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La imagen es hermosa. Han Jin-won, coguionista de Parásitos, película que acabará siendo la gran ganadora de la ceremonia, ofrece unas palabras de gratitud hacia la audiencia tras haber recibido el Oscar al Mejor guion original. Lo interesante ocurre en segundo plano, detrás suyo. Ahí está Bong Joon-ho, director y también guionista del filme, que sostiene su estatuilla, la observa ensimismado, con esa actitud de quien está en presencia de algo que durante años solo había visto mediatizado por el cine o la televisión. De repente Bong se deja vencer por una incontenible descarga de felicidad, incredulidad y satisfacción y, como un niño que acaba de realizar un descubrimiento, revela una risa que parece decir: “Ni yo me lo puedo creer”. Segundos antes, Bong, Oscar en mano, había rematado su discurso diciendo que estaba “listo para un trago esta noche”. Había agradecido, sonriente y emocionado, a todas las personas que pudo recordar en ese momento. Su discurso fue extendiéndose, quizás porque no imaginaba lo que vendría después, tres Oscar más, tres discursos más, la coronación de una velada histórica en los premios de la Academia: la celebración de la noche surcoreana.
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Se veía venir y, aún así, también fue una sorpresa. La producción surcoreana estaba nominada en seis categorías importantes y la noche del 9 de febrero ganó en cuatro: Mejor guion, dirección, película internacional y Mejor película. Y es histórico por varios motivos. En 92 años de historia, ninguna producción de origen extranjero y hablada en otro idioma que no sea en inglés había sido premiada como mejor película. Casos anteriores de nominaciones simultáneas (película y película extranjera) ganaban en uno o en otro casillero, como sucedió con La vida es bella,El tigre y el dragón y Roma, pero nunca se había dado algo así. Y el propio director se mostró sorprendido.
Se veía venir por todos los premios y reconocimientos cosechados (casi 300 nominaciones, casi 200 galardones, entre los que se encuentran los Globo de Oro, los BAFTA y los Independent Spirit). Y por ser un éxito de público allí donde fue estrenada y porque, en general, ha recibido una valiosa cantidad de críticas sumamente elogiosas. En el año del centenario del cine de Corea del Sur, la comedia negra de Bong rompió récords de taquilla en su país de origen (recaudó 72 millones de dólares) y superó el millón de entradas vendidas en Japón, cuyas producciones por lo general han eclipsado la proyección internacional de las películas surcoreanas. Tras la premiación de la Academia, el presidente surcoreano expresó su orgullo en Facebook (“Parasitos conmovió los corazones de las personas en todo el mundo”), elogió al director, al elenco y a los responsables de los rubros técnicos. El ministro de Cultura, Deportes y Turismo, Park Yang-woo (que en diciembre de 2019 condecoró a Bong con la Orden de Mérito Cultural), expresó que “gracias a estos premios, comenzará un nuevo siglo en la industria cinematográfica coreana y se extenderá la globalización de Hallyu”, según informó Korea.net. Hallyu, o la Ola Coreana, es como se designa al fenómeno que comenzó a levantarse sobre fines de la década de 1990, primero en China, con el éxito de la telenovela surcoreana Sarangi Mwogillae (se dice que cuando la ficción estaba al aire, las calles de Beijing quedaban desiertas), y que se expandió por el resto de Asia a través de más novelas, películas y, sobre todo, música pop. En la cresta de la ola de la industria del entretenimiento de Corea del Sur está el K pop, asombroso fenómeno musical que cosecha fans en todo el mundo. No parecen muy descabelladas las afirmaciones del ministro Park: luego de la noche surcoreana en el Dolby Theatre de Los Ángeles, la multipremiada cinta pasará a duplicar la cantidad de salas de proyección en Estados Unidos (para este fin de semana se verá en 2.000 cines). Nada mal, teniendo en cuento que su estreno en Estados Unidos, en octubre de 2019, se realizó en tres salas. Con los premios y las distinciones internacionales, al poco tiempo pasó a proyectarse en 1.060 salas de cine (en tanto, en Reino Unido se exhibe en 1.500 salas, lo cual también es un récord para una producción asiática). Según reporta Box Office Mojo, que registra los ingresos de taquilla en más de 50 países, Parásitos lleva recaudados 36 millones de dólares en Estados Unidos y Canadá, y más de 165 millones en todo el mundo.
Puede que sea el inicio de una moda, que solo sea el sabor del mes, el tema del verano. Pero algo quedará. Porque, además del fuerte impulso propiciado por la Hallyu, lo que sucedió con Parásitos no surgió de la nada. Comenzó en 2015, en respuesta a las críticas por la ausencia de mujeres y personas afrodescendientes entre los nominados (recordar el #OscarSoWhite), cuando los directivos de la Academia decidieron abrir la cancha y duplicar la cantidad de mujeres y “personas no blancas” entre sus miembros. En 2018 ingresaron 928 miembros, la mitad mujeres y casi la mitad personas no blancas. En la entrega de 2019, la diversidad se hizo patente: 15 mujeres premiadas, siete ganadores afrodescendientes, y por quinta vez en seis años un mexicano distinguido como Mejor director.
Esta vez fue diferente. No hubo directoras nominadas y Natalie Portman decidió coser en su vestido los apellidos de algunas realizadoras. Brad Pitt y Laura Dern ganaron por sus papeles secundarios, tal como se pronosticaba, al igual que Renée Zellweger ganó como Mejor actriz por su transformación en Judy Garland y Joaquin Phoenix por su brillante labor en Guasón. El actor, además, ofreció un bellísimo discurso, una lección de humildad, empatía y consciencia, y rindió homenaje a su hermano River, muerto en 1993, recordando unos versos que aquel le había escrito: “Corre hasta la salvación con amor, y la paz vendrá”.
Este año, el director y guionista de la que fue considerada la Mejor película y la Mejor película internacional fue distinguido por su trabajo como guionista y director. El cineasta nacido en Daegu tiene 50 años, estudió sociología, luego cine, y hace más de 20 que escribe, produce y dirige. En reiteradas ocasiones ha dicho que más o menos viene haciendo lo mismo desde sus inicios. Cuenta historias de personas enfrentadas a sucesos extraordinarios que las llevan a descubrir lo mejor y lo peor de sí. Es una dinámica presente en su primera incursión cinematográfica, la comedia negra Perro que ladra no muerde, y en sus posteriores trabajos, el áspero thrillerMemorias de un asesino, el drama de tintes policiales Madre, en la monster movie (y comedia y drama familiar) The Host, la postapocalíptica aventura de ciencia ficción Snowpiercer, la sátira ecofriendly Okya. En Parásitos, una tragicomedia familiar y un drama social con visos de thriller y horror, vuelve sobre ese esquema y aborda la dramática polarización de las clases sociales a través del encuentro entre dos familias, una muy muy pobre y otra muy muy rica.
Al recibir el premio como director, Bong, siempre acompañado de su intérprete, Sharon Choi, dijo que luego de ganar por Mejor película internacional estaba listo para relajarse. “Cuando estudiaba cine había un dicho que me llegó muy profundamente al corazón: ‘Lo más personal es lo más creativo’. Esa cita es del genial Martin Scorsese”, remató, lo que generó una ovación de pie al director de Buenos muchachos. Con humildad y emoción expresó su agradecimiento hacia Tarantino. “Cuando en Estados Unidos no conocían mis películas, Quentin Tarantino siempre las mencionaba. Muchas gracias. Todd (Phillips) y Sam (Mendes), el resto de los directores nominados, son geniales. Si la Academia lo permite me gustaría usar una sierra, cortar este premio en cinco, y compartirlo con todos ustedes. Gracias. Creo que beberé hasta la mañana siguiente”.