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    La Universidad Tecnológica

    El Uruguay necesita una revolución en su educación terciaria. Su buque insignia, la Universidad de la Republica (Udelar), más que un buque parece un ómnibus viejo. Este ómnibus circuló durante varias décadas sin mayores problemas trasladando 30 o 40 pasajeros en un viaje que duraba en promedio unos siete años cubriendo diez destinos. Pero en los años 70 y 80 algo pasó. Más y más gente empezó a subirse al ómnibus. Al principio funcionó y todos vimos con agrado cómo el viejo vehículo seguía transitando ahora con su capacidad colmada. Pero esto no paró ahí. La gente siguió subiendo. Al principio, el chofer y el guarda agregaron asientos en el pasillo, pero como la gente seguía subiendo, no tuvieron más remedio que apretar a los nuevos pasajeros al grito de “pasando al fondo que hay lugar.” El chofer y el guarda estaban entusiasmados porque el ómnibus podía cargar mucha más gente de la que ellos imaginaron, y siguieron cargando. Habilitaron el techo para subir nuevos pasajeros y algunos hasta empezaron a viajar colgados como en los viejos Leyland con plataforma trasera. Sabían que la gente viajaba incómoda y sabían también que no podían atender a todos los pasajeros como debían ya que el ómnibus iba repleto y ellos seguían siendo dos y los asientos 45, como al principio. Pero lo importante, según decían, era subir a todo el mundo.

    El problema fue que, con tanta gente en el ómnibus, no se daban cuenta de que si bien nuevos pasajeros seguían subiendo por la puerta delantera, muchos más se caían por la puerta de atrás y otros muchos saltaban por la ventana cuando más o menos calculaban que estaban cerca de su destino porque, en definitiva, a la mayoría de los pasajeros nunca les interesó viajar siete años en la catramina y menos aún quedarse a trabajar en el destino final al que el ómnibus los llevaba. Pero bueno, era lo que había. La moraleja de esta historia es que no se puede dar un buen servicio a miles de pasajeros, algunos queriendo hacer viajes de larga distancia, otros con destinos locales o regionales y aun otros que quieren volver a viajar una vez que llegaron a su primer destino, con un solo ómnibus viejo, diseñado en Francia en 1806 con el objetivo de trasladar a 45 personas en un único viaje de larga distancia y que está en funcionamiento en el país desde que fue importado en 1849.

    La mayor parte de los uruguayos hemos aceptado pasivamente el desastre de nuestra educación, incluidas las decenas de generaciones de estudiantes que pasamos por la Udelar e incluidos también gobiernos y legisladores de todos los partidos. Por otro lado, una minoría que puede identificarse en parte con la militancia dura de los partidos de izquierda y de los gremios docentes, ha defendido a rajatabla este estado de cosas y aún hoy sigue marcando la cancha de la discusión amenazando con hacer pagar altos costos políticos a quien ose tocar, desde el gobierno o el Parlamento, alguna de nuestras vacas sagradas de la educación.

    En este contexto, la creación de la Universidad Tecnológica (Utec) es una señal muy importante desde el punto de vista político. Hay que tener en cuenta que desde la creación de la Universidad de la República en 1849, el Estado uruguayo no hizo absolutamente nada en materia de educación pública terciaria. Y hay que tener en cuenta también que con la Utec, el gobierno y el Parlamento le están diciendo a la Udelar que no creen que su oferta educativa sea la que hoy precisa el país, que no creen en la capacidad de la Udelar de diversificar su oferta de acuerdo a las nuevas demandas educativas y que, en definitiva, no creen  en sus planes de permanente expansión hacia el interior del país para hacer más de lo mismo. No es para menos. Si no se hace nada, el futuro solo puede ser peor ya que la demanda de estudios terciarios seguirá aumentando. En el promedio de los países de la OCDE, 85 de cada 100 personas que comienzan la escuela terminan el bachillerato y un 62 por ciento de los adultos jóvenes accede a estudios terciarios. En los países europeos, Estados Unidos y Canadá, el acceso a la educación terciaria se ubica en torno al 80 por ciento. En Uruguay, en cambio, el fracaso de la educación secundaria ayuda a reducir las presiones sobre la Udelar, ya que solo 39 de cada 100 personas que comienzan la escuela terminan el bachillerato. ¿Qué pasaría con la Udelar y nuestro vetusto sistema si transformáramos la educación secundaria y lográramos que 75 u 80 de cada 100 personas que termina primaria, termine con éxito también el bachillerato?

    ¿Cómo hacen los países de la OCDE para dar respuesta a una demanda de educación terciaria proporcionalmente mucho más grande que la uruguaya, asegurando acceso universal a una educación de calidad incomparablemente superior? Si aceptamos que el país debe realizar un cambio radical en su concepción de la educación superior, la primera preocupación debería ser entonces tratar de evitar por todos los medios extender el desastre actual a lo largo y ancho del territorio nacional. La creación de la Utec puede ser algo positivo si se transforma en una oportunidad para cambiar el rumbo general de la educación superior, pero para que esto pase, habría que empezar a mirar el bosque en lugar de discutir sobre un árbol.

    El primer paso, si nos basamos en lo que pasa en otras partes del mundo, es concebir un sistema de educación superior con diferentes instituciones que tendrán funciones específicas. En este contexto, la creación de la nueva universidad debe ser un primer paso de un proceso que le dé al Estado nacional el liderazgo y la iniciativa en materia de políticas de educación superior. Otras instituciones deberán crearse en el futuro para complementar a las instituciones existentes como parte de un plan general para la educación.

    En segundo lugar, hay que dejar atrás el modelo de la universidad napoleónica de 1806 encarnado por la Udelar. Ese no es el modelo. El modelo probado y que funciona es el norteamericano. Ya sé que a mucha gente no le gusta admitir esto y que en muchos casos se debe simplemente a razones ideológicas, pero no creo que a nivel mundial haya muchos desacuerdos sobre esto, así que habrá que asumirlo. Se puede incluso ser mas específico. Si nos focalizamos solamente en las universidades públicas de Estados Unidos, el sistema de la Universidad de California aparece como uno de los modelos que mejor podría adaptarse a la tradición uruguaya en educación. El California Master Plan of Higher Education de 1960 previó con gran lucidez los desafíos que enfrentaba el Estado en materia de educación terciaria y creó un sistema público de educación superior que compatibilizó la excelencia con la creciente demanda por educación terciaria. El plan para California estableció un sistema con tres niveles diferenciados pero totalmente integrados y articulados. Los pilares sobre los que se construye el sistema son los diez campus de la Universidad de California, liderados por el campus en Berkeley, la mejor universidad pública del mundo, con la misión de realizar investigación y docencia al más alto nivel, otorgando títulos de grado, maestrías y doctorados. El segundo nivel del sistema está constituido por los 23 campus del California State University System. Estas instituciones ofrecen títulos de grado y de maestría pero no de doctorado, y aunque se incluye la investigación como parte de su misión, la prioridad es la docencia. El tercer nivel del sistema está dado por 112 “community colleges” focalizados casi exclusivamente en la docencia y distribuidos en todo el territorio para facilitar el acceso a todo aquel que quiera continuar con estudios a nivel terciario. Si dividimos el total de universidades y “community colleges” por la población total de California y multiplicamos esos números por la población de Uruguay para tener una idea grosera de lo que sería un sistema equivalente al de California en nuestro país,  nos da que necesitaríamos dos universidades y diez politécnicos para empezar a pelearla en materia de educación superior. Dada la distribución de la población, la mitad de esos politécnicos deberían localizarse en Montevideo y la otra mitad en el interior. Habría que fundar la Berkeley uruguaya y crear otra universidad especializada en docencia que bien podría ser la Udelar si pasara a operar de acuerdo a las necesidades del sistema.

    En este contexto, y volviendo a la discusión sobre la Utec, hay una primera definición clave que se debe hacer: cuando se crea la Utec, ¿se está pensando en Berkeley o en los “community colleges”? No sé en qué se está pensando pero las señales hasta ahora son preocupantes. Si se piensa en Berkeley, entonces  se debe evitar a toda costa la atomización de su estructura. La investigación científica requiere masa crítica, concentración de recursos humanos y físicos. Sería un desastre que por compromisos políticos que no tienen nada que ver con la construcción de una universidad de investigación se atomizara a la nueva organización regionalmente. Si el objetivo es mejorar la calidad de la investigación e introducir la docencia a nivel de posgrado, se debe evitar malgastar esfuerzos y recursos abriendo oficinas en varias ciudades  y haciendo viajar a docentes itinerantes. Lo recomendable es exactamente lo contrario. Crear una infraestructura de servicios en torno a la nueva universidad que facilite el alojamiento de estudiantes que vendrán de distintos puntos del país y que hagan que la experiencia de vivir en un campus universitario sea parte del proceso de educación.

    Esto trae otro problema no menor que es el de la localización de la nueva universidad. El ex presidente Batlle tiene razón cuando pregunta: ¿quién va a estar dispuesto a mudarse con su familia para ser docente tiempo completo de la nueva universidad? Los docentes tienen familias, los cónyuges (muchos de ellos también profesionales) pretenderán trabajar; habrá demanda por centros de enseñanza primaria y secundaria para los hijos de estos docentes; se deberán brindar servicios para que la calidad de vida de los docentes y sus familias sea similar a la que tenían en la ciudad en la que vivían y/o se precisará pagar salarios que hagan atractiva la oferta de dejar sus ciudades etc., etc. Tal vez esto pueda tener éxito solamente si la nueva universidad se crea como parte de un proyecto de desarrollo regional, lo que requerirá de un significativo esfuerzo por parte del Estado en inversiones en infraestructura (incluyendo el propio campus universitario), educación, servicios y conectividad, entre otras.

    Por el contrario, si en lo que se está pensando es en la creación de “community colleges” o, en términos más criollos, de politécnicos enfocados en la docencia y la educación para el trabajo, lo que se ha hecho hasta ahora también es preocupante. Los politécnicos deberían ser institutos especializados en docencia, con vínculos directos con empresas e instituciones locales, e “incubadoras” de nuevas empresas que contribuyan al desarrollo regional. La clave aquí es autonomía de los institutos regionales, integración a las economías locales y flexibilidad académica y técnica para responder a las demandas locales. En contraste, la Utec ya tiene por ley un gobierno central (¡con cogobierno incluido!) y parece estar replicando el modelo Codicen, centralizando decisiones y burocratizando la operación de los institutos locales, y esto a mí me dice: más de lo mismo. Los politécnicos deben estar integrados a un sistema nacional de educación pero no a través de un gobierno común. Los vínculos deben ser curriculares y técnicos, no administrativos o de gobierno. Estos institutos deberán ser parte de un sistema que facilite el movimiento horizontal de estudiantes entre los institutos locales y las universidades de investigación nacionales haciendo posible que, por ejemplo, muchos estudiantes empiecen primer año a nivel terciario en su departamento pero puedan terminar su carrera en una de las universidades de investigación.

    Además de decir no al modelo Codicen para los politécnicos y no al modelo Udelar para las universidades nacionales, tendremos que empezar por aceptar que democracia y meritocracia pueden y deben ir juntas en educación superior. Los politécnicos deberán estar abiertos a todos los que habiendo terminado bachillerato quieran acceder a la educación terciaria. Para ingresar a las universidades en el siguiente escalón del sistema habrá que cumplir con mínimos requisitos académicos: promedio de notas y algún tipo de examen general de ingreso si se quiere entrar directamente a este nivel luego de finalizado el bachillerato o dos años con buena performance académica en el politécnico para “pedir pase” a la universidad. Estas exigencias deberán aumentarse para los estudios de posgrado y la formación de docentes e investigadores. En Finlandia, solo los buenos estudiantes pueden acceder a la carrera de magisterio. En Estados Unidos, la carrera de medicina es prácticamente un posgrado de enorme exigencia al que solo acceden los mejores estudiantes luego de finalizar cuatro años de estudios universitarios. Esto no es un capricho “elitista”, es un requisito que asegura la calidad en todos los niveles del sistema y que no es incompatible con la democratización del acceso a la educación superior. Los países que hacen las cosas bien aseguran calidad y acceso universal. En Uruguay, en cambio, confundimos acceso universal a la educación superior con acceso universal a medicina, abogacía o ingeniería. Pensamos, por ejemplo, que todo el mundo tiene derecho a seguir la carrera de medicina si así lo desea: para ser médico se precisa bachillerato terminado, voluntad y varios miles de litros de mate. Los resultados están a la vista: calidad por el subsuelo y menos oportunidades para todos.

    La preocupación para quienes observamos el proceso de creación de la Utec desde afuera es la falta de claridad y de objetivos. ¿No hay nadie en el gobierno o entre quienes redactaron la ley que pueda poner la creación de la Utec dentro del panorama general de lo que se quiere lograr en educación terciaria? ¿No hay nadie en la oposición que salga con claridad a decir cuál es la dirección a seguir y discutir con el gobierno este proyecto en el marco de una política de Estado con una perspectiva de largo plazo? ¿Tienen los partidos políticos asesores en materia de educación? Por lo que se lee en la ley que crea la Utec y las discusiones que precedieron su aprobación, parece que no. Más allá de las buenas intenciones, aquí la máxima que parece estar funcionando es la de que las sandías se acomodarán solas cuando el carro empiece a moverse. A la uruguaya.

    Alejandro Nin Pratt

    CI 1.535.582-2