Nº 2188 - 24 al 30 de Agosto de 2022
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En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] contactarte por WhatsApp acáBorges, al describir sus personajes del poema Los compadritos muertos, apela a una figura literaria audaz: “(…) sombras vanas / en eterno altercado / con hermanas sombras (…)”. La idea de una estrecha y extraña relación entre personas, circunstancias o hechos históricos se ha usado muchas veces —quizás sin tanta belleza— como metáfora del vínculo, a veces difícil de descubrir, entre aquello que a simple vista parece no tenerlo.
Y en el tango, que siempre sobrevuela con su peripecia de casi dos siglos, he encontrado un ejemplo que quiero compartir: Tres esquinas, éxito monumental de la orquesta de Ángel D’Agostino con la voz de Ángel Vargas, fue compuesto, de modo instrumental, a principios de 1920 por el propio D’Agostino y registrado como Pobre piba. ¿La razón? Trabajaba en la compañía teatral Arata-Simari-Franco, presentando el sainete Armenonville de García Velloso y le pidieron un tango para musicalizar esa obra que trataba de cabarés y de pobres chicas que allí trabajaban.
Pobre piba pasó sin pena ni gloria, luego de un efímero éxito inicial. Pero 20 años más tarde D’Agostino, al cerrar una actuación en la boite Chez Nous y ante el pedido de un bis por el público, recordó de pronto la vieja melodía y la tocó de modo muy sencillo, sin partitura. Esa noche su amigo Enrique Cadícamo había ido a escucharlo; con inesperado entusiasmo le pidió el tema para escribirle una letra que “le andaba rondando la cabeza”. D’Agostino aceptó, claro, y los versos entregados días más tarde provocaron satisfacción tanto en el director como en su cantor, entonces ya llamado “El gorrión de Buenos Aires”.
Sin embargo, el tango demoró su estreno: había una suerte de transición melódica al inicio de la segunda parte a la que no le hallaba la vuelta. Tras varias pruebas, fue Ángel Vargas quien logró la solución: entre el final de la primera parte —(…) donde en la noche tibia y serena / su antiguo aroma vuelca el malvón / y bajo el cielo de luna llena / duermen las chatas del corralón (…)— y el inicio de la segunda —Yo soy de ese barrio que toma mate / bajo la sombra que da el parral (…)—, hace una pausa y recita solo dos líneas —(…) soy de ese barrio de humilde rango, / yo soy el tango sentimental (…)— que permiten un precioso solo del bandoneón de Alfredo Attadía, quien hizo el arreglo final, seguido por el violín, el piano y luego la orquesta a pleno. Cierre feliz para una obra inolvidable.
“La sombra hermana” del lenguaje borgeano, o la relación vinculante entre experiencias similares de idas y vueltas mientras los años pasan, se da con la historia que originó el nombre de este tango. El barrio Tres Esquinas, hoy zona de Barracas en Buenos Aires, debió su nombre a los antiguos galpones que a fines del siglo XVIII se instalaron en la orilla izquierda del Riachuelo para almacenar cueros, lanas, cereales y otros productos. Pero una vez impuesto el régimen de Rosas sus alrededores se convirtieron en un sitio preferencial de familias porteñas acaudaladas, en quintas señoriales al borde de la avenida Santa Lucía, luego calle Larga y hoy Montes de Oca, nexo principal entre la capital y el Riachuelo.
Todo cambió cuando la zona fue afectada por la epidemia de fiebre amarilla, patología traída por soldados que habían participado de la guerra de la Triple Alianza contra Paraguay, que provocó el abandono de esa área adonde, años más tarde, ya controlada la enfermedad, fueron instalándose las olas de inmigrantes que llegaban de todas partes. Tres Esquinas, devenido barrio de humildes trabajadores, se abarrotó de fábricas y de prostíbulos y cabarés: quedó convertido, sin denominación oficial aunque sí popular, en un amplio recodo cuyo epicentro estuvo en la actual esquina de Montes de Oca y Osvaldo Cruz.
Tres Esquinas también se llamaba la estación del antiguo ferrocarril que por allí pasó hasta 1910 y hubo un bar homónimo, cuya denominación fue cambiada a Cabo Fels, en honor al joven militar que, sin autorización, hizo el primer cruce en avión del Río de la Plata. Ese lugar, donde abundaban las fabriqueras —las lindas pibas de delantal, que cita el tango—, desapareció por la “piqueta fatal del progreso” en 1956 y se convirtió, como fue dicho, en el populoso y más amplio barrio de Barracas.
Yo soy del barrio de Tres Esquinas, / viejo baluarte del arrabal / donde florecen como glicinas / las lindas pibas de delantal…