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Hay una pregunta que parece obvia pero que el consultor y asesor político ecuatoriano Jaime Durán Barba entiende como la más importante y nunca deja de incluir en todos sus estudios de opinión: ¿Le cae bien o le cae mal el candidato? Un cuestionamiento simple con un respuesta determinante. El propio Durán Barba lo explicó el año pasado durante una exposición del Consejo Nacional del PRO, el movimiento político del presidente argentino Mauricio Macri. “En este mundo en el que las ideologías naufragaron, la gente no vota por alguien que le cae mal. Y si tiene mucha imagen negativa no puede ganar”, concluyó entonces, según publicó el diario Clarín en agosto de 2016.
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La imagen negativa de Macri, la antipatía que generaba este empresario en buena parte del electorado argentino, es algo en lo que se trabajó con intensidad y obsesión desde mediados de la primera década del 2000. También lo contó Durán Barba en un reportaje con el diario El País de España. “En 2005 el eje fue sacarle de la identidad de un apellido que producía miedo. Ahí pasó a ser ‘Mauricio’”, dijo. Fue una de las aristas que se empezó a pulir para quitar rechazo. Otra fue la de acortar la distancia que parecía existir entre el empresario millonario y el pueblo. Hubo trabajo ahí. “Nosotros siempre mezclamos a los candidatos con la gente porque creemos que vivir solo con otros políticos, empresarios, periodistas, intelectuales crea monstruos. Te embrutece”, explicó el consultor ecuatoriano. “En 2005, cuando empezó a llamar a las casas, un 60% de los porteños lo veía mal. Y él dijo: hay un 60% de posibilidades de que me puteen. Pero yo tengo práctica de años, la mayoría de la gente cuando se encuentra con un tipo importante a la puerta de su casa se desarma. Todos se sorprendían de encontrarse con un ser humano simpático, no con el burgués reaccionario al que hay que hacer un proceso de Moscú”, añadió.
Dos de las últimas encuestas de opinión difundidas hace unos meses pusieron foco en los niveles de popularidad de los potenciales presidenciables en Uruguay. En el oficialismo las noticias no son desalentadoras. El expresidente José Mujica y el intendente de Montevideo, Daniel Martinez, tienen un nivel de simpatía de 47% y 44% respectivamente y una antipatía de 38% y 28%, según la consultora Cifra.
Pero lo que quedó en evidencia es que los precandidatos del Partido Nacional, la colectividad política que hoy corre con más chances de disputarle el gobierno al Frente Amplio en 2019, tienen el viento en contra de la antipatía. Tanto Luis Lacalle Pou como Jorge Larrañaga presentan saldos negativos. Según Cifra, ambos superan levemente el 50% de antipatías. Otra encuesta, en este caso de la empresa Equipos, mostró que Lacalle Pou tiene 33% de simpatía y 52% de antipatía, y Larrañaga 19% de simpatía y 56% de antipatía. ¿Cómo hacer para bajar esa barrera del rechazo y captar nuevo electorado?Los asesores de ambos precandidatos saben que se enfrentan a un problema, pero a dos años de las elecciones no están delineando grandes estrategias apuntadas a bajar esos guarismos. Aunque algo se hace, no hay un trabajo específico, centrado directamente en este asunto.
Una fuente cercana a Lacalle Pou dijo a Búsqueda que en momentos en que hay una competencia más clara adentro del Partido Nacional puede favorecer algún grado de antipatía, incluso al interior de los votantes nacionalistas. “Es algo bastante tradicional en los blancos que eso ocurra, por lo menos en plan interna. Luego, hacia la elección nacional, esa antipatía se modera mucho y crece la simpatía. Pasó en el 2014”, explicó. La fuente agregó que lo que se está haciendo desde hace un tiempo para sumar simpatía es insistir con las recorridas y el mano a mano con la gente en sus propias casas, una estrategia si se quiere similar a la que usó Macri. “Es parte de la forma de hacer política de Lacalle Pou: mucho mano a mano en recorridas, en reuniones barriales o en casas de familia. Una fortaleza indudable de Lacalle Pou es el mano a mano. Se ha verificado en muchas reuniones cómo personas que a priori tenían la barrera alta, como se suele decir cuando existe antipatía, les cambia la impresión luego de estar con él, de escucharlo”, señaló el informante. “Esto no implica que este tipo de personas lo vayan a votar, puede que sí, puede que no. Pero les puede cambiar la imagen que tiene, a ellos y a su entorno”, agregó.
Algo en lo que también se trabaja es reunirse con todo aquel que lo pida, ir adonde se lo convoque, no filtrar: ir. “Hay que fortalecer ese rol de servidor público al servicio de la gente. Esa cercanía es la que cuando se transmite en imágenes o videos en las redes sociales, más comentarios positivos genera. El candidato en una situación cotidiana cualquiera”, señaló la fuente.
En aquella exposición del PRO, Durán Barba valoró que “más que comités”, se necesitaba ”manejar bien las redes sociales”, porque hoy la gente elige según lo que se muestra en Internet. “Si un candidato dice un disparate sobre cómo pagar la deuda externa, tal vez no pierda votos, porque es complicado, pero si el candidato adopta un perro y lo patea y sale en Facebook, pierde las elecciones. En cambio, hay gente que se encuentra un perro, lo incorpora a la campaña y el perrito gana muchísimos votos”, dijo en alusión a Balcarce, un perro que Macri adoptó como mascota en plena campaña presidencial.
Desde el entorno de Lacalle Pou dijeron que su imagen en medios y opinión pública es algo que se irá puliendo el año que viene, tras tener estudios de campo.
Sin maquillaje.
En el círculo más cercano a Larrañaga se analiza el tema de la antipatía sin caer en dramatismos. “Hay que tener en cuenta los diferentes públicos. Es lógico que quienes son vistos como competidores generen a priori una barrera. Ello hace que los líderes blancos sean vistos con menor preferencia tanto por el electorado frenteamplista, colorado, independiente y los seguidores de otras opciones”, señaló a Búsqueda una fuente de su entorno. Agregó que esto ocurre particularmente con los votantes del Frente Amplio porque son los rivales con chances de ganar. “Esas preferencias luego se redistribuyen a medida que el menú electoral se va acotando.”
¿Y se trabaja para bajar antipatía? Los asesores de Larrañaga dicen que “siempre” se trabaja en eso como en todas las dimensiones que involucran a un proyecto. “Lo importante es que ese trabajo no desvirtúe la genuinidad, la autenticidad, ni sea un maquillaje marquetinero que termine depreciando lo sustancial que tiene la política que es servir al ciudadano”.
Trump, Clinton y la búsqueda del equilibrio.
Para Adriana Raga, directora de la consultora Cifra, el rechazo en sí “no es un problema grande para los políticos —basta ver a Hillary Clinton o Donald Trump—, si ese rechazo está acompañado de apoyo de otra porción del electorado. Lo que importa es si generan suficiente adhesión. Y es ahí donde hay que focalizar: ver si tienen la capacidad de generar adhesiones más allá de las de la base fiel con la que ya cuentan”, explicó en diálogo con Búsqueda. Agregó que para eso es necesario atraer a esa gran masa de votantes que no están comprometidos con ningún partido ni con ningún líder político. “Esa gran masa de votantes está formada por gente relativamente menos interesada en la política, escéptica respecto a los partidos (y a los líderes), y no muy satisfecha con el gobierno”.
Raga resaltó que “no es una tarea fácil” para ningún político establecido, porque esos líderes tienen que convencer al menos a una parte de ese grupo que son mejores —o al menos diferentes— de los demás. “Para Lacalle Pou y Larrañaga eso significa convencer a parte del electorado que en las elecciones anteriores votó a un candidato del Frente para la presidencia”. Y advirtió que si no lo logran, un balotaje en 2019 “tendría un resultado similar al de los últimos ciclos electorales”.
Para el politólogo Adolfo Garcé, ganarse la simpatía entre los frenteamplistas puede generarles problemas para retener apoyo entre los electores de su propio partido. “Tienen que hacer un equilibrio difícil”, dijo. Y aclaró que el resultado de la elección no depende tanto de las antipatías o simpatías. “No se trata de caerle simpático a los votantes del partido de gobierno al precio de decir lo que los frenteamplistas tienen ganas de escuchar. El principal desafío que tienen es convencerlos de que sus propuestas son mejores. Tienen que persuadir. Para persuadir deben polemizar. Incluso, al precio de, en algún momento, irritar. Tienen que polemizar con el Frente. Y vencer en la polémica”.
Además, subrayó que deben ser capaces de mostrar que pueden liderar una coalición opositora, porque los blancos están “condenados” a gobernar en coalición. “O demuestran a tiempo poder cooperar con otros o no ganarán la elección”.