En Búsqueda y Galería nos estamos renovando. Para mejorar tu experiencia te pedimos que actualices tus datos. Una vez que completes los datos, tu plan tendrá un precio promocional:
* Podés cancelar el plan en el momento que lo desees
¡Hola !
En Búsqueda y Galería nos estamos renovando. Para mejorar tu experiencia te pedimos que actualices tus datos. Una vez que completes los datos, por los próximos tres meses tu plan tendrá un precio promocional:
* Podés cancelar el plan en el momento que lo desees
¡Hola !
El venció tu suscripción de Búsqueda y Galería. Para poder continuar accediendo a los beneficios de tu plan es necesario que realices el pago de tu suscripción.
Buenos Aires (Eduardo Alvariza, enviado). Había una larga cola mucho antes de la hora pautada. No podía acceder al lugar donde se había programado su intervención debido a la admiración, el cariño y la pasión del público. Avanzaba a paso de carreta, con un guardaespaldas y otros improvisados custodios, asediado por decenas de fanáticos a su alrededor que coreaban su nombre, lo querían tocar, le sacaban fotos y le pedían una firma, un saludo, una mirada, algo. La sala Jorge Luis Borges, la más grande de la feria con un aforo para mil personas sentadas, estaba totalmente repleta y la gente aguardaba ansiosa, a veces aplaudiendo, a veces coreando su nombre. El atraso era considerable y cada tanto un funcionario de la feria aclaraba que la personalidad que concitaba semejante atención “ya estaba en el predio”. No era Madonna ni Maradona ni Ryan Gosling: era José Pepe Mujica, y estaba allí para presentar el libro Una oveja negra al poder (Sudamericana), de los periodistas de Búsqueda Andrés Danza y Ernesto Tulbovitz.
¡Registrate gratis o inicia sesión!
Accedé a una selección de artículos gratuitos, alertas de noticias y boletines exclusivos de Búsqueda y Galería.
El venció tu suscripción de Búsqueda y Galería. Para poder continuar accediendo a los beneficios de tu plan es necesario que realices el pago de tu suscripción.
Una vez que Mujica zafó de sus fans y pudo llegar a la sala, la multitud se puso de pie para ovacionarlo. Y El Viejo, como se lo llama con respeto en algunos ámbitos donde hay ganada cierta confianza, se llevó la mano al corazón al mejor estilo estrella pop para demostrar su gratitud ante tal muestra de amor. En una pancarta celeste se leía: “Pepe, sos un docente charrúa. La única lucha que se pierde es la que se abandona”. Una señora mayor que no podía ver el escenario porque cada tanto la gente se ponía de pie, alertó con voz firme: “¡Déjenme ver al Pepe, ustedes lo tienen todo el año!”. Y no faltó quien derramara varias lágrimas. Así se van creando los mitos.
Luego de que los autores del libro hicieran una breve introducción, Mujica habló una hora esgrimiendo su clásico estilo, desenfadado, campechano, desprolijo, a propósito del periodismo, de la militancia, de la política y de la vida, todo mezclado, como le gusta a él. A veces se alejaba del micrófono, y cuando se acercaba, a su entonación habitual se agregaba un efecto reverberante que estallaba en la sala: “Debe haber muchos izquierdistas aquí, pero espero que me hagan caso, porque me aplauden mucho pero después no me hacen caaasooo”, dijo en alusión al estilo de vida austero, alejado de cualquier tipo de consumismo, un estilo que él practica y que lo ha hecho famoso internacionalmente como “el presidente más pobre del mundo”.
Cuando la charla finalizó, un representante de la editorial Penguin Random House anunció que Mujica firmaría ejemplares en el stand de la editorial. Estaba visto que ese domingo 3 no sería un domingo cualquiera. Otra vez se desató el delirio: gente apresurada para comprar el libro, para conseguir su ejemplar estampado, fanáticos a la espera de una foto, de un saludo personalizado, la posibilidad de tocar al ídolo. Para atravesar la considerable distancia que hay entre la sala Borges y los stands de libros (el predio de La Rural tiene unos 45.000 metros cuadrados), el Viejo fue en auto, pero ese auto, antes de partir, también resultó asediado por los fanáticos, sí, como les pasaba a los Beatles. Algunos incluso corrieron detrás del coche a la espera de algún contagio o de una cierta forma de bendición. Los ejemplares se agotaron rápidamente, lo que hace pensar en una falta de olfato de la editorial con respecto al fenómeno Mujica.
El mismo domingo y a la misma hora, el escritor irlandés John Banville también daba una charla pero para otro público, claro. Banville, autor de Anagrama (Los infinitos, El mar, Eclipse e Imposturas, entre otros títulos), no escatimó elogios sobre Buenos Aires en una entrevista para un diario matutino: “Por momentos se parece a París, en otros a Londres y en otros a Madrid”. Europa al otro lado del Plata, con porteños, claro.
El fenómeno de Mujica en cuanto a concentración de gente y pasión no fue el único en esta feria que finalizará el próximo lunes 11. Fue habitual ver largas colas para conseguir la firma de un autor. El psicoanalista Gabriel Rolón, por ejemplo, firmó centenares de ejemplares de su libro Historias inconscientes en el stand de Planeta. La gente no solo deseaba su firma; también quería sacarse una foto con Rolón, que se mantuvo en la banqueta estoico, con su camisa negra y el brazo derecho como una pala mecánica: firma y firma. Cada tanto cambiaba su postura para tomarse un café y seguir estampando firmas.
Hay otros casos de adoración. Uno de ellos fue, sin lugar a dudas, el de Cielo Latini y Abzurdah, un libro que hizo una empática, tremenda conexión con el público más joven. Cuenta la historia de la propia autora cuando era adolescente, una historia atravesada por problemas de bulimia y anorexia y drogadicción. Pues bien, Latini, que ahora es una treintañera que parece haber dejado muy atrás el infierno que relata en su libro, comenzó a firmar ejemplares varias horas antes de que empezara la charla de Mujica y lo siguió haciendo después de que terminara. Y la cola de adolescentes no terminaba.
Así es esta gigantesca e inabarcable feria: cola para obtener una firma, cola para pagar un libro, cola para comprar un pancho, cola para ir al baño. Y cuando no existe esa cola, como en el stand del Centro Cultural Islámico, un vendedor voluntarioso que se parece al actor Keith Carradine va y viene con folletos de regalo para el público que por allí pasea.
En el mismo momento y con escasos metros de diferencia, de tal modo que el sonido de una actividad se colaba en el de otra, hubo un espectáculo para niños, un concierto de rock y dos entusiastas jóvenes vestidos con idénticas camisas que elogiaron la política económica de Cristina Fernández de Kirchner al presentar el libro Una década ganada. Cuando uno de los jóvenes hablaba de “neoliberalismo”, se colaba una guitarra eléctrica. Cuando los payasos y los niños hacían una pausa en su espectáculo, irrumpían palabras como “fondos buitre”.
Desde las memorias de André Agassi (Open, Duomo Nefelibata) hasta Póker de ases en Malvinas (stand de Publicaciones Navales); desde los cómics de Marvel, las montañas de ofertas y el último de Haruki Murakami, hasta la totalidad del catálogo de La Bestia Equilátera, una editorial independiente argentina que rescata maravillosos autores; desde religión, cocina, ciencia y fútbol, hasta literatura pasatista, efectista, fundamentalista y clásica.
“Aitor Ñeenguirú se despertó confundido”, dice la primera línea de Almanegra (Suma de Letras), la novela histórico-romántica ambientada en las misiones jesuíticas del siglo XVIII, de Florencia Bonelli. La autora también firmó ejemplares con mucho éxito.
“La mafia mediática de la Argentina”, así comienza Mentime que me gusta (Aguilar), de Víctor Hugo Morales, quien presentará el libro en la sala Borges hoy jueves 7 y luego firmará ejemplares en el stand correspondiente.
“Hay una mujer en el estado de Nevada, a quien mentí de forma continuada, consistente y descarada, durante un par de horas”, dice Jack London (En la ruta, Marbot Ediciones), quien no firmará ni presentará nada porque no es necesario.
Aquí está su libro: pase, vea, hojee, compre y disfrute. Elogie al autor o insúltelo. Está en su derecho.