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No hay margen para perder. La mala cosecha de invierno —trigo y cebada— y los actuales precios de los granos, especialmente en soja, cultivo del cual se va a completar una siembra de 1,5 millones de hectáreas, obliga a los agricultores a manejar los costos con muchísima precisión para intentar obtener el mayor beneficio posible. Sin embargo, son conscientes también, si se confirman las previsiones de un evento “Niño” para este verano, que deberán lidiar contra una población de lagarta que podrá disminuir los potenciales de rendimiento y con ello hacer polvo la posible rentabilidad del cultivo. Y especialmente con la Helicoverpa gelotopoeon, la tan temida lagarta “bolillera”.
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Por estas fechas, muchas empresas proveedoras de insumos ponen a disposición de los productores una batería de insecticidas y fungicidas, y brindan asesoramiento técnico tanto sea en forma individual como en seminarios, charlas y conferencias.
Dentro de este marco, la firmas Solaris y Basf realizaron, sobre mediados de diciembre, cuatro jornadas en los departamentos de San José, Durazno, Río Negro y Soriano, de las que participaron como disertantes los especialistas Willy Chiaravalle, director de la consultora Entoagro, sobre manejo de insectos plaga, y Marcelo Carmona, profesor de Fitopatología en la Universidad de Buenos Aires, sobre enfermedades de los cultivos.
Chiaravalle señaló a Campo que el centro de su presentación en estas reuniones apuntó a generar conocimientos para desarrollar estrategias para el manejo de poblaciones de insectos y explicó que en un año como el actual, bastante más húmedo de lo normal en el país, se espera la aparición de lagarta en número y especie bastante más importante de lo que habitualmente se presenta.
Desarrollar estrategias
El técnico dijo que de todos los grupos de insectos que atacan las hojas, para las lagartas es para lo que se dispone de más y mejores herramientas, pero agregó que el problema es que hay algunas especies, como la “bolillera”, que atacan directamente las vainas por estar muy abajo del cultivo y que comen tejido a donde los insecticidas es imposible que lleguen, como el grano, y que a su vez son menos susceptibles a los insecticidas que otras especies, lo que las hace bastante más difíciles de controlar. Por este motivo, Chiaravalle insiste en que para controlarla es necesario desarrollar una estrategia.
Explicó que la lagarta “bolillera” se comporta igual que las otras especies hasta el estado reproductivo y que de ahí en adelante pasa a alimentarse de los frutos, lo cual la convierte en mucho más dañina que las demás.
El especialista dijo que su propuesta es manejarla como una lagarta común, aunque utilizando dosis diferentes de insecticida hasta el estado reproductivo y agregó que “el secreto es que en esa etapa no tengamos poblaciones grandes ni lagarta de los últimos estados de desarrollo, sino, como mucho, lagartas pequeñas, que son bastante más fáciles de controlar”.
Sobre la forma de aplicación, señaló que hasta que el cultivo “no cierre el surco”, tanto la aplicación aérea como la terrestre son perfectamente utilizables y después de esa etapa, el avión tiene más dificultades por los volúmenes de líquido que utiliza para penetrar y que las gotas lleguen abajo. De todas maneras, dijo, “en cultivos muy cerrados ambos métodos tienen dificultades, no hemos solucionado eso”. Según explicó, la dificultad radica en que las especies de lagarta que generalmente están en el tercio inferior de la planta toman contacto apenas con menos del 30 % del tóxico aplicado, por lo que son muy difíciles de matar, y en muchas aplicaciones, no llega absolutamente el insecticida. El 70 % del producto queda en el tercio superior de la planta y el otro 30 % en la parte media, y abajo “a veces no llega nada”.
“No somos asesinos de lagartas”
Chiaravalle enfatizó con ironía que “somos productores de granos, no asesinos de lagarta” y dijo que lo que se busca es tratar de evitar el daño en los cultivos, y no matar a los insectos. Agregó que para eso es necesario desarrollar una estrategia basada en el monitoreo permanente con un seguimiento semanal de las poblaciones, la identificación de las especies que están presentes, y la adopción de medidas “solo cuando verdaderamente es necesario realizar aplicaciones” y utilizando un producto “lo menos tóxico posible” para que tenga un menor impacto sobre los “enemigos naturales” y variando su aplicación en su sitio de acción, es decir, donde actúan en el metabolito del insecto.
Dijo que la consultora que dirige posee datos con resultados sobre estas estrategias de tecnología desde el año 2000, y que no se han registrado problemas hasta el momento.
Este especialista consideró que “lo que es necesario es aprender a razonar la naturaleza, las chacras, por qué está pasando lo que sea, ya que a partir de ahí se pueden desarrollar estrategias exitosas. Explicó que de lo contrario, si lo único que se evalúa es el insecticida y la dosis “muchas veces no va a dar el resultado que yo quiera y la bolillera es un ejemplo típico”.
Respecto a otros insectos, dijo que en soja siempre está presente la chinche y hay productos eficaces que la controlan sin problemas, a diferencia de la lagarta, que aparece desde la emergencia del cultivo hasta la cosecha.
Aunque en el caso de los insectos, estos aún no ofrecen resistencia a los productos, Chiaravalle considera que “los insecticidas son una herramienta en que lo importante es tratar de varias formas los principios activos para aplazar su apercibimiento”.
Dijo que así como en las malezas se generó el problema, con la carnicera o el rye grass, “no sería raro que si hiciéramos un manejo similar con los insectos, apareciera también resistencia” aunque agregó que “por suerte, a diferencia de las malezas, para el control de insectos el número de principios activos es bastante más grande y permite elegir entre varios”.
Sugerencias
El Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA) de Argentina elaboró y distribuyó una cartilla con ocho recomendaciones para el control de la lagarta “bolillera”. Sugiere: 1) Observar los brotes terminales de soja. Un ligero plegado indica presencia de larvas; 2) Tomar 10 plantas al azar (no contiguas) en cuatro zonas del lote, y determinar el porcentaje de plantas con larvas; 3) Detectar presencia, o no, de huevos. Son blanquecinos, individuales y en brotes terminales de las plantas; 4) Si hay camadas de huevos, no apurarse a tomar decisiones de control, siempre que no haya cortes de brotes y tallitos tiernos; 5) Para el control de larvas utiizar insecticidas que tengan acción translaminar, o bien sistémica; 6) Si la soja está muy chica, tener en cuenta que la residualidad será exigua, o mucho menor a la esperada; 7) Si la soja tiene un desarrollo mayor, conviene usar insecticidas de largo poder residual y protectores de la fauna benéfica, y 8) En aplicaciones terrestres, lo anterior significa “gotas chicas y protegidas”, mediante el agregado de adyuvantes que permitan lograr buenacobertura del producto.
Fungicidas
En las jornadas organizadas por Solaris y Basf también se abordó el tema de enfermedades de las plantas y la utilización de fungicidas. Marcelo Carmona, profesor de Fitopatología de la Universidad de Buenos Aires, fue el encargado de referirse a estos aspectos. Dijo a Campo que la idea fue presentar un mensaje concreto sobre cuándo hay que utilizar fungicidas, sobre todo en un año tan desafiante como este, que aparentemente será un año “Niño” y donde el precio de la soja está en baja.
El especialista consideró que la decisión técnica por un lado, y la decisión económica por otro, “están en una balanza donde el productor va a tener que hacer inclinar para uno u otro lado”. Dijo que “obviamente” su voluntad es que se incline hacia el lado técnico. “Es decir, que si tienen que aplicar, que apliquen, que no retrasen, que no disminuyan tecnología en función de una posible especulación con los precios”.
Señaló que podía entender las dudas del productor en hacer las aplicaciones o utilizar tecnología, cuando viene de una mala cosecha de trigo y cebada, pero que la única manera de resolver los problemas es aplicando métodos científicos para saber cuándo utilizar el fungicida correctamente.
Carmona señaló que si bien la zafra viene muy bien, con un perfil hídrico “muy bien establecido”, ya están apareciendo algunas enfermedades de fin de ciclo en forma temprana, pero aclaró que “eso no es alarmante y no hay que utilizar fungicidas en la etapa vegetativa”. Sin embargo, agregó que ya se está indicando que el hongo está presente en los lotes y que eso va a determinar que seguro van a tener que usar tarde o temprano fungicidas.
En soja, particularmente, las enfermedades foliares y los hongos de suelo que causan pudrición de raíz y tallo son los dos grupos más importantes de problemas. Para el especialista, “la correcta detección de estas enfermedades es el primer paso antes de tomar una decisión. Monitoreo con la lupa encima, en la detección de los síntomas y la fructificación de los hongos correspondientes,”, recomendó.
Dijo que “el bolsillo muchas veces manda, entonces el agrónomo tiene, como misión fundamental, centrar el tema en lo técnico, porque decisiones basadas en riesgos monetarios, en situaciones económicas, en persecuciones si no alcanza el dinero cuando la soja está baja, conlleva muchas veces a costos superiores que no son contabilizados al momento de tomar la decisión”.
Otros cultivos de verano
Para los casos de los cultivos de maíz y sorgo, donde el uso de fungicidas es muy escaso, Carmona dijo que “no está entendido todavía” y que el tema requiere de “expansión” y “capacitación”.
Señaló que el conocimiento es la clave de todo, y que una persona puede tener “la mejor tecnología, todo el dinero del mundo, pero si no sabe invertir conocimiento por hectárea nunca va a ser rentable. El conocimiento está en el cerebro, en la contratación de un ingeniero agrónomo, en un monitoreador y son cosas tan sencillas que no tienen ni comparación con la biotecnología, y sin embargo es esencial, es un eslabón de la cadena de rentabilidad”.