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    Jornada Continental contra Tabaré Vázquez

    El 12 de octubre, un jefe sindical brasileño estuvo en Montevideo para aconsejar al PIT-CNT, con otras palabras, que deben ejercer un sindicalismo amarillo respecto al gobierno del Frente Amplio. O sea, no molestar, acompañar, chuparle las medias. Y que ese ejemplo tiene que ser tomado por todas las asociaciones gremiales de trabajadores de la región para frenar el “avance de la ola conservadora”.

    En la mesa que presidió el debate escuchaban atentamente el ministro del Interior uruguayo, Eduardo Bonomi, y el presidente del PIT-CNT, Fernando Pereyra.

    El brasileño se llama Rafael Freire. Es dirigente de la Central Única de Trabajadores (CUT) de Brasil y tiene un lindo curro: es, además, secretario de Economía Política y Desarrollo Sustentable de la Confederación Sindical de Trabajadores de las Américas (CSA). Gracias a este cargo, viaja mucho. Y organiza reuniones internacionales de todo tipo.

    La última se desarrolló en Montevideo. Fue, con paro parcial incluido, entre el lunes 16 y el miércoles 18 de octubre. Freire quería traer al expresidente Lula pero no pudo venir. Quizá para esos días tenía que comparecer en alguna audiencia judicial por los múltiples casos de corrupción de que se lo acusa en su país.

    Freire sugirió a los sindicalistas uruguayos no cometer el “error infantil” de “caer en una tendencia que es la del independentismo ciego”. Cuando los gobiernos amigos no atienden algunas demandas sindicales, hay gremios que caen en la “tentación peligrosa” de juzgarlos “solo por esas demandas y no como un todo”. O sea, “el todo” (el apoyo a los gobiernos de izquierda) tiene que estar siempre por encima de los reclamos por salarios, condiciones laborales, despidos, etc.

    En Brasil, por ejemplo, Freire tendría que defender “el todo” de los gobiernos de izquierda que incluyó, por cierto, una espectacular disminución de la pobreza, un inicial manejo ponderado de la economía, una ilusión de que, por fin, habría una izquierda madura en el gigante de América Latina, pero también una trama increíble de corrupción con coimas que volaban de aquí para allá por miles de millones de dólares y con Lula, un presidente itinerante que viajaba a todas partes a “facilitarles” enormes negocios a empresas que no eran precisamente “compañeras” (salvo para pagar los sobornos), como Odebretch y OAS. Eso es “el todo” en Brasil.

    Mucho más recatado, el uruguayo Pereyra no ocultó su satisfacción por los cambios a favor de los sindicatos que se produjeron desde la llegada al gobierno del Frente Amplio en 2005, pero trazó un límite: la esencia de la independencia sindical, dijo, radica en que las decisiones de las asambleas siempre deben estar por encima de lo que piense el partido al que pertenezcan sus dirigentes. (Búsqueda, 19 de octubre).

    La cuestión es que la Jornada Continental finalmente se hizo, con el “parito para cumplir” incluido, del que no se enteró mucha gente porque la gran mayoría de los trabajadores no abandonaron sus labores. La gente no es idiota.

    Al cabo del encuentro el miércoles 18 —el anterior había sido en La Habana en 2015—, los participantes emitieron una declaración final cuyo tono sesentista sugiere que pasado mañana empezará una revolución con el mensaje del Che Guevara en la Tricontinental de 1966: va a haber “uno, dos, tres mil Vietnam”. Hay que estar preparados porque se viene.

    La declaración está firmada por la Confederación Sindical de Trabajadores/as de las Américas (CSA, el curro de Freire), la Coordinadora Latinoamericana de Organizaciones del Campo, la Vía Campesina, la Marcha Mundial de las Mujeres, los Amigos de la Tierra América Latina y el Caribe, los Movimientos del ALBA, el Centro Martin Luther King (no, no tiene su sede en Estados Unidos; la tiene en Cuba), el Capítulo Cubano de ALBA Movimientos, el Jubileo Sur/Américas, el PIT-CNT, la Internacional de Servicios Públicos y la Campaña para Desmantelar el Poder de las Transnacionales.

    La Declaración de Montevideo es un poco reiterativa, previsible y muy retrógrada. Pero hay que saber las razones que en el siglo XXI fundamentarán las revueltas populares, por qué habrá que “desalambrar”, por qué se precisarán “niños para amanecer”, cómo será “el hombre nuevo” y por qué “un fusil” sustituirá al brazo. Dice, entre otras cosas, las siguientes:

    Que “los movimientos, organizaciones sociales y diversas expresiones del campo popular de las Américas” son “herederos y protagonistas de las luchas contra el imperialismo y los regímenes militares en América Latina y el Caribe” y se levantan “contra la agenda neocolonial de libre comercio, privatización, saqueo y pobreza representada en el derrotado proyecto del ALCA”. Por eso, seguirán “luchando por una transformación sistémica contra el capitalismo, el patriarcado, el colonialismo y el racismo”. Cachetazos para el presidente Vázquez, el canciller Nin Novoa y el ministro Astori, fuertes impulsores del “libre comercio”.

    Que “el avance del Capital (lo escribieron así, con mayúscula) sobre los pueblos y sus territorios nos muestra que capitalismo, racismo y patriarcado forman un modelo entrelazado de múltiples dominaciones. La nueva ofensiva de fuerzas neoliberales profundiza los mismos mecanismos de acaparamiento de territorios, saqueo de los bienes comunes, explotación del trabajo y control de los cuerpos. (…) Las Empresas Transnacionales (también usan mayúscula para ellas; se ve que son importantes) y las élites nacionales asociadas (estas van con minúscula), son las mayores beneficiarias del modelo de globalización neoliberal. La arquitectura de esta dominación se expresa en los tratados de libre comercio y de inversión de nueva y vieja generación, cuyo garante es, entre otros, la Organización Mundial de Comercio (OMC)”. Otra vez el cuco del “libre comercio”, pero también hay para UPM y Montes del Plata, grandes “acaparadores de territorios” que al gobierno del Frente Amplio le encantan.

    Que, al mismo tiempo, hay un “sistema de endeudamiento perpetuo” que configura “un mecanismo de dominación, de condicionamiento del modelo productivo y de expropiación de los recursos públicos y bienes colectivos, al mismo tiempo que profundiza el lucro de las élites locales, cada vez más corruptas y dependientes del sistema financiero internacional”. Y sí: la deuda uruguaya crece respecto al PBI, pero eso se usa en Uruguay para paliar el déficit fiscal y así tener plata para ayudar a los pobres (al menos, eso se dice).

    Que la alianza entre las élites locales y los bancos profundizan los procesos de financierización de la economía y de la naturaleza”, con lo cual “se están destruyendo las bases nacionales y las competencias soberanas de los Estados para desarrollar políticas públicas ambientales y laborales en favor de los pueblos”. ¡Opa! La inclusión financiera destruye “las bases nacionales y las competencias soberanas”. Ojo con esto, Ferreri, que vienen con la hoz.

    Que “las instituciones de la democracia formal y el ejercicio de los derechos humanos se han convertido en un obstáculo para esa dinámica del capital. Eso explica la reducción de los espacios de la democracia, el desconocimiento de la voluntad popular, la criminalización y judicialización de la política”, y que hay que “construir democracias verdaderas”. Cincuenta años después, volver a leer “democracia formal” para referirse a la democracia republicana provoca náuseas.

    Que “la derecha continental pretende avanzar en la precarización de las relaciones laborales y la eliminación de la negociación colectiva, la desregulación de las contenidas en las reformas brasileñas y argentinas, así como la ofensiva de la patronal uruguaya contra la negociación colectiva en la OIT, son claros ejemplos de esa estrategia”. Bueno, al fin el PIT-CNT pudo meter un bocadito en esta masa.

    Que “la impunidad del terrorismo de Estado de ayer se convierte en base fundante de la impunidad de hoy del gran capital” (militares golpistas y empresarios, un solo corazón), que Estados Unidos “pretende reforzar su influencia imperial en la región y despliega una política de intervencionismo abierto” (¿sabrá Trump dónde queda América Latina?) y que “la permanencia de fuerzas de seguridad extranjeras en Haití (…) continúa la ocupación de ese pueblo” (¿qué dirán los soldados uruguayos que fueron enviados a ese país para ayudarlo a cuidar la paz por disposición de gobiernos frenteamplistas?).

    Que, obviamente, la dictadura de Venezuela es un ejemplo a seguir y que hay que cooperar con ese país “en guerra” debido a la “violencia paramilitar”, el “bloqueo económico”, la “asfixia financiera”, las “sanciones internacionales” (como la del Mercosur, con el gobierno de Uruguay como protagonista), la “criminalización mediática” y el “aislamiento diplomático”.

    Que, también obviamente, son “gobiernos progresistas y de orientación popular” la dictadura de Cuba, el sistema de presidencia matrimonial de Nicaragua y la Bolivia del presidente permanentemente reelecto Evo Morales.

    No, presidente Vázquez; no busque afuera. Ni Lacalle Pou, ni Bordaberry, ni Novick, ni Mieres. La oposición está adentro de los que se presentan como sus amigos. Y esos son los que no lo dejan gobernar.