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    La crisis del 2002 y los planteos para la renuncia de Batlle (III)

    Sr. Director:

    En la pasada edición de Búsqueda, la Nº 1.913 del semanario, hay una nota en la que, haciendo referencia a un libro de reciente publicación, señala que en momentos de la crisis de 2002 un grupo de empresarios, abogados, contadores y economistas se había acercado al ex presidente Julio Sanguinetti y al vicepresidente de entonces, Luis Hierro López, para solicitarles que este asumiera la Presidencia en sustitución del Dr. Jorge Batlle.

    Tanto en la nota a la que me refiero como también en el citado libro que de inmediato leyera, aparece mi nombre entre los cuatro que son revelados en ambas publicaciones. Fue muy grande mi sorpresa y más grande mi rechazo a esa imputación. De acuerdo con el libro, quienes mencionaron ese acercamiento habrían sido el Dr. Sanguinetti y el Sr. Luis Hierro López. Aunque luego hubo algún “colgamento” de un tercero, del libro se extrae que uno y otro mencionan al citado grupo que en la contratapa del libro alguien que no se sabe quién, califica de conspirador.

    No conozco al Dr. Sanguinetti más allá de reconocerlo por su pasada investidura. Es en una reunión con él, según el libro, a la que habría yo concurrido con otros para solicitarle que el Sr. Hierro López tomara el lugar del Dr. Batlle durante la crisis de 2002. Aunque en una entrevista en la radio El Espectador y quizás otras veces según me dicen, el propio Dr. Sanguinetti ha precisado que no fue una reunión de varias personas sino con una sola —que no fui yo—, quiero señalar que al Dr. Sanguinetti lo vi personalmente tres veces en mi vida. La primera en 1977 cuando participamos en una mesa redonda en la que se trataran los efectos redistributivos de la política económica, algo que se enfocara desde posiciones bastante diferentes. La segunda ocasión fue hace exactamente 10 años, cuando únicamente cruzamos saludos en ocasión del fallecimiento de la madre de un ex presidente. Y la tercera fue hace algo menos de un año cuando, habiendo sido yo invitado por el Dr. Batlle a una reunión en la Casa del Partido Colorado —sabiéndome el Dr. Batlle liberal pero alejado de esa colectividad política—, volvimos tan solo a saludarnos. En ninguna otra ocasión estuve con el Dr. Sanguinetti, con quien no tenemos afinidad alguna y menos interés en mi caso, para realizarle una propuesta como la que se me endilga en un intento de pisotear mi dignidad.

    Del libro también se desprende que el grupo de “conspiradores” —término que se emplea en la contratapa de la publicación seguramente para hacerla más atractiva para su venta— se entrevistó con el Sr. Hierro López y se le hizo la propuesta a la que se me asocia junto con otras personas. Al ex vicepresidente colorado lo vi solamente una vez en mi vida. Esa ocasión sí se verificó en 2002, en plena crisis económica, pero no fue porque yo hubiese solicitado hablar con él y menos para plantear una medida política que, por mi profesión, nunca pude concebir. Soy economista pero no político y no me considero, entonces, capaz de evaluar lo que resulte de acciones de ese tipo. Fue el Sr. Hierro López quien me citó a su oficina en el Palacio Legislativo para, por espacio menor a media hora, solicitar mi opinión sobre la situación económica como más adelante también me la solicitaron dos miembros del equipo económico que sucedió al original del Dr. Batlle. El viernes 7, luego de la nota de Búsqueda del 6 de abril ya mencionada, me interesé, por intermedio de un amigo común, por saber si el Sr. Hierro López había entendido y señalado luego de nuestra reunión que mi presencia había derivado en opinión o propuesta como la que recoge el libro. La respuesta del Sr. Hierro López al amigo común fue negativa.

    Ante todo lo señalado, he llamado al escritor del libro para saber el origen de lo que escribiera a lo que me contestó que no me lo podía dar porque se consideraba que estaba bajo el secreto periodístico. En otras palabras, no me dijo quién o quiénes habían informado y afirmado lo que escribiera en su publicación. Grande fue mi sorpresa, no porque no supiera que el secreto periodístico es al menos como el secreto profesional que tantas veces he defendido, sino porque en este caso concreto lo menos que se imponía antes de publicar mi nombre era verificar la veracidad de lo recabado de la fuente. El escritor no me llamó para verificar si era correcto lo que le habían dicho. Quien lee esta carta a Búsqueda sacará sus conclusiones sobre la veracidad de lo expresado en el libro y sobre la profesionalidad del escritor.

    Y, por último, deseo referirme brevemente también al de los “colgamentos” o, más concretamente definidos, a los que hablan sin fundamento y en provecho propio o de sus inclinaciones ideológicas. En el libro se muestra que nada mejor para ese tipo de gente que proseguir en la línea de lo que el libro dice, sin siquiera indagar sobre su veracidad.

    No viene al caso mencionar mis antecedentes profesionales. Ni tampoco mis críticas habituales a las políticas económicas y macroeconómicas que se apartan del libre funcionamiento de los mercados. Solo a quienes no me conocen personalmente, a quienes no me leen desde que comenzara a escribir columnas en Búsqueda en agosto de 1976 y luego también editoriales en el semanario para pasar luego a las columnas quincenales en “Economía y Mercado” en 2001, puede intentarse hacerles aceptar una mentira con el fin de una venta mayor de un libro sobre el Dr. Batlle. Como son muchas esas personas que no me conocen ni me leen, es que he decidido escribir esta carta a Búsqueda. A quienes me conocen o me leen no hay nada que aclararles.

    Jorge Caumont