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    La nueva constelación

    Con ese olfato que todos les reconocemos, los medios audiovisuales uruguayos han captado con inteligencia en qué dirección va el cambio cultural de nuestra sociedad. Las nuevas temáticas, los nuevos gustos, los nuevos intereses informativos y periodísticos.

    Por eso no ha sorprendido a nadie ver en un reputado programa televisivo (en el que actuó con exclusividad, tras cobrar innecesarios honorarios por la entrevista) a un ladrón de bancos encarcelado primero y deportado después por la policía y la justicia argentinas, vanagloriándose de sus hazañas, bromeando sobre su calidad de chorro y hasta planificando un documental que certifique sus logros criminales, con música de fondo ya escrita por este poeta del delito. Y digo “innecesarios” al calificar sus honorarios por ese programa, porque, según se estima, este personaje tiene enterrados en algún lado unos diez millones de dólares, fruto de la exitosa incursión bancaria que lo catapultó a la fama.

    Dicho sea de paso, los argentinos nos trancan las exportaciones de textiles, repuestos de automotores y bicicletas, y nosotros les facilitamos la importación de estos personajes, porque según el Bicho Bonomi, este es tal vez el más famoso, pero no es el único delincuente que nos manda de vuelta la reina Cristina, que tanto nos quiere.

    Entre otros, el chorro abatido en el robo del Correo en Pocitos, no casualmente denominado “El Porteño”, era otro de los “repatriados”. Si no lo hubieran matado, seguramente andaría dando reportajes acerca de sus andanzas en los canales uruguayos, al igual que el Vitette de marras.

    Anteayer vi en otro de esos programas a Braulio Delapi Peta, célebre vendedor de pasta base. Desde la clandestinidad, el ejecutivo declaró que posee 32 bocas de salida adecuadamente ubicadas en varios barrios de Montevideo, y que este año espera que la Asociación de Comercializadores de Pasta Base y Afines le otorgue la ansiada “Lágrima de Oro”, que se le entrega al distribuidor de la famosa droga que vende más mercadería.

    —“La merca que yo distribuyo tiene el Certificado ISO 30.000, es de la buena, jefe, créame, y al paso que vamos este 2013 pasaré la tonelada y media. Eso se hace laburando, sin descansar, y los muchachos que trabajan conmigo se merecen ese premio” —dijo el entrevistado en el programa de TV que, según las mediciones, registró 9 puntos de rating.

    Cuando cambié de canal tuve la suerte de encontrarme con otro reportaje sensacional. Estaba al aire, también “desde un lugar reservado, por obvias razones”, según dijo el periodista que lo entrevistaba, Joselo Elcuchi Yero (a) “El Filoso”, relatando sus últimas dos exitosas rapiñas seguidas de homicidio especialmente agravado.

    —“Es que hay que andar con cuidado” —dijo en un pasaje de la entrevista el célebre delincuente —“porque si no los limpiás después de afanarlos, por ahí te reconocen y le baten a la cana, y terminás con tus huesos en el Penal de Libertad, donde ya no cabe más nadie y encima se pasa muy mal” —manifestó. “El Filoso” describió con lujo de detalles los procedimientos que utiliza para emboscar, robar y después asesinar a sus víctimas (a las que llamó “clientes”), pero por razones de dignidad y respeto al buen gusto me abstendré de relatárselo a ustedes, mis queridos lectores. El entrevistador informó al cierre del reportaje (que marcó 11 puntos de rating) que está previsto filmar un documental con las andanzas de este distinguido homicida, el cual será presentado en el Festival del Cine de Transgresión y Violencia que anualmente se lleva a cabo en Montevideo con los auspicios de la Intendencia Municipal y el Ministerio de Educación y Cultura.

    Cuando ya creí haberlo visto todo, después de mirar un par de partidos del US Open por ESPN, volví a la televisión uruguaya para encontrarme en otro canal con la entrevista a otra de las nuevas estrellas audiovisuales. Se trataba de Felisberto Elfrón Terizo, quien desde su refugio clandestino ubicado en la zona rural de su Artigas natal, le contaba al periodista cómo había logrado batir su propio record, al haber logrado la introducción de su container número 1.000 de contrabando.

    —“Y le cuento que ni por asomo fue el mejor, tan solo por ser el número mil, que por ese hecho ya es todo un logro, pero en este traía solamente cigarrillos del Paraguay y lentes de sol y relojes chinos” —dijo el contrabandista en una parte de sus declaraciones al programa —“nada que ver con el 827, que lo traje llenito de cocaína, o el 944, en el que traje armas cortas y largas, municiones y otras mercaderías de alta demanda en plaza” —recalcó. Este James Bond del contrabando también manifestó su esperanza de ser públicamente reconocido por sus logros. “Si este año no me gano el Bagayo de Oro no me lo gano más, y mis colegas dedicados a este esforzado comercio exterior informal, unidos como estamos en la Federación de Contrabandistas del Uruguay, deberían tenerlo en cuenta a la hora de los reconocimientos. Hay que ver que no soy yo solo, trabajamos en la empresa más de 70 personas, para las que van mi agradecimiento y mi admiración por su valentía y coraje frente a la adversidad que siempre nos ronda” —concluyó.

    Me quedé pensando que la cultura uruguaya ha cambiado tanto que cuesta creer no que estas cosas pasen, sino que pasen y después sean objeto de reportajes y entrevistas.

    Por un rato llegué a pensar si no me habría pasado como a Fortunato y lo habría soñado todo, y mi esposa me llamaría a seguir durmiendo en la cama y no en el sillón frente al cual está la tele, pero no.

    Era todo cierto.