—En sus primeras entrevistas usted planteó que habrá más continuidad que cambio en relación con la política de drogas del anterior gobierno, en particular con el enfoque de reducción de daños como principal estrategia. ¿Es correcta esa lectura?
—No podemos empezar el país cada vez que cambiamos el gobierno, eso es así. Tenemos que acumular. Nadie inventó en el Uruguay las políticas sociales, como se pretendía, y tampoco nadie ahora va a venir a dar un bandazo; el país tiene una continuidad, una historia, unas tradiciones, una acumulación de aprendizajes de la que podemos estar orgullosos. Y eso también incluye la tarea que se puede haber hecho en esta secretaría, independiente de que haya cosas eventualmente modificables o procesos que sean acelerados. Me parece que hay que construir a partir de la inercia de las cosas que se han hecho bien.
—El presidente Luis Lacalle Pou ha insistido mucho con la “libertad responsable” para definir la estrategia de respuesta a la pandemia. ¿Ese concepto se aplica mejor con un enfoque de reducción de daños del consumo que con la búsqueda de consumo cero?
—Sí. Ahí diferenciemos cosas. ¿Hay algunos usuarios problemáticos de drogas que sean tributarios de ir a un tratamiento que sea cero consumo? La respuesta es sí, hay. Ahora, en términos de políticas públicas eso no funciona, la sociedad no puede tener cero consumo. Y la decisión de quién puede tener cero consumo y quién no será una decisión fruto de la relación terapéutica entre un equipo de salud y un usuario problemático, sobre la cual no me parece que ni la política ni la normativa tiene que decir cosas. Ahora, en términos de políticas públicas la estrategia tiene que ser de manejo de riesgos y reducción de daños, definitivamente. Eso vale para los usuarios problemáticos de sustancias y para el resto de las cosas de la vida. En una sociedad vos lo que siempre tenés que tratar es de manejar los riesgos y de reducir los daños, particularmente en el consumo de sustancias. Si partís de la base, además, de un enfoque de derechos humanos, que es que la gente va a elegir cosas.
—Al criticar las estrategias abstencionistas, su antecesor en el cargo, Milton Romani, dijo que no hay “superhombres”.
—Por suerte, por suerte somos así, imperfectos.
—Se cumplieron tres años del comienzo de la venta de marihuana en farmacias. ¿Qué balance hace de la ley?
—Me parece que hay cosas buenas y hay algunos debes. Me parece que no se cumplieron los augurios catastróficos, eso no está pasando. No comparto el discurso que dice que esto condujo a una disminución de la percepción de riesgo; me parece que puede ser en algunos casos, pero que en términos globales no operó así. La curva de consumo, si la mirás en el tiempo, no se modifica. Es verdad que hay más consumidores, pero esa era la tendencia, y no se modificó sustantivamente. Hay quien dice que se suponía que esto venía para combatir el narcotráfico y no se logró porque sigue tan campante. Bueno, yo creo que ese fue un enfoque equivocado, creerse que esto era para combatir el narcotráfico. También, eventualmente, para competir por el mercado. Lo mismo que haber asociado el lanzamiento de una lógica regulatoria con la inseguridad pública, que fue aquello de las medidas por la seguridad y la convivencia. Todo eso contribuyó para que algunas voces se alarmaran.
Con respecto a algunas cosas que son insuficientes: la primera es que la oferta de cannabis psicoactivo para uso no médico no está siendo suficiente, no somos capaces de satisfacer la demanda. Desde el 2017 se vendieron más o menos cuatro toneladas de marihuana, en las dos variedades que tenemos, lo que suman unos US$ 5 millones. Son US$ 5 millones que fueron a las cajas de las farmacias y que hubieran ido a parar al narcotráfico; llegó el momento para hacer ese balance. El problema es que nosotros sabemos que hay mucha más gente que no está comprando en las farmacias. Conclusión: tendríamos que mejorar nuestra oferta en las farmacias.
Todavía no he hablado con el presidente, pero lo que queda claro es que tenemos un predio donde se cultiva marihuana psicoactiva para uso no médico, en el que hay dos empresas produciendo y otras tres que tienen autorizaciones. El tema que tenemos ahí, me parece, es un problema de productividad. Se supone que estas empresas tienen un tope de producción de dos toneladas y entre las dos sumadas producen menos de una tonelada, y no es porque no quieren. Nosotros cultivamos en invernáculos y el cultivo tiene una impronta estacional importante; capaz que habría que aprovechar más el verano para cultitvar a cielo abierto, lo que te permita abastecer en los meses fríos, donde la producción va a ser más baja. Esto lo digo desde la intuición y por algunas consultas, no es solo un problema de sentido común, sino que hay también limitantes jurídicas.
—El criterio del contrato con las empresas seleccionadas obligaba a una producción en espacios cerrados.
—Es cierto. Y si cambiás los criterios tenés que ver qué va a pasar desde el punto de vista jurídico, pero tampoco podés estar preso de una cosa que limite la productividad. No sé, hay que pensarlo, son cosas que estoy hablando con los técnicos. Lo cierto es que si tenemos cinco empresas produciendo tendremos capacidad de abastecer más.
Otro tema es el vinculado a la necesidad de registrarse. Creo que estamos en tiempos de revisar eso. Hoy hay tres vías de acceso y todas exigen un registro previo: los clubes, el autocultivo y las farmacias. ¿Por qué no empezar a revisar si los autocultivadores tienen que registrarse? Como primer paso. No creo que generaría grandes problemas, pero lo tengo que consultar, son intuiciones que empiezo a tener. Y la otra cosa es lo vinculado a la fiscalización, creo que tenemos que centrarnos en los clubes canábicos.
—La Policía le planteó al Ministerio del Interior un supuesto problema con el desvío de producción de clubes al mercado negro.
—Sí, efectivamente. Entonces, bueno, antes de hacer ningún juicio sobre eso tenemos que fiscalizar. No digo que no se esté haciendo, pero si hay filtraciones seguramente habrá que fiscalizar más.
—Vuelvo al balance más general. ¿Fracasó o no la ley de marihuana?
—No. No. Me parece que no. Al revés, creo que representó un avance. Yo no soy votante de la norma. Estaba en el Parlamento, discutí activamente, participé en todo el proceso y no la voté. Y no la voté por algunas cosas que ratifico hoy como el tema del registro —que fue una de las cosas que critiqué en su momento—, pero también porque probablemente me haya equivocado en algunas percepciones. Y también porque en algunos aspectos me vi influenciado por ese enfoque que se le pretendía dar de lucha contra el narcotráfico y la seguridad pública, lo que me parecía un enfoque equivocado. Es más, reconozco el rol fundamental de quien ocupaba la secretaría de Drogas en ese momento, Julio Calzada, para disipar muchas de las dudas que había y para aclarar y hacer que las cosas salieran bien. Partiendo de un proyecto original del Poder Ejecutivo, que tenía un artículo único y que era una cosa impresentable, creo que jugó un rol importante la bancada oficialista para que el proyecto saliera bien.
—El líder de Cabildo Abierto, Guido Manini Ríos, y otros de los dirigentes que lo acompañan, dicen que la ley de marihuana es parte de una “agenda sorista” que impulsa el magnate norteamericano George Soros a escala mundial y que atenta contra las bases de la sociedad y la familia.
—No tengo el gusto, no lo conozco a Soros personalmente. No hay que entrar en ese tipo de categorizaciones. Pensemos en la ley, pensemos en cuáles son los avances o las desventajas, hagamos un FODA de la propuesta, por así decirlo. Hay quien hace evaluaciones negativas, algunos que dicen que bajó la percepción de riesgo. Yo no creo eso. Creo que tampoco es verdad que disparó el consumo. ¿Aumentó el consumo? La respuesta es sí. ¿Es producto de la ley? No, porque sigue la tendencia que había antes. En todo caso, algunos ahora consumen una marihuana que tenemos controlada, que sabemos qué están consumiendo y sabemos que no es prensado paraguayo, sino que es una flor que se cultiva en Libertad.
—Para competir con el mercado quizás se necesite producir marihuana con mayor nivel de psicoactividad, por ejemplo. ¿Está abierto a esa discusión?
—La marihuana que se comercializa en las farmacias, la que tiene más tetrahidrocanabinol (THC) tiene 9%, pero también tiene un alto porcentaje de CBD, de canabidiol, y el canabidiol funciona como un moderador de THC. El Ircca (Instituto de Regulación y Control del Cannabis) tiene algunas otras variedades, en un predio de la Dirección Nacional de Semillas, que tienen un porcentaje mayor de THC, que quizás en algún momento haya que evaluar la posibilidad de cultivar esas plantas, estoy abierto a pensarlo. Como en todas las cosas, lo que se necesitan son argumentos convincentes y opiniones técnicas fundamentadas.
—Hay pocas farmacias habilitadas para vender marihuana. En el gobierno pasado, su antecesor Diego Olivera impulsó un cambio para crear dispensarios, pero el Poder Ejecutivo decidió no aprobarla. ¿Usted está pensando alguna solución?
—No lo pensé eso, pero sí estoy pensando eventualidades diferentes. Primero, tenemos cerca de dos decenas de farmacias vendiendo, pero hay bastante más de dos decenas postuladas para vender. Punto dos, sobre todo a partir de este punto de partida que son las declaraciones del presidente, que dijo que la ley fue hecha con una cabeza conservadora, hay que ver si no tenemos que pensar en alternativas a eso, otras maneras de expendio.
—¿Pero eso se puede hacer por decreto o se necesita una ley? Si decide enviar un proyecto al Parlamento para cambiar cosas de la ley de marihuana…
—No sabés por dónde puede salir el tiro.
—Claro.
—Sí. Por ahora no. No pensando en la marihuana recreativa, sino en la medicinal y en el cáñamo industrial, tenemos un capítulo grande que tiene limitaciones que tenemos que terminar de levantar. Hay algunas cuestiones de tipo normativo de las que creo que vamos a tener una respuesta rápida mediante un decreto. Uruguay tiene que lograr que este sea un producto de exportación bueno. La otra cosa es un paquete serio que en esta lógica de manejo de riesgos y disminución de daños tenga una fuerte impronta del uso problemático o de promoción de habilidades para la vida, competencias laborales, inserción estudiantil. En eso tenemos que trabajar mucho, lo que no quiere decir que no se hizo, pero son énfasis que yo quiero poner.
—¿El turismo cannábico entra de la revisión?
—No tengo previsto hablarlo con el presidente.
—Con la aprobación de la ley de marihuana Uruguay quedó al frente de un movimiento internacional que busca la regulación del mercado y salir de la lógica del prohibicionismo. A eso se han sumado países como Canadá, mientras que Nueva Zelanda en setiembre llevará adelante un referéndum para ver si regula el mercado. ¿Uruguay debe seguir liderando esos foros internacionales o debe tener una conducta más pasiva?
—No, pasiva no. Por dos cosas: primera, en todo el tema de hacer el cannabis un producto de exportación si no nos apuramos perdemos el tren. De hecho, ya en parte nos rezagamos. Colombia ya está exportando cosméticos con cannabis a Estados Unidos, por ejemplo. La otra cosa que no podemos hacer es primarizar la producción del cannabis; si no fomentamos la investigación y la instalación de laboratorios, vamos a terminar como con todo, como con la soja, exportando materia prima.
—Las primeras exportaciones fueron de materia prima.
—Todas las que se han hecho. No sé como, pero por lo menos tengo en la cabeza que tenemos que evitar esa primarización.
Con respecto al cannabis psicoactivo para uso no médico, creo que uno de los objetivos debe ser tratar de modificar las convenciones internacionales, y para eso no hay que tener una actitud pasiva. Sé que eso es una utopía… Perdón, no es una utopía, porque no es un problema que no se pueda resolver, alguna vez se van a poder modificar las convenciones. Es difícil plantearlo, pero son procesos, hay que tratar de conseguir avances. Nadie puede dudar de que las convenciones son de naturaleza prohibitiva, pero que también, a esta altura, los consensos que había sobre ellas se han modificado y hoy hay una actitud más crítica; me parece que eso hay que trabajarlo. En eso nosotros tenemos que jugar fuerte.
Recuadro de la entrevista