Fernando Pereira busca ser un candidato “bisagra” que concrete la renovación generacional, la paridad y “un proyecto transformador”

entrevista de Martín Mocoroa y Raúl Santopietro 
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El paro general que realizó el PIT-CNT el miércoles 15 fue la última movilización para Fernando Pereira como su presidente. Al menos así lo tiene diagramado él en su cronograma, ya que el 25 de setiembre pedirá licencia hasta el 4 de noviembre, el día antes del Congreso de la organización, para dejar formalmente su cargo y pasar así a competir por convertirse en el próximo presidente del Frente Amplio. Su candidatura se venía consolidando hace días, pero él tomó la decisión de postularse luego de que el Partido Comunista oficializara su apoyo.

Tras unos 35 años en la dirigencia sindical, Pereira ya tenía previsto cerrar su etapa “en un horizonte relativamente cercano”. La oportunidad de ocupar la silla de Líber Seregni, como él dice, lo llevó a dar el paso antes de tiempo. Lo hace entusiasmado con un objetivo claro en caso de ser electo: la construcción de “un proyecto transformador de la izquierda” que “invite a enamorar”.

¿Cómo hacerlo? Pereira dice en más de una oportunidad a lo largo de la entrevista con Búsqueda que si gana la elección será quien concrete una renovación generacional, formando un equipo paritario y con dirigentes menores de 40 años. Quiere, también, “escuchar” y construir junto a la intelectualidad, la cultura, la ciencia porque, en su opinión, “el partido no puede ser solo la defensa de un gobierno; el partido tiene que ser creador de ideas”.

“El Frente Amplio hizo muchas cosas bien. Pero no hicimos ni la renovación generacional necesaria ni construimos con la gente. El cambio cultural no es que yo te dé ladrillos y mezcla; es que construya contigo”, sostuvo.

¿El miércoles 15 fue su última movilización como presidente del PIT-CNT?

—Y sí. Te podría decir que sí. Salvo que surja algo antes del 25 de setiembre, o pueda haber alguna movilización de algún sindicato, pero movilización central con paro general, sí. Es así. En cierta medida es un momento de duelo, ¿no? Empecé a ser dirigente sindical con unos 20 años y 35 años después voy a terminar una carrera que ni cerca imaginaba que me iba a llevar a ser presidente del PIT-CNT, que sin dudas es el cargo que con mayor honor he desempeñado. Obviamente también irme de mi sindicato. Y uno carga, para bien o para mal, con los duelos propios y también con los ajenos. Hay un momento en el que hay que poder decir “ya no voy a ser”. Incluso si no hubiera surgido esta propuesta, tenía como horizonte de salida un horizonte relativamente cercano.

Más allá del amplio abanico de sectores que impulsan su candidatura, ¿qué lo lleva a querer competir por ocupar la presidencia del Frente Amplio?

—Que tengo la convicción de que el pueblo uruguayo tiene que tener una construcción programática, ideológica y de forma que lo invite a transformarse: un proyecto transformador de la izquierda. Eso es una frase corta pero al mismo tiempo muy profunda, que te hace tener que interactuar con la clase obrera, con los cooperativistas, con los colonos, con los jubilados y pensionistas, pero también fuertemente con la academia, fuertemente con la cultura, fuertemente con la intelectualidad. Y no invitarlos dependiendo del partido que voten, invitarlos a pensar el futuro del país en perspectiva nacional. Desarrollo nacional, ¿cómo vamos a construir desarrollo productivo sin los científicos aportando? ¿Cómo es posible hacerlo? No es posible que nos hayamos dado cuenta que existen científicos cuando aparece un virus.

Usted decía que da este salto para que la gente se vuelva a “enamorar”. ¿La derrota electoral fue la prueba de que se “desenamoró” la ciudadanía del Frente Amplio?

—El Frente Amplio hizo muchas cosas bien. Pero no hicimos ni la renovación generacional necesaria ni construimos con la gente. El cambio cultural no es que yo te dé ladrillos y mezcla; es que construya contigo. Eso sirve para carreteras, para puentes, para política de salud y para reformas tributarias. La construcción de la izquierda es más compleja que la construcción de la derecha porque tiene que ver con hacer colectivamente. Esto tal vez se nos haya perdido en algún momento de la vida. ¿Esto quiere decir que fracasamos? No, porque a todos los gobiernos de Latinoamérica les gustaría recibir el gobierno que recibió Luis Lacalle Pou. Y a todas las izquierdas les gustaría terminar un ciclo electoral a un punto de la derecha coaligada. Pero no mirar que tuvimos un problema de construcción y que no supimos ver cómo construir con los demás es quedar obnubilado por los números. Solo con gráficas no vamos a convencer a alguien de que se enamore. Tenemos que poder mostrar que hay un modelo de desarrollo que defiende la izquierda que es sostenible, que es paritario —y este es un gran desafío— y que es crítico, porque puede mirarse los defectos y corregirlos.

¿Dónde cree que falló? En esa disputa cultural hubo quienes decían que el gobierno debió hacer más, otros que era responsabilidad de la fuerza política.

—En general, cuando los partidos llegan al gobierno desnudan a la estructura partidaria y visten al gobierno porque entienden que en ese momento pasa a ser lo sustancial. En cierta medida es razonable. Pero luego sin partido no hay política. Y la micropolítica, esa que hace un alcalde entregando un compost en Los Cerrillos como vi a Roncio el otro día, esa micropolítica es el abrazo al vecino y si la izquierda pierde esa micropolítica no hay dato macroeconómico que resuelva esta contradicción. Si a mi vecino le pasa algo y yo militante del Frente Amplio no reacciono inmediatamente y solidariamente, no hay macropolítica que resuelva esa situación. Y no es a empujones. Si yo me levanto y me doy cuenta de que solo tengo amigos frenteamplistas o sindicalistas, algo hice desastrosamente mal. Por suerte, en 55 años me levanto y tengo amigos de todos los partidos políticos. Y puedo conversar tranquilo porque en Uruguay no hay grieta. En todo caso, hay una grieta muy dolorosa que es entre los que tenemos cómo subsistir todos los días y quienes no tienen para comer. Es una grieta social, económica y cultural. Es dolorosísima. Y la izquierda tiene que tener una mirada humanista, no la puede perder nunca. Se puede perder una elección, un referéndum, no se puede perder el alma.

Se habla hace tiempo de la renovación generacional del Frente Amplio pero luego no se concreta.

—Bueno, pero si los que me apoyan quieren que sea presidente del Frente Amplio, no solo pueden decidir quién es el presidente sino apoyar al presidente que va a hacer una reforma generacional.

¿Usted será el presidente de la renovación generacional?

—Sí; y si no, no voy a ser. Porque no es de cualquier manera. No quiero vivir en Colonia y Ejido. Estaré muchas horas, pero quiero ir a las departamentales, quiero hablar con los legisladores, quiero intercambiar con los intendentes, quiero hablar con los ediles, quiero hablar con los dirigentes de base, quiero ver qué piensa la academia, la intelectualidad, la cultura, la ciencia y el deporte. Y eso lleva horas. Y también mirar la izquierda 30 años para adelante. Que no es probarlo con lo que ya probamos antes por más bueno que sea, es intentar que las nuevas generaciones levanten las banderas y lo puedan hacer mejor que vos. Yo miro hacia las divisiones inferiores y hay talentos muy importantes.

¿Ya sabe con quién trabajaría?

—Sí. Hay gente con la que quiero trabajar sí o sí y que tiene menos de 40 años. Entonces cuando digo renovación generacional es de verdad.

Usted es un candidato hombre de 55 años…

—Es que yo no soy la renovación generacional. Soy la generación bisagra. La bisagra podría optar por la generación senior, muy prestigiada y de muy buenos compañeros, o puede apostar por la generación de la renovación. Yo voy a aportar por la renovación. No porque tenga ninguna crítica a la generación que tanto nos dio, ¿qué más puedo hacer que agradecer? Ahora, hay que construir el Frente Amplio para 30 años después. Y ya aprendimos algo, si se llega al gobierno hay que poder tener un partido fuerte, sólido, potente en el territorio transmitiendo las ideas del gobierno, pero sobre todo transmitiendo las ideas del Frente Amplio, que a veces son superiores a las del gobierno. El partido no puede ser solo la defensa de un gobierno. El partido tiene que ser creador de ideas.

Antes decía que era necesario reconstruir el programa...

—Hay una agenda que se agotó. El Frente Amplio hizo una reforma tributaria, una reforma de la salud, una reforma de la matriz energética, mejoró el presupuesto educativo hasta casi el 5,2% del PIB, bajó la pobreza del 40% al 9%, bajó la indigencia en términos muy importantes, aumentó los salarios por encima del 52% y en algunos lugares como la educación por encima del 100%, votó una ley de negociación colectiva, de libertad sindical, de responsabilidad penal empresarial, generó condiciones para las ocho horas del trabajador rural, del sector doméstico. Y luego de esto que estoy diciendo, perdió. ¿Por qué perdió? Porque a todas estas conquistas no le pegó al lado el cambio cultural que ellas llevan. Y nos dejamos construir un relato que nada tenía que ver.

¿El Frente Amplio ya hizo su duelo tras perder el gobierno nacional?

—Sí, totalmente. Porque hizo el duelo juntando firmas. Escribió su autocrítica y está muy bien que lo haga, escribió su balance, escribió sus errores, pero al mismo tiempo salió a pelearla. Entendió que había una ley de mala calidad y que valía la pena.

No fue unánime el Frente. Y quizá fue el más tibio de todo el espacio Intersocial.

—Es así. Pero sucedió. Fue el más tímido, pero sucedió. Y el “sucedió” le hizo mover el tablero completo. De un tema sobre el que nadie hablaba hoy habla todo el mundo. Me da la impresión de que ese tema cambió el eje. Y para mí ahí hizo el duelo el Frente Amplio. Lo que no quiere decir dejar de mirar los errores, quiere decir salir del duelo.

¿Cuánto tuvo que ver el rol que ocupó en la recolección de firmas para derogar parte de la LUC en que hoy sea el candidato para varios sectores?

—No tengo ni idea. Pienso que debe haber tenido, pero un año antes me había planteado José Mujica la posibilidad de ser intendente de Montevideo. Rápidamente lo descarté, pero el tema estuvo como dos meses en la agenda. Y lo cierto es que ya ahí varios sectores habían pensado en esta posibilidad. La LUC debe haber tenido algo que ver, pienso yo. Pero no lo busqué. Cuando nosotros salimos a buscar firmas lo más probable era no llegar. El congreso va a definir qué rumbo tomar, pero luego hay una práctica política que el Frente Amplio tiene que tener que es aperturista. Construir las mayorías implica abrir los brazos a los demás. Tiene que entrar el desencantado, el que se molestó, tiene que volver el que se indignó. Pero además tienen que venir jóvenes que están ingresando a la política y tienen que venir a un proyecto que les permita opinar, no que le diga salí y pintá un cartel. Los jóvenes no quieren más eso. El cartel lo van a pintar igual pero lo quieren pintar conmigo.

Entre la dirigencia frenteamplista, el único reparo que ponen sobre su postulación es que pase de un momento a otro del PIT-CNT a dirigir el Frente Amplio.

—¿Cuál sería la escala?

—Quizás un tiempo de militancia en su sector sin ser presidente del PIT-CNT.

—Entonces ustedes me invitan a mentirle a la gente. Yo estoy un año fingiendo en otro lugar para que alguien no diga… ¿Ven la bandera del Frente Amplio colgada en la puerta de mi casa? Mi condición de frenteamplista nunca estuvo negada. Ahora, en el PIT-CNT represento una clase que son trabajadores privados y públicos, no represento a más nadie. En el Frente Amplio represento trabajadores también pero no a todos, representaré empresarios pero no a todos, aparte de la academia. ¿Por qué? Porque me propongo que el partido político haga transformaciones de fondo que tengan en cuenta a los trabajadores. ¿De dónde va a sacar los cuadros el Frente Amplio si no es del movimiento sindical, de la academia, de la intelectualidad? ¿Los va a sacar de la ARU? No. ¿Por qué no nos preocupamos de que alguien pase de la Federación Rural a ser ministro de Ganadería, Agricultura y Pesca?

Y visto desde el Frente Amplio, ¿qué vínculo apunta a tener con el movimiento sindical?

—Cada cual tiene que atender su juego. Yo dejo de ser dirigente sindical y no les voy a decir lo que tienen que hacer. Tampoco pretendo que me digan a mí lo que tengo que hacer ni al Frente Amplio. Pero el Frente Amplio tiene que tener el oído colocado ahí porque está parte de su base social fundamental como lo tiene que tener en el cooperativismo, en el estudiantado. Yo no voy a cambiar. Como dice la canción, “cruza muchos paisajes pero es el mismo río”. Sostuve la tesis de que estamos en un bloque social y político, con independencia, pero un bloque social y político de los cambios. Lo sostengo ahora y lo sostendré el mes que viene.

¿Cree que el respaldo de tantos sectores obedece a que ven esa necesidad de consolidar un frente social y político?

—Los líderes no son tan sofisticados como para autoconstruirse. Si alguien logra mayores niveles de consenso es por algo que ni siquiera esa persona sabe por qué es. Todos los que han venido a hablar conmigo me dicen cosas diferentes. Pero probablemente mi militancia social sostenida durante tanto tiempo haya permitido ver en dirigentes de base y de sectores a alguien que puede llegar a presidir a todo el Frente Amplio y no a una parte. Y ese es el desafío: ser la voz de todo el partido.

¿Qué hay en juego para el Frente Amplio en el referéndum? ¿Qué pasa si se derogan los artículos?

—El límite democrático y un contenido altamente regresivo. En cierta medida es entre los que defendemos el Estado como el que tiene que colocar su mano para redistribuir mejor los ingresos y entre los que creen en el Estado mínimo. Eso es lo que está en juego, si el Estado sigue siendo importante en la sociedad democrática o tiene que jugar un papel irrelevante. Si gana el sí, se derogan 135 artículos y se da una señal inequívoca de que de esta manera no se gobierna en el Uruguay. Inequívoca. Y los gobernantes —yo parto de la base de que Luis Lacalle Pou es un observador muy agudo— van a entender la realidad. Sé que en la izquierda toda no lo reconoce así, pero reconozco agudo a Lacalle Pou. Que tuvo una iniciativa política en medio de una pandemia, no hay discusión. Y en la región otros líderes de mayor envergadura no han tenido ese liderazgo.

¿Y si pierden el referéndum? 

—Ninguna derrota es definitiva ni ninguna victoria es definitiva. Son construcciones. Si no hacés por las dudas de perder, nadie haría nada. Si no llegamos, tenemos que hacer un balance de en qué fallamos; porque echarles la culpa a los demás no conviene, siempre conviene mirar hacia adentro y ver qué no fuimos capaces de explicar. Si tenemos la razón y no convencemos a la mitad de la población, algo no habremos hecho bien. Estoy convencido de que estamos construyendo una nueva mayoría y que esa mayoría se va a ver evidenciada en las urnas en el referéndum. Pero eso no se puede leer como que si se gana el referéndum cambió la ecuación política, porque sería un desastre. De la misma manera sería si el gobierno leyera que una victoria en el referéndum significa 10 años de continuidad. El gobierno ya recibió una señal que es potente, que son las firmas: de cualquier manera no puede ser.

¿Qué evaluación hace del año y medio de gobierno?

—Perdió la oportunidad de aplicar políticas compensatorias para los sectores que quedaron sin ningún tipo de ingreso. Que son los más débiles. Se cayeron varios prejuicios como, por ejemplo, que los uruguayos querían vivir del dinero del Mides y a la prueba está que se construyeron los jornales solidarios con $ 12.000 de salario y se anotaron 240.000 personas; es decir, la gente quería trabajar. Y no puede decir un país que ahorró US$ 600 millones si tiene 100.000 nuevos pobres. ¿Dónde está el error del gobierno? En su concepción. El gobierno está convencido de que el mercado va a ser el agente distribuidor y que el Estado tiene pocas cosas para arreglar. Y nosotros estamos convencidos de que el Estado tiene mucho por hacer.

¿Hacia el 2024 está todo perfilado entre Carolina Cosse y Yamandú Orsi? ¿Su nombre es una opción o al eventualmente ser presidente del Frente Amplio lo deja sin posibilidad?

—Mis amigos me preguntan lo mismo y yo les respondo que entiendo que no comprendan que mi objetivo es ser presidente del Frente Amplio. Eso lo entiendo. Pero tengo como objetivo ser presidente del Frente Amplio. No sé si hemos dimensionado que es la silla de Líber Seregni. Mi objetivo es ser presidente del Frente Amplio y tratar de hacer todas estas transformaciones, que es paridad, que es renovación generacional, que es construir un programa que enamore, que es construir la esperanza. ¿Ustedes saben lo que cuesta construir la esperanza? El referéndum fue construir esperanza. Ahora, ¿se puede construir una esperanza 30 años para adelante? Yo creo que sí.

  • Recuadro de la entrevista

Abdala, con “las mejores condiciones”

Contratapa
2021-09-15T23:42:00