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    Infinita creatividad

    Al Bicho Bonomi las garrafas no le dan alce.

    Hace unos meses fueron los anormales de Peñarol que le tiraron una desde el borde de la Ams­terdam a sus muchachos uniformados, que de milagro no mataron a uno de ellos y al perro que lo acompañaba.

    Ahora es la banda del gas, que le hace explotar garrafas adentro de los cajeros automáticos, y se los destripa para llevarse toda la guita que atesoran.

    Los detectives y los investigadores no dan con la tecla, y ninguno de los ingeniosos cacos ha sido detenido, ni identificado siquiera.

    Entonces el Bicho se nos despachó con una de sus más creativas soluciones: pongamos los cajeros automáticos adentro de las comisarías, con lo que los ladrones verían frustrados sus futuros intentos reventatorios de los artefactos dispensadores de dinero.

    Para ajustar los detalles de esta ingeniosa idea, Bonomi creó un grupo de trabajo, integrado por sus más refinados asesores, los que están trabajando, en sesión permanente, en un workshop destinado al brainstorming (hay que ver lo bien que quedan estas expresiones en inglés, tipo “CSI Montevideo”) para ver cómo corno se lleva a cabo esta iniciativa ministerial.

    De entrada nomás se descartó ubicar los cajeros automáticos junto al celdario de la comisaría, donde siempre hay uno o dos chorros esperando que los vengan a buscar para llevárselos al juez, o al fiscal, o a quien sea (este código nuevo nos tiene desconcertados) porque los chorros podrían pispear el pin del cliente que retira dinero, y después, pasando los brazos a través de las rejas, le afanarían su plata al usuario, cuando ya se haya retirado. Tampoco lo pondrán al lado del baño, porque los usuarios de los cajeros empezarían a pedir permiso para pasar “un minutito al baño”, quitándoles así la exclusividad de uso a los policías.

    El minuto fatal del intercambio de ideas sobrevino cuando uno de los integrantes del grupo informó que en la Rendición de Cuentas había un rubro muy importante para la realización de obras físicas, construcciones y ampliaciones en las comisarías de la capital.

    Lo primero que decidieron incluir en su informe fue la construcción, dentro de las comisarías, de pequeñas habitaciones especialmente destinadas a colocar el cajero automático, bien iluminadas y con garantía de privacidad.

    De inmediato otro de los asesores dijo que otro frecuente delito en Montevideo ocurre en las inmediaciones del BPS y de las instalaciones de las redes de pagos, en las que los jubilados van a cobrar su pasividad. Consiguientemente, dijo, deberíamos incluir en las comisarías casillas con ventanillas de pago, de manera que los pasivos asistan a las mismas con la tranquilidad de que los pibes chorros no les afanen sus menguados haberes.

    Para qué. De inmediato otro de los inteligentes fundamentó su genial idea. Para evitar que las maestras sean agredidas por madres insatisfechas con el trato que las docentes les propinan a sus polluelos, deberíamos proponer que las escuelas ubicadas en zonas de contexto crítico se trasladaran a las comisarías, asegurando así la presencia policial disuasoria de cualquier injusto ataque a las docentes de primaria.

    La siguiente idea no se hizo esperar: punguistas y rapiñeros pululan en el entorno de las sucursales bancarias en todos los barrios de la capital. Habría que hacer un censo, para ver cuáles sucursales han sido las más castigadas por los chorros que están al alpiste de los pobres ciudadanos que retiran en caja los fondos de sus cuentas, y de inmediato trasladar esas sucursales al interior de las comisarías, con lo que se obtendría una sensible reducción de esos delitos.

    Otro de los clever boys del workshop manifestó que otra de las zonas frecuentemente agredidas por ladrones, punguistas y oportunistas son las ferias vecinales, siendo sus víctimas señoras generalmente de edad avanzada, a las que les rapiñan monederos y carteras, ancianos a los que punguean mientras están comprando los tomates y las acelgas que les encargaron en su casa, y hasta feriantes a los que les roban mercadería de los cajones. Pues bien: habría que trasladar al interior de las comisarías los puestos de frutas y verduras de las ferias vecinales, de manera que los feriantes y sus clientes se salven de estas agresiones.

    Ni que hablar que la propuesta siguiente fue la de uno de los asesores que tenía cifras de las joyerías asaltadas por los cacos, y de las zonas donde están instaladas las mismas. El Cordón, la Unión y La Comercial son las zonas más castigadas, y hay en ellas unas 70 pequeñas joyerías. Habría que trasladarlas todas al interior de las comisarías, quitándoles así a los asaltantes de estos comercios la posibilidad de seguir hurtando y rapiñando cadenitas de oro, pulseras, anillos y relojes.

    Las ideas siguieron fluyendo como caudalosos ríos. Los expertos proponían una y otra vez originales soluciones a la comisión de delitos, por el simple traslado de diversas actividades y lugares víctimas de delitos al interior de las numerosas comisarías, que otorgarían un muro de contención a la creciente ola delictiva que castiga a nuestra indefensa población.

    Habría así adentro de las comisarías tiendas de celulares, quioscos de venta de diarios y revistas, almacenes barriales, fábricas de pastas, panaderías y pizzerías, donde se registran hurtos, rapiñas y homicidios, y hasta algún gimnasio, sitio en el que se denuncian cada vez con más frecuencia acosos sexuales en los salones de ejercicios, y hurtos en los vestuarios.

    Las comisarías se transformarían así en una especie de shoppings permanentemente vigilados por nuestros eficientes guardias civiles, y todos viviríamos más tranquilos.

    Ojalá que el Bicho apruebe las recomendaciones de sus brillantes asesores. Por el bien de todos, y por el de él también.