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    Fuentes de inspiración

    N° 2058 - 06 al 12 de Febrero de 2020

    —Afuera es noche y llueve tanto… / ven a mi lado, me dijiste, / hoy tu palabra es como un manto, / un manto grato de amistad. / Tu copa es esta y la llenaste, / bebamos juntos, viejo amigo, / dijiste mientras levantaste / tu fina copa de champán…

    Enrique Cadícamo, autor de la letra de Por la vuelta, que comienza con ese verso, fue el más longevo y prolífico de los poetas del tango y un bon vivant, bohemio impenitente, apegado a esas noches que se disuelven en alcohol y mujeres. Pero aunque se podría hurgar en su múltiple anecdotario, lo interesante es que aparece en la épica de la música popular ciudadana como el más imaginativo para hallar fuentes de inspiración y también alguien que solía confesar solo algunas y dejar otras de lado.

    No es caprichosa la elección de Por la vuelta para demostrarlo. Es un tango que compuso, con música de su amigo José Tinelli, en 1938, el mismo año de intensa creación en que dio a conocer su famoso volumen de poesías lunfardas La luna del bajo fondo.

    En el único documento suscrito por Cadícamo al respecto, sus Memorias, habla del término de una relación amorosa personal, donde con su pareja resolvieron una eventual separación como un juego y con una apuesta: “El primero que llamara, perdería y volveríamos a intentarlo”. Y escribe: “Ni ella tomó nunca el teléfono para que yo oyera su voz, ni yo golpeé con mis nudillos la puerta de su casa. Todo quedó en un recuerdo lejano. Como una romántica evocación, se me ocurrió Por la vuelta”.

    Pero Cadícamo se quedó entre pecho y espalda con algo de lo que se habló mucho en ese tiempo de oro, y sobre todo luego de que escribiera Rubí, otro tango en la misma línea melódica y romántica.

    Por ejemplo, la influencia que, según unos cuantos historiadores, ejerció sobre él el dramaturgo y poeta francés Paul Geraldy —cuyo verdadero nombre era Paul Léfevre—, un escritor considerado simple, amado por el público femenino al que en sus obras contaba todas sus confidencias. Incluso su matrimonio con la cantante de ópera Germaine Lubin, quebrado por una infidelidad de ella con el mariscal Pétain.

    Mientras en Por la vuelta Cadícamo escribe: …después, quizás mordiendo un llanto, / quédate siempre me dijiste, / afuera es noche y llueve tanto… / y comenzaste a llorar…; Geraldy, en Adiós, dice: Te dejo; puedes partir. / Pero aguarda un momento, / está lloviendo. / Espera que deje de llover… / Quédate. ¡Ven! No escampa / y en la calle hace frío. / Ven, siéntate…

    A esto hay que añadir que precisamente en Rubí, ocho años más tarde, Cadícamo insiste en la misma imagen literaria: —Ven, no te vayas. / Qué apuro de ir saliendo. / Aquí la noche es tibia / y fuera está lloviendo…

    En fin, cada quien lo verá con su propia subjetividad.

    No hay que olvidar que de esta inspiración romántica —propia o plagiada como idea— Cadícamo supo saltar también a una circunstancia prosaica vivida por Eduardo Pereyra, músico entonces afincado en una pensión montevideana, que vivió unos apasionados meses con la dueña del lugar, una modesta aunque atractiva señora a quien le había escrito unos compases de tango, y crear nada menos que la imponente letra de Madame Ivonne, transformando lo ocurrido en una humilde y desvencijada cama en un poema inmortal.

    Volviendo a Por la vuelta, fue estrenado por la orquesta del propio José Tinelli, con la voz de Chola Bosch, su esposa, en 1938 y en radio Belgrano. Luego, en casi interminable sucesión —aún surgen renovadas versiones— el tango fue grabado por las orquestas de Francisco Lomuto con Jorge Omar, Juan D’Arienzo con Jorge Valdez, Alfredo de Ángelis con Julián Rosales y José Basso con Jogre Ortiz; entre las placas de solistas de renombre destacan las de Edmundo Rivero, Roberto Goyeneche, Raúl Lavié, Susana Rinaldi, Susy Leiva, Ruben Juárez, María Graña, Reynaldo Martín y Los Cinco Latinos.

    Es una joyita la versión de Lucio Demare con Eduardo Adrián, que comienza con el poema El adiós, de Belisario Roldán, recitado por el propio cantor. También lo grabaron Astor Piazzolla con Héctor de Rosas, Osvaldo Berlingheri y Atilio Stamponi.

    Julián Centeya, actuando en cafés y cabarés como glosador, presentaba el tango de Cadícamo y Tinelli sin “salirse del trillo”:

    —Está lloviendo afuera, tristemente. / Permanece a mi lado, dulcemente. / Te lo pide esta noche el corazón. / Tu copa es esta copa, nuevamente; / bebamos sin pensar que finalmente / sin llantos una vez te dije adiós.