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    La controversia generada por la fijación del Erin Hills Golf Club como sede del último Abierto de Estados Unidos se mantiene

    A 15 días de la espectacular victoria del norteamericano Brooks Koepka en la 117ª edición del Abierto de los Estados Unidos, continúan las repercusiones acerca de la fijación de la cancha del Erin Hills por parte de la USGA para su certamen más importante.

    Es que la importancia que encierran los cuatro torneos Majors, los que conforman el Grand Slam, es muy grande en el mundo del golf, y va más allá de resultados, de cheques y de rendimientos individuales.

    En ese sentido, se ha desatado una polémica con respecto a la cancha pública del Erin Hills Golf Club ubicada en el estado de Wisconsin. Con solamente 11 años de inaugurada, 8.000 yardas de longitud y un único antecedente como sede de un campeonato de la USGA (el Amateur Championship del 2011), Erin Hills estuvo en la mira del mundo del golf al recibir el segundo Major del año.

    Los trabajos de preparación de una cancha para recibir un US Open llevan mucho tiempo, generalmente más de un año. Por este motivo la USGA fija las sedes con mucha antelación. A modo de ejemplo, ya se conocen las fechas y los clubes que organizarán el Abierto hasta el año 2026.

    Por cierto, otra habría sido la historia si la lluvia de los días previos al torneo no hubiera ablandado los greens y fairways, o si el viento hubiese sido un factor fundamental como lo fue en la ronda final. Pero el clima fue ese y no otro, por lo cual los mejores golfistas del mundo debieron jugar con esas condiciones.

    También es cierto y debe considerarse que la USGA venía de dos experiencias muy malas en las dos ediciones previas del US Open. Las condiciones en que fuera presentada la cancha de Chambers Bay en el 2015 y el polémico golpe de multa impuesto a Dustin Johnson (a la postre el ganador) luego de tres horas de ocurrido un incidente en el hoyo 5 de Oakmont el año pasado, habían dejado muy mal parada a la entidad rectora del golf estadounidense.

    Por esa carga, en esta edición no podían darse polémicas de ningún tipo, buscando retomar la conducción del torneo más importante y de mayor tradición del país del norte.

    “Perdiendo el espíritu”

    En la tradicional conferencia de prensa previa al comienzo del campeonato, el legendario Jack Nicklaus, ganador de 18 Majors, disparó con munición gruesa al afirmar: “Con la fijación de este tipo de canchas para el US Open, creo que se está perdiendo el espíritu del torneo”.

    Por su parte, el jugador Kevin Na mostraba a través de las redes sociales en uno de los días de práctica la altura del rough y vaticinaba un verdadero desastre para el desarrollo del campeonato.

    El norirlandés Rory McIlroy salió rápidamente al cruce afirmando que si “un profesional no puede acertar un fairway de 80 yardas de ancho, mejor se quede en su casa”.

    En una edición marcada por varios récords logrados, finalizados los 72 hoyos en Erin Hills, el ganador Brooks Koepka totalizó 272 golpes, score que iguala el récord del Abierto de Estados Unidos. Por otra parte, fueron 32 golfistas los que bajaron el par de la cancha al cabo de las cuatro rondas. En la tercera vuelta, Justin Thomas hizo 63 golpes igualando también el mejor registro para una vuelta que tenía hasta ahora el US Open.

    Evidentemente, estos resultados no tienen que haber dejado para nada conformes a las autoridades de la USGA, pero está claro que el clima jugó un rol fundamental a lo largo de todo el campeonato, por lo cual los planes y estrategias para la presentación de la cancha fueron totalmente distintos a los previstos originalmente.

    La cancha de Erin Hills tiene además de longitud (la más larga en el historial de más de un siglo del US Open), fairways anchos, greens ondulados pero no muy rápidos y un rough muy penalizante.

    Las opiniones en cuanto a si el Abierto de Estados Unidos debe volver a jugarse allí están sumamente divididas. La realidad una vez definido el campeonato es que el campo de Erin Hills separó claramente a los que jugaron bien de los que jugaron mal en la mejor prueba que debe soportar una cancha que recibe a un campeonato de primer nivel.

    Una opinión experimentada

    El ingeniero agrónomo Enrique Muñoz es asesor de varias canchas de golf de Uruguay. Desde hace más de 30 años trabaja con el Club de Golf del Uruguay, además de otras instituciones como el Cantegril Country Club, La Tahona Golf Club y La Barra Golf Club.

    Invitado por la USGA, Muñoz estuvo en el Abierto de Estados Unidos en 2004 cuando se jugó en Shinnecock y en el 2012 cuando la sede fue el Olympic Golf Club.

    “Creo que se armó demasiado revuelo en la previa con la cancha de Erin Hills y después de jugado el torneo varias voces se callaron. Sinceramente me gustó mucho el trazado, creo que este tipo de cancha nos vuelve a los orígenes del golf, esa es la esencia de este deporte para mí”, afirmó Muñoz.

    “Claro, a la mayoría de los jugadores no les gusta porque prefieren jugar en otro tipo de canchas. Por otro lado, usted sabe, la USGA venía de dos grandes papelones, por lo cual todos los detalles debían cuidarse al máximo. El gran tema fue que llovió mucho en los días previos al torneo, por lo cual la cancha se tornó mucho más receptiva y por otra parte el viento solo se notó en la última ronda. Eso explica en gran parte los scores tan bajos, algo inusual para la historia del US Open. Fueron cuatro días ideales para jugar al golf”, agregó.

    “La preparación de una cancha para el Abierto de Estados Unidos es algo extremadamente complejo, es un trabajo que lleva muchos meses. La aspiración de llegar a un nivel tan alto de exigencia no tiene nada que ver con el trabajo que se presenta en los clubes diariamente. La meta principal es llegar a un campo homogéneo desde el tee del hoyo 1 al green del 18, para que luego los mejores golfistas del mundo puedan demostrar sus habilidades. Personalmente me agrada el criterio de la USGA de alternar su campeonato más importante en canchas de diferentes estilos, creo que eso le hace bien al golf”, señaló.

    “Habrá que ver qué ocurre con estas canchas públicas, Chambers Bay y Erin Hills, luego de que pase el entusiasmo de los golfistas por jugar un campo que fue sede del US Open. A mi entender, no creo que vuelvan a recibir al Abierto por un buen tiempo”, finalizó el ingeniero Muñoz.