dichas políticas?

    —No. No ha habido un liderazgo claro en el Estado en política productiva. La política energética sí fue una política nacional.

    Cuando uno hace políticas solamente horizontales acepta las que surgen espontáneamente de las fuerzas del mercado y esas no siempre son las mejores para el desarrollo. Todavía seguimos con los libretos anticuados.