Nº 2185 - 4 al 10 de Agosto de 2022
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En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] contactarte por WhatsApp acáPor supuesto que no hablamos de aquella película del año 1968, en la que el inolvidable Peter Sellers encarnaba a un simple y torpe extra de cine, que tras ser despedido terminaba como invitado en una exclusiva fiesta de Hollywood. El título alude a la que se viviera el domingo pasado tras el arribo a nuestro país de Luis Suárez (aún hoy, uno de los delanteros más importantes del fútbol mundial) y tiene que ver con los entusiastas y multitudinarios festejos de los hinchas tricolores, desde su arribo al Aeropuerto de Carrasco, pasando por su ulterior traslado —en una interminable caravana de cientos de automóviles y de otros medios de transporte— hasta el Gran Parque Central, y, por último, ya en el interior de este, en una tocante ceremonia, que tuvo varios picos de muy honda emoción. Podría decirse que, durante todo ese trayecto y en el punto final de ese festejo, todo estuvo teñido de los tres clásicos colores que identifican al club que lo vio nacer. Lo que no impidió (y bueno es destacarlo) que también desde otras tiendas le llegaran a Luis muchas muestras de cariño, por el inalterable y trascendente vínculo que ha tenido desde siempre con la causa de la Celeste (la que —bueno es tenerlo presente— no deja de ser la razón última de su transitoria radicación en nuestro país, a fin de arribar al Mundial de Catar en su máximo potencial futbolístico). Conociéndolo a Luis, ello no significa que su llegada a Nacional sea un mero formulismo, pues —como lo hizo público, con la voz entrecortada por la emoción— vino a “pelear todos los torneos” en los que está jugando Nacional, y a ganarlos si ello es posible.
Cumplido este primer contacto del futbolista con la actual realidad tricolor, y con su gente, las horas siguientes han servido para que pudiera tomar contacto con el técnico Repetto y con quienes habrán de ser sus futuros compañeros, con la mira puesta en su eventual participación en el partido que Nacional iba a jugar ante el Atlético Goianense por la Copa Sudamericana, pocos días después. Sin embargo, por esas cosas del destino, debió hacerlo en una situación muy peculiar, tras la inesperada derrota que el día anterior había sufrido Nacional, en el arranque del Torneo Clausura, ante un Deportivo Maldonado que se le ha convertido en una suerte de “piedra en el zapato” (le ha ganado los últimos tres partidos que disputaron). El tricolor —que venía en alza en sus últimos compromisos por el Torneo Intermedio— se vio sorprendido por un rival que salió dispuesto a jugarle de igual a igual. Claro que se dio, en los primeros minutos, un hecho que vino a ser determinante en el curso ulterior del partido: Marichal (el defensa de mejor rendimiento en estos últimos tiempos) fue expulsado por dos amarillas, tras un par de infracciones casi consecutivas. Y, precisamente, en la ejecución del tiro libre que siguió a la última, Cantera sorteó la frondosa barrera con un remate muy preciso que dejó sin respuesta a Rochet y puso a su equipo arriba en el tanteador. El técnico Repetto optó por no recomponer la retaguardia y, si bien Nacional dispuso de alguna chance para empatar, cerca del final de ese primer tiempo otra definición del mismo Cantera, ante una salida a destiempo de Rochet, dejó al elenco fernandino dos goles arriba. En el segundo, el dueño de casa le regaló la iniciativa al rival y sufrió una expulsión, que dejó a ambos equipos en igualdad numérica. Minutos después, apenas ingresado a la cancha, el Colorado Ramírez descontó y puso a tiro a su equipo. Aunque Nacional se adueñó de la iniciativa, el local se defendió como pudo y finalmente se quedó con la victoria. Aunque ese inesperado contraste no alteró la euforia que, al día siguiente, sus hinchas desparramaron a raudales para celebrar el esperado regreso de Luis Suárez, igualmente quedó cierto grado de preocupación por la repercusión de ese inesperado traspié en la tabla anual, que podía ver recortada la muy amplia ventaja que le llevaba a su eterno rival.
Sin embargo, el lunes por la noche, Peñarol se encargó de disipar ese legítimo temor. Con el debut (se nos ocurre que exagerado en el número) de varios de los refuerzos contratados últimamente, no hizo sino repetir su incapacidad para concretar en gol las contadas oportunidades que generara (la única en que ello ocurrió fue anulada, a instancias del VAR, por un mínimo adelantamiento de un delantero en la jugada previa). A excepción de Kevin Méndez (quien fue mal sustituido para el segundo tiempo), las demás incorporaciones no lucieron y sorprendió mucho el bajísimo nivel de Brian Lozano. De todas maneras, el partido pintaba para un inexpresivo empate, pero ya casi en el final un penal bien sancionado (antes hubo otro cometido por Dawson, que el juez y el VAR ignoraron) le permitió al albivioleta quedarse con la victoria, sumiendo a su rival en una crisis que habría de llegar a un nivel ciertamente inesperado. Se equivocó Larriera al formar el equipo titular y también en los cambios de hombres y de tácticas realizados a lo largo del partido, dejando en duda que algunas de las recientes incorporaciones logren mejorar el paupérrimo y preocupante nivel actual del equipo. Peñarol tuvo todo para recortar la muy amplia diferencia que le separaba de la punta de la tabla anual y picar con ventaja en el Clausura, y lo tiró por la borda con una nueva derrota; ¡ya son cinco partidos al hilo sin ganar, en el Campeón del Siglo! No puede extrañar, por tanto, que Larriera ofreciera su renuncia, aunque sí asombró que ella fuera aceptada de inmediato por la directiva y que rápidamente se eligiera a Leo Ramos en su lugar (¿acaso no hubiera sido más productivo un interinato de Pablo Bengoechea, que fue quien asesoró la contratación de los futbolistas recientemente incorporados?).
Pero esta sucesión de hechos diversos en estos últimos días vino a tener un colofón ciertamente inesperado, como lo fue la sorpresiva derrota de Nacional ante el Atlético Goianense, el martes por la noche, que pone en serio riesgo su continuidad en la Copa Sudamericana. Y, si eso no fuera de por sí bastante, el ansiado debut de Suárez, en esta su nueva etapa en el equipo tricolor, vino a darse en circunstancias particularmente desfavorables: pasado el primer cuarto de hora del complemento (no pareció físicamente apto para jugar más minutos) y sin que pudiera asumir el rol protagónico que de él se esperaba.
Esta derrota impensada en nada afecta, empero, el título elegido para esta columna. Es que aún quedan varios capítulos por delante, y la imprevisible vuelta a nuestras canchas de un futbolista de fama mundial seguirá siendo una inolvidable fiesta para todos.