Unos productores rurales fuera de lo común se aprontan para entrar en escena pero todavía no saben qué tan viable será su negocio, y eso depende de las decisiones que tome el gobierno por estos días.
Unos productores rurales fuera de lo común se aprontan para entrar en escena pero todavía no saben qué tan viable será su negocio, y eso depende de las decisiones que tome el gobierno por estos días.
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En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] contactarte por WhatsApp acáLos floristas que se dedicarán a abastecer la demanda local de cannabis todavía no cuentan con la reglamentación de la Ley de Regulación del Mercado de Marihuana aprobada en diciembre de 2013. Por eso aún no se pueden hacer proyecciones claras sobre los modelos de producción que se aplicarían en Uruguay.
Las reglas que se determinen en el Poder Ejecutivo relativas a la seguridad de los cultivos, los impuestos y el valor de las licencias todavía se desconocen y podrían ser determinantes.
De todas formas, algunas cifras se manejan como punto de partida para los posibles productores. Si un establecimiento genera una tonelada de cogollos (flores de cannabis), de acuerdo con el modelo que elija —continuo, semestral o anual— los costos varían desde cerca de U$S 500.000 a poco más de U$S 1 millón, incluyendo la inversión inicial.
Tomando en cuenta que se busca que el gramo de marihuana compita con el “prensado” que hoy se comercializa en el mercado negro, el valor debería ser de entre U$S 1 y U$S 1,5. Esa limitante es la que hace que algunas de las posibilidades de producción no sean lo suficientemente rentables, ya que los costos de producción por gramo irían desde U$S 0,33 a poco más de U$S 0,7.
Los datos surgen de un análisis reciente elaborado por la organización Proderechos, que aborda la viabilidad de tres modelos distintos de producción que implican diferentes grados de tecnificación y cuyos costos varían significativamente entre sí.
Los gastos relativos a la seguridad y los de las licencias para establecerse como productor pueden cambiar sustancialmente la ecuación de los emprendimientos; también los impuestos que se puedan aplicar sobre el valor de los cogollos. De hecho, los cálculos prevén vigilancia las 24 horas durante todo el año, lo cual representa costos elevados.
Desde el gobierno se ha manejado la posibilidad de que los cultivos sean custodiados por militares o que los predios sean de propiedad estatal.
El estudio de Proderechos “no pretende ser un estudio detallado sobre la producción y su viabilidad”, señaló a Búsqueda Martín Collazo, uno de sus autores. “El objetivo es que sirva de partida para profundizar en las formas y en los costos, para que los posibles productores tengan otro insumo a la hora de evaluar la producción de cannabis”, explicó.
En el documento “Análisis producción de cannabis” se estudian tres modelos para generar una tonelada de flores en distinta cantidad de cosechas: de producción continua, semestral y anual.
El primero es el más costoso, ya que tiene mayores necesidades de tecnología. Supone un gasto elevado de energía para la iluminación y ventilación, además de un número mayor de empleados; en este caso se producirían 12 cosechas al año con unas 4.000 plantas.
La inversión del que elija ese modelo rondaría el millón de dólares, estima Proderechos.
En el otro extremo está el modelo anual o “estival”, que se logra con menos tecnología y trabajadores; la inversión sería algo mayor a los U$S 500.000.
En esta variante se utiliza más energía solar y las cosechas serían a lo sumo dos al año, con unas 2.500 plantas de mayor tamaño.
Un punto intermedio es el sistema semestral, que también requiere unas 4.000 plantas. Serían cinco cosechas anuales las que permitan llegar a la tonelada. La inversión superaría los U$S 800.000.
Los costos de cada modelo dependen en buena medida de la reglamentación y no incluyen el costo de la licencia ni del empaque del producto. Por ello es difícil por el momento establecer una rentabilidad de cada opción para producir.
Según analiza Collazo, la “producción estival con baja tecnología es viable, deja buena rentabilidad y la posibilidad de incorporarse a una cadena productiva con gran potencial”. Además, “sería posible que pequeños y medianos productores nacionales se incorporen”.
Para observar la rentabilidad que se puede obtener desde el inicio de la actividad, los autores analizaron los distintos márgenes que arroja el negocio cuando se amortiza la inversión inicial en tres, cinco y diez años.
En el informe se señala que “los márgenes de ganancia en el sistema de producción continua podrían no ser muy interesantes”, teniendo en cuenta la inversión inicial y que vendiendo a U$S 0,7 el gramo las ganancias serían de U$S 55.000 al año. “Si el productor recibiera menos por cada gramo de cogollo (…) la producción continua no sería rentable”, apuntan.
En el caso de la producción semestral, “la ganancia se vuelve interesante” cuando el productor recibe U$S 0,6 por gramo o más. La ganancia sería de U$S 7.600 al mes (U$S 91.200 anuales) en este caso.
Por último, el modelo anual “sería la única forma de producción viable frente a un ingreso del productor de U$S 0,4” por gramo. Si se amortiza la inversión inicial en 10 años, el ingreso mensual podría ser de unos U$S 2.800 (U$S 33.600 al año).
A su vez, en el estudio se explica que otros posibles usos de la planta de cannabis podrían generar una rentabilidad adicional a los productores.