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    Estrategia de crecimiento de la ganadería y el clima

    Nº 2257 - 28 de Diciembre de 2023 al 3 de Enero de 2024

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    La pasada edición de Agro de Búsqueda colocó en tapa un debate fundamental para Uruguay que parecería estar ocurriendo entre parte del Poder Ejecutivo y el Instituto Nacional de Carnes (Inac).

    Por un lado, el plan estratégico de Inac, que se autoimpone metas de crecimiento en la cantidad de carne producida. De acuerdo a la nota de Agro de Búsqueda, Inac entiende que hay una contradicción entre las metas de crecimiento del sector cárnico de Uruguay y los compromisos internacionales que el país ha firmado, como el compromiso por el metano, el Methane Pledge, que Uruguay y otros 154 países han firmado. Dichos acuerdos complementan a los de París, en los que prácticamente todo el mundo acordó llegar a cero emisiones netas en 2050, aunque China pospuso ese objetivo al 2060.

    Las fuentes consultadas por Agro de Búsqueda en Inac, tanto del sector productivo como industrial y técnico, aseguraron que el país está “cercenando” su producción y desarrollo.

    El plan estratégico de Inac establece que “la función del Inac es la construcción de visiones compartidas entre los principales agentes económicos de la cadena, para formular, asesorar y ejecutar políticas sectoriales que mejoren la competitividad de las empresas, contemplando el contexto macroeconómico vigente”.

    Por lo visto, visiones compartidas en este momento no hay, porque los ministerios de Economía y de Ambiente han avanzado en la firma de acuerdos que buscan compatibilizar las políticas del país con los Acuerdos de París, y que como innovación mejoran la tasa que Uruguay paga si tiene un buen desempeño ambiental. Algo coherente con varios proyectos de INIA, que como otros centros de investigación en ganadería busca encontrar la forma de reducir las emisiones que provienen de la rumia.

    El persistente aumento de temperaturas, sequías, inundaciones y tornados muestra que Uruguay ha hecho bien al firmar el Compromiso Mundial sobre el Metano que se lanzó en la COP26 en noviembre de 2021 para reducir las emisiones de este gas, que tiene un poder de calentamiento mucho mayor al del CO2. Liderado por Estados Unidos y la Unión Europea, el compromiso cuenta ahora con 155 países participantes que se comprometen a trabajar juntos para reducir colectivamente las emisiones de metano en al menos un 30% por debajo de los niveles de 2020 para 2030.

    Aunque es probable que el mayor esfuerzo deba hacerlo Ancap, para la ganadería es un desafío; es más fácil modificar procesos en el manejo del gas que lograr que los rumiantes emitan menos metano. Nueva Zelanda, por ejemplo, investiga distintas estrategias para lograr ese objetivo: genética, distintos componentes de la alimentación (taninos, algas), analiza la genómica de los microorganismos del rumen para ver cuál de toda esa biodiversidad genera más emisiones, manejo de los efluentes, entre otras estrategias. Uruguay también trabaja en algunas de estas áreas, incluso en cooperación con los neozelandeses.

    En el mundo esto se ve como altamente prioritario, porque recortes veloces de metano producen un enfriamiento neto en un período relativamente corto. Esto podría mantener la puerta abierta a una estabilización de 1,5 °C en las temperaturas medias globales, mientras el mundo busca reducciones duraderas de CO2. El acuerdo puede permitir bajar 0,2 ºC el calentamiento en unos 20 años, algo que puede parecer poco, pero es mucho.

    A los consumidores informados, de alto poder adquisitivo, que son los clientes objetivos de Uruguay, estos temas suelen interesarles sobremanera. Ya que tenemos más de la mitad del territorio todavía como campo natural, y dado que no quemamos un solo árbol para hacer ganadería, si pudiéramos decirle al mundo eso y que además nos esforzamos por bajar las emisiones de metano, a los consumidores exigentes les cerraría el concepto, además de poder verificarlo con trazabilidad.

    Inac enarbola un argumento numérico, de acuerdo a las fuentes de la nota: “Cumplir las metas ambientales le daría al país un beneficio de apenas US$ 12 millones en quitas de intereses, mientras que lograr los objetivos del plan estratégico permitiría aumentar la facturación en US$ 1.000 millones”.

    Esa es una parte de la valuación que por un lado deja de lado los intangibles. Porque el precio de ser parte del club de Venezuela e Irán tiene su costo. No por la ideología, el autoritarismo o la pobreza generalizada en la que han caído esos países, sino porque iguala la carne con el petróleo bajo la actitud de “yo contamino y qué”. Habrá que crecer mucho en volumen, porque en precio será difícil mejorar.

    Los consumidores perciben cada vez más claramente la realidad de la crisis climática y entienden cada vez mejor lo grave del futuro si no se toman medidas. Por otro lado, no todo se mide en dinero. Hacer lo que está bien también debería contar.

    Según Inac hay “proteccionismo climático”, como si se tratase de un antojo comercial. Es un proteccionismo, tal vez, de nuevo tipo para proteger a los niños del presente de un desastre sin precedentes, con síntomas inequívocos: sequías brutales que en pocas semanas pasan a inundaciones o a vendavales que matan a niños y adultos.

    Se puede no firmar ese compromiso por el metano, pero implica pasar a ser parte de un club de los rebeldes, que quieren emitir cuanto metano se les antoje, que en las Américas solo lo integran Venezuela, Bolivia, Paraguay y Guatemala. Además se niegan a firmar este compromiso Rusia, Irán y Siria.Como estrategia de valorización de la carne, o de la marca país, es dudosa.

    Por otra parte, bajar el metano no es necesariamente incompatible con crecer. Con las mismas vacas se pueden producir más terneros, los últimos resultados reproductivos dan muestra de ello. Bajando la edad de faena se pueden tener menos animales y producir más. Un buen precio de exportación es lo que permite acelerar el engorde.

    También hay mucho para crecer en aves, cerdos y ovinos, incluso poblacionalmente, y son animales bajos en emisiones de metano. En carne vacuna de lo que se trata es de vender la mejor carne del mundo, y eso solo es posible bajando el metano emitido, en términos absolutos. Lo que técnicamente se llama mitigar.

    Es posible entender que desde Cancillería no haya interés en formar parte del club de los que no firman: Venezuela, Siria, Irán. Es posible entender que un Ministerio de Economía que tiene que interactuar con el mundo de las finanzas globales tampoco se vea muy motivado en subirse a ese tren. Para el Ministerio de Ambiente directamente sería un papelón.

    En este siglo –y será así hasta el final– agregar valor a la carne solo podrá ocurrir si en el mundo perciben que hacemos un esfuerzo en investigación y desarrollo para mitigar emisiones.

    En ese sentido vale la pena ver lo que sigue haciendo en silencio Nueva Zelanda: investiga la genética, el manejo de las excreciones, la alimentación, el genoma del rumen, y todo lo que esté a su alcance para disminuir el metano emitido, que es lo único que importa para un niño o adolescente del presente: que la ganadería emita menos en términos absolutos.

    De modo que los equipos del Poder Ejecutivo de distintos ministerios que han adherido al compromiso y se proponen cumplirlo le están haciendo un gran favor a la carne: permitir su valorización de corto, mediano y largo plazo. Que por otra parte no es incompatible con la eficiencia y la mejora de la productividad. Las acciones del Ministerio de Economía van en ese carril y son favorables a una mejor venta de la carne uruguaya en el mundo.

    El camino de Uruguay es el de incorporar al concepto de calidad de carne cada vez más lo ambiental, para seguir construyendo un mejor precio de exportación y así derramar al ganado gordo y la reposición. Esa línea de trabajo incide más en el desarrollo estratégico que aumentar la cantidad de toneladas “cueste lo que cueste”, y dejándole en bandeja los argumentos a quienes cuestionan a la carne por la deforestación que se realiza en otras parte de este continente, y por su continuo esfuerzo por relativizar el problema.