El ácido erúcico limitaba la utilización del aceite para la alimentación humana y los glucosinolatos en los subproductos afectaban la palatabilidad y digestibilidad de la harina.
El artículo menciona que una de las razones de por qué la colza pasó a ser una nueva alternativa al cultivo de trigo es porque su producción es muy sencilla, se realiza con los mismos implementos que requiere el cereal y se adapta muy bien al tipo de suelos donde se siembra. Posee una muy buena adaptación a climas templados y templados-fríos, por lo que se presenta como una interesante opción en los esquemas de rotación agrícola de Uruguay, argumenta. Y plantea que sumado a esto en sistemas de siembra directa o mínimo laboreo la colza se adecuaría en forma muy buena en lo relativo a rotaciones para minimizar problemas de enfermedades.
“El área sembrada entre colza (Brassica napus) y carinata (Brassica carinata) continúa en crecimiento, alcanzando en la zafra 2020 unas 114.000 hectáreas, un 56% más que en la de 2019, cuando se sembraron 73.000 hectáreas”, indicó la Dirección de Estadísticas Agropecuarias (Diea) en una encuesta divulgada en abril de este año. Estimó un rendimiento de 1.609 kilos por hectárea, 4,1% por encima del registrado en la zafra anterior.
En los últimos años la encuesta agrícola comenzó a relevar información de colza y carinata en respuesta al “notable crecimiento” del área sembrada, “constituyéndose en una alternativa a los cultivos de invierno tradicionales, gracias a la posibilidad de implantar los cultivos de verano de segunda en fechas más tempranas”.
En ese sentido, la Diea señaló que “tomando como punto de partida la zafra 2014-2015, cuando se estimó un área de 10.000 hectáreas, el crecimiento de la superficie sembrada ha sido constante, multiplicándose por 11 en tan solo siete campañas”. En la presente zafra 2021 el área de colza y carninata volvió a aumentar, esta vez el 40% para llegar a unas 160.000 hectáreas, calculó en junio la Diea. Y entre productores y técnicos agrícolas hay cierto convencimiento de que el total de la extensión plantada de esos cultivos se aproximará a las 200.000 hectáreas en los próximos años.
Beneficios y rentabilidad
“Es un crecimiento pocas veces visto en un cultivo, tal vez incluso más rápido de lo que subió el área de soja”, dijo a Búsqueda el asistente de dirección de la empresa IPB Semillas, Agustín Uteda, y comentó que el productor “le encontró la vuelta entre el manejo agronómico y la propuesta genética (semilla), para hacer que ese cultivo sea rentable”.
En el caso de esa firma la semilla es importada de Canadá y de Australia, y otras empresas la importan de Europa. Hay además “otros beneficios” al compararlo con cultivos de invierno como trigo y cebada, al ser una “opción adicional en las rotaciones”.
“Hoy se sabe que una soja que se siembra en un campo donde antes se sembró canola termina dando un rendimiento mayor en kilos por hectárea, en comparación a cuando se realiza después de haber plantado trigo o cebada”, argumentó, y acotó que eso es un dato “en promedio”, no es algo generalizado.
“La canola se cosecha los primeros días de noviembre y en ese momento ya es posible plantar una soja de segunda, porque viene después de un cultivo de invierno”, explicó Uteda, y comparó que si el productor pretende sembrar la soja después de cosechar trigo o cebada deberá hacerlo en diciembre.
Algunos técnicos también consideran que el cultivo de invierno que planten luego de hacer esa rotación entre primero canola, luego soja y seguidamente trigo o cebada tendrá un rendimiento mejor.
Para Uteda, entre los factores que podrían explicar esa situación figuran “el trabajo radicular de la canola en el suelo y que le agrega variabilidad al sistema en cuanto a la aparición de enfermedades”. “Si hacés trigo, soja y otra vez trigo, hace repetir el mismo rastrojo que queda en el suelo tras cada cosecha, lo que incide en la generación de problemas sanitarios que determinan resultados inferiores” al hacer las cuentas, sostuvo.
Sobre la posibilidad de que el cultivo de canola sea actualmente el más rentable de la zafra de invierno, los productores no se arriesgan a decir que lo sea, pero sí reconocen los indicadores favorables para el negocio.
“Depende del año, porque hoy la canola vale algo más de US$ 580 por tonelada y poder hacer una buena producción de esta es difícil para poder competirle al trigo o a la cebada”, dijo Uteda.
La explicación de eso pasa porque entre los productores se maneja una relación de dos a uno en cuanto a que la canola puede valer el doble que el trigo, pero el volumen cosechado por hectárea en los trigales también puede ser el doble del obtenido con la canola. “Actualmente, con ese precio ese cálculo está favoreciendo a la canola, por lo que hacer esa cuenta resulta injusto”, comentó, y aclaró que de todas maneras es “difícil hacer comparaciones”, porque la visión del productor va por el lado de “pensar en hacer las rotaciones y ver a los cultivos como complementarios”.
Igualmente, el técnico reconoció que si se logra cosechar unos 2.500 kilos por hectárea de canola, es difícil de alcanzarla en términos de rentabilidad económica con el trigo.
Como prueba de la intención del productor de combinar cultivos en sus chacras, Diea estimó un aumento del área de siembra de trigo de 6% este año respecto a la zafra anterior, llegando a casi 240.000 hectáreas, y también de la cebada con un incremento de 18% al comparar con la pasada para alcanzar unas 220.000 hectáreas.
Otro aspecto para rescatar del impulso que tomó tanto la canola como la carinata, aunque esta última en menor proporción de área, ya que se limita a un programa de fomento establecido por la empresa UPM, es la posibilidad de tener una alternativa rentable en lo económico y sustentable en lo ambiental.
Algunos productores consultados por Búsqueda valoraron que puedan contar cada vez con más opciones de alternancia en los cultivos, para el cuidado del suelo y la sostenibilidad futura de la producción.
No es lo mismo que la soja valga US$ 300 la tonelada y el trigo US$ 150, y al mismo tiempo ver qué valores hay en el mercado de los insumos, para luego decidir cómo conciliar el interés económico con el de la sustentabilidad de los recursos naturales, plantearon.
Ahora la soja está en unos US$ 500, la canola en US$ 580, la cebada a unos US$ 240, entre otros valores, lo que es favorable para tener más oportunidades de inversión.
La nostalgia del girasol
Tímidamente el cultivo de girasol tiende a reaparecer en el campo uruguayo, específicamente en chacras de zonas del sur, contribuyendo al igual que la canola con el tono amarillo y verde en el espacio natural.
Ese cultivo comenzó a plantarse en tierras uruguayas recién en 1936 con siembras de menos de 5.000 hectáreas, y creció rápidamente hasta 1958, año en que se sembraron casi 260.000 hectáreas. Así lo indicó el extécnico de la Diea, Camilo Saavedra, en un artículo publicado en 2010.
Señaló además que la declinación de esa producción también fue rápida a partir de ese año, hasta estabilizarse en el entorno de las 60.000 hectáreas a comienzos de la década de los ochenta, situación que perdura hasta mediados de los noventa. “A partir de ese momento, el cultivo tiene una historia de pronunciados altibajos, que incluyen cuatro zafras que superan las 100.000 hectáreas y una brusca declinación posterior, con un mínimo de 10.000 hectárreas en 2010”, repasó Saavedra.
En la encuesta agrícola de la Diea de abril de 2021 volvió a figurar el girasol con un área estimada de 2.000 hectáreas, y el registro anterior más reciente había sido en la zafra 2012-2013 con una extensión similar.
Respecto a qué tan posible es que vuelva a retomar fuerza y espacio ese cultivo en los próximos años, Uteda se mostró algo escéptico en cuanto a la velocidad y la amplitud de su recuperación. El técnico más bien se apoyó en una posición particular pero basada en el argumento de los propios productores con los que interactúa en las diferentes zonas del campo local, en cuanto a que la decisión de plantar girasol es porque le gusta visualmente el cultivo y tiene un contenido de melancolía.
A modo de graficar y generar una idea sobre ese punto, Uteda recordó una anécdota en la que un profesor en la facultad estatal de Agronomía comentó a sus alumnos que históricamente el ganadero criador, aunque ese no sea el mejor negocio del agro, igual seguía dedicándose a él porque le gustaba levantarse en la mañana y ver a la vaca parir el ternero. “Hay productores que extrañan y añoran al girasol, porque hubo una época que se plantó mucho y tal vez por eso ahora están haciendo fuerza para que vuelva, pero desde ese lado emocional”, opinó.