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    Está en nosotros

    Diálogos con nuestra Bestia: Bustelo, Bielli y Fernández en el MNAV

    En una visión panorámica predominan los colores oscuros, pero de cerca aparecen los matices. Hay cubos grandes con fotografías salpicadas de rojo y figuras dolientes. Hay tótems y altares, cuernos y calaveras, colmillos y dibujos en acrílico con tonalidades naranja en los que se asoma lo animal mezclado con lo humano. La muestra es colectiva, tiene la curaduría del plástico Carlos Seveso y se expone en el Museo Nacional de Artes Visuales (MNAV) hasta el 10 de junio. Se llama Diálogos con nuestra Bestia, y en el “nuestra”, los artistas Pablo Bielli, Álvaro Bustelo y Gustavo Fernández nos convocan a todos, porque la Bestia está en nosotros.

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    En sus inicios en los años 70, Fernández se formó en dibujo, grabado y cerámica en el Taller Barradas, pero desde hace años explora con todo tipo de materiales el tema de la violencia, lo instintivo y lo animal en las personas. Trabaja con madera, alambres, vidrios y metales, con telas, cueros, ramas y pinturas. Las obras que presentó para esta muestra están cargadas de referencias religiosas y de reflexiones sobre la espiritualidad.

    Una de sus piezas se llama Cruz y otra Orante, están unidas por una cadena; otra se llama El cordero de los diez mandamientos que nadie cumplió, y se compone de un cordero hecho de alambres y cueros junto a una tabla con 10 números romanos tachados. El XI está libre, tal vez esperando que alguien lo cumpla. Es una de sus obras más impactantes.

    “Tengo ese abanico de materiales, pero hay obras que en el inicio se piensa con un material y se termina con otro. Por ejemplo, el cordero. Es masa electrosoldada y tela, nada más. El cráneo es una cadera de oveja que transformé en los cuernos del cordero. Iba a ser negro como todas las otras piezas, pero cuando le empecé a tirar telas por arriba para armarlo vi que quedaba bárbaro así. La propia obra pidió ser de ese color, a veces las obras empiezan a hablar por sí solas en la elaboración”, explicó Fernández a Búsqueda.

    El artista tuvo educación católica en el colegio Nuestra Señora de la Misericordia, pero en cuarto año de escuela su padre lo sacó de allí por el trato que recibía. “Eran curas italianos, nos castigaban físicamente. De alguna manera el tema de la religión me quedó como un interés espiritual. En la adolescencia empecé a interesarme por las religiones antiguas, sobre todo a través de las obras de arte. Después me empecé a relacionar con sectas que de alguna manera podían ayudarme a dilucidar el tema espiritual: los rosacruces, los gnósticos, los hare krishna”.

    A partir de su experiencia, Fernández ha investigado el origen de la violencia y qué papel juega la educación, la familia o el entorno. Todo ese proceso lo representó en varias piezas que forman un todo llamado La madre de todas las semillas. Son piezas oscuras, elaboradas con alambre, papel y tela que representan vientres gigantes de avispas que salen de la pared y terminan depositando sus semillas peligrosas.

    La muestra de Fernández es oscura, pero tiene su espacio para la ironía, incluso se ríe de sí mismo a través de un autorretrato: Máscara Diablito de mirame y no me toques, hecha con una mandíbula de cerdo, lonja, tierra y alambre.Tiene cuernos, pequeños dientes que sobresalen y un rollo de alambre en forma de caravana. Una especie de diablillo punk. Y a uno de sus dibujos de técnica mixta sobre cartón lo llamó Qué cosa cómo la acosa. Allí aparece una niña que se agarra de las fauces abiertas de un lobo, como si fuera una Caperucita reinterpretada.

    “Es interesante cómo en los libros de los monjes medievales se representaba a un individuo mostrando los dientes pero con las mandíbulas apretadas, y era un símbolo del diablo. Para mí lo diabólico es la parte instintiva, no solo aparece con una agresión. Tampoco la muestra quería ilustrar qué es la Bestia, sino llevar ese concepto a la obra”, dice el artista que desde 1995 viene difundiendo las artes plásticas en programas de radio y televisión.

    Variantes bestiales.

    Las bestias de Álvaro Bustelo se mueven entre las tonalidades del naranja, el marrón, el rojo. Trabaja volúmenes de madera, instalaciones de vidrio sobre papel, murales de acrílico sobre telas. Allí aparecen figuras animales en el bosque o en medio de la naturaleza. Uno de sus cuadros se llama La Bestia, y hay que buscar en los ojos su esencia.

    La creación de Bustelo surge de su contacto con la naturaleza, porque vivió en lugares selváticos que lo han inspirado. Ha expuesto en varios países en forma individual y colectiva, y en dos ocasiones fue seleccionado para el Premio Nacional de Artes Visuales. “Canalizo, exorcizo y plasmo en mi obra el sentir de mi vida”, dice en un resumen de su biografía.

    Otra perspectiva de “lo bestial” es la de Pablo Bielli, cuya creación tiene que ver con la violencia interior. “Los personajes con los que trabajo representan al ser que guarda y mastica la violencia todos los días hasta que algo la hace detonar”, comenta.

    Bielli está trabajando en un libro de historias ficcionadas con texto y fotos que se llamará Anacrónicos y solos. Algunas de las fotos de la muestra son de ese libro. Participaron modelos, actores, familiares o amigos. Con vestuario de la Escuela Multidisciplinaria de Arte Dramático, representaron personajes que viven fuera de su tiempo y espacio, en otra realidad. “Me tomo la libertad de generarles otra historia en otro tiempo”, dice el artista.

    Las fotografías son digitales, impresas en papel de obra y pegadas en tela o en fibra de madera. Bielli interviene las imágenes con tintas al agua, betún o acrílico. “Siempre lo hago buscando sensaciones climáticas. También tienen roturas o están arrugadas y usé capas de pegatinas de otras cosas, de conciertos, marchas o eventos que después fui arrancando. Es otra forma de la violencia”.

    Hay fotos de grandes dimensiones ubicadas en las paredes o en cubos en el centro de la sala. Una de las más simbólicas es Payasito, que tiene una doble dimensión porque se puede ver de frente y de espalda. “Es cierto que es la más visible, también por su juego con el plano y contraplano. Pero las otras fotos quizás están más cargadas con la violencia interior. El payaso la hace más explícita. Si lo mirás de espalda está herido, si lo mirás de frente te está atacando. Los otros parece que están refugiándose en su interior”.

    Entre esos “otros” hay una mujer de ojos vendados, otra con manchas rojas que le tapan la visión, una novia que camina sola hacia un bosque oscuro o un hombre sin rostro y con una esvástica que chorrea sangre atada al brazo. Esta última pieza se llama Fagocitado por su pasado.

    “Las obras de esta muestra dialogan desde tres puntos de vista diferentes, y eso enriquece. Lo mío es urbano y tiene que ver con la convivencia, con el ser irracional interior que cada uno maneja como puede. Son tres puntos de vista sobre lo racional y lo irracional, sobre lo salvaje y lo civilizado”, explica Bielli.

    Desde el fondo de la sala se escucha una música instrumental compuesta por Pedro Dalton y Federico Deustch, con sonido de Esteban Demelas, que acompaña muy bien la muestra. Si se va entre semana y la sala no está muy poblada, se siente algo inquietante en las texturas, en las miradas, en los colores. Si eso ocurre, entonces empezó el diálogo.