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Era otro fútbol. En los clásicos se compartían las tribunas e incluso los elogios. No era raro escuchar a un hincha de Peñarol exaltar las virtudes técnicas de un jugador de Nacional. Había un espíritu caballeresco. Eran los años 60. Y bajo los palos aurinegros había un golero pequeño, casi siempre vestido de negro y con unos reflejos de pájaro: Ladislao Mazurkiewicz, quien murió ayer miércoles 2 a los 67 años.
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Eran tiempos en que Heber Pinto, el relator que televisaba con la palabra, nos ilustraba desde su cabina del Estadio Centenario que Mazurkiewicz había volado “como un Caravelle” y sacaba la pelota del ángulo. Es que Mazurka o Chiquito, como le decían, era una verdadera pesadilla evitando goles. Cuando se escuchaban las integraciones de los equipos, su nombre era de los más ovacionados.
Eran tiempos en que un defensa como Jorge Manicera salía del área eludiendo con elegancia. Incluso podía tirarle un caño al centrodelantero. Y si perdía la pelota, el desastre era inminente. A menos que en el arco de Uruguay estuviese Mazurkiewicz, como ocurrió en aquel legendario 0 a 0 en Wembley, cuando le aguamos la fiesta inaugural a Inglaterra en el Mundial de 1966. Y Chiquito tenía... 21 años.
Venía de Racing, donde fue compañero de Cascarilla Morales, un temible puntero izquierdo de Nacional, rival de toda la vida hasta que se terminaban los clásicos y solo había lugar para los saludos y los chistes. Eran otros tiempos.
Mazurkiewicz fue el mejor de todos, el más rápido, el que descolgaba centros con una sola mano gracias a su pasado basquetbolista, el que jugó tres mundiales con Uruguay y en el último, el de 1974, evitó que la derrota contra Holanda fuese una verdadera catástrofe. En ese partido, Pedro Virgilio Rocha, otro grande de Peñarol, eludió a un holandés, levantó la cabeza y para su sorpresa vio que tenía nuevamente al mismo jugador dispuesto a marcarlo. “Ahí me di cuenta de que el fútbol había cambiado”, dijo Rocha. Y estaba en lo cierto. Eran otros tiempos.
Heredó los guantes de la Araña Negra Lev Yashin. Le sacó goles cantados a Luisito Artime. Le ganó al River argentino de los hermanos Omega y al multimillonario Real Madrid. Fue un artista en evitar lo que debían concretar otros artistas, como Pelé. Eran los tiempos de Ladislao “Chiquito” Mazurkiewicz, un grande.