La próxima pandemia y el efecto Cobos

La próxima pandemia y el efecto Cobos

La columna de Gabriel Pereyra

6 minutos Comentar

Nº 2275 - 9 al 15 de Mayo de 2024

Si no se carga las pilas, el sistema político se encamina a sufrir una derrota que, más allá del golpe que puede recibir su prestigio y representatividad, hará cargar al próximo gobierno con una situación política, económica, financiera y jurídica para nada fácil de gestionar.

El PIT-CNT parece haber logrado las firmas para plebiscitar, junto con las próximas elecciones nacionales, una reforma constitucional que dará por tierra no con la reciente reforma del sistema previsional impulsada por este gobierno, sino con la reforma implementada en 1996, que creó el sistema de ahorro individual con la instalación de las AFAP.

Cuando la central sindical, con el único apoyo político de los partidos Comunista y Socialista, se embarcó en este proyecto reformista, desde el oficialismo no se planteó una contra campaña potente. Seguramente, los recursos y las miras estaban enfocados en las campañas electorales de los candidatos.

Mientras, el Frente Amplio se lavó las manos y dejó en libertad de acción a sus grupos y militantes. La izquierda se metió así en una extraña situación política en la que su programa de gobierno no promueve la derogación de las AFAP, pero dos de sus partidos la acompañan.

Ahora, con el plebiscito casi consumado, sus principales dirigentes parecen afectados por el efecto Cobos, aquel vicepresidente argentino que, llegado el momento de tener que votar en contra del gobierno kirchnerista en una instancia importante, más temeroso que convencido, a la hora de expresar su voto contrario en el Senado, en vez de decir “negativo”, dijo “mi voto es no positivo”.

Buena parte de los dirigentes frenteamplistas lucen temerosos de manifestarse con firmeza en contra de este plebiscito y sus declaraciones parecen más devaneos, como para no ganarse la antipatía del núcleo duro de la militancia, que jugará un papel central en las elecciones internas de junio.

Es difícil encontrar economistas u organismos académicos que estén a favor de la reforma impulsada por el PIT-CNT. Incluso, instituciones académicas de izquierda, como el Centro de Investigaciones Económicas (Cinve), se pronunciaron en contra de esta iniciativa. Las advertencias técnicas, económicas y jurídicas surgen desde todo el arco ideológico.

La reforma promueve la jubilación con 60 años de edad, pero la mitad de los aportantes al BPS no podrán acceder a su pasividad, ya que al cumplir los 60 no tendrán los 30 años de trabajo requeridos y deberán seguir trabajando luego de esa edad. Se trata además de los trabajadores con menos ingresos.

Al establecer que ninguna pasividad será inferior al Salario Mínimo Nacional (SMN), la reforma que se plebiscitará puede tener un efecto negativo sobre los trabajadores activos: el gobierno de turno no aumentará el SMN porque si lo hace incrementará el déficit del sistema previsional. Entre 1985 y 2004 el SMN sufrió una caída superior al 60%, precisamente porque su aumento estaba indexado a otras prestaciones sociales.

Pero, además, al hablar de pasividades y no de personas, ocurrirá que alguien que tenga dos pasividades, una muy alta y otra muy baja, va a recibir un aumento de la menor hasta equipararla a un SMN, mientras que quienes solo tengan una pasividad y sea superior al SMN no recibirán ningún aumento. O sea, se verán beneficiados muchos de los que más ganan.

Las estimaciones de los economistas es que la reforma, de prosperar, generará un costo inicial de US$ 1.500 millones, cuatro veces más de lo que se necesitaría para terminar con la pobreza infantil.

Se enojan los promotores de la reforma cada vez que se les señala que ninguno de ellos tuvo el impulso de realizar una movida política tan grande para combatir la pobreza infantil, pero sí lo hacen con los jubilados, cuya mayoría, aun cobrando jubilaciones bajas, son más de 10 veces más ricos, o menos pobres, que los menores de 14 años, que forman parte del 20% de niños uruguayos sumidos en la pobreza.

Pocas veces se ha visto una iniciativa tan regresiva, que golpee a varias bandas, por un lado, a los trabajadores menos calificados, que beneficie por otro a algunas de las jubilaciones más altas y que derive el gasto social hacia los sectores más pudientes.

Los abogados, a su vez, advierten que la “confiscación” que implicará el cierre de las AFAP y la apropiación de los ahorros individuales provocará una ola de juicios contra el Estado.

“La principal conclusión que se deriva (de las proyecciones sobre esta reforma) es que la aprobación del plebiscito genera una trayectoria del gasto previsional que en pocas décadas se tornaría inabordable para la sociedad uruguaya”, sostiene un documento del Cinve.

Así se presenta el futuro, con una reforma cuyo contenido es muy difícil de entender para la ciudadanía, a la que le ofrecerán jubilarse antes y ganar más. ¿Quién no quiere eso?

Para ir contra los cantos de sirena con aires de populismo se necesita un sistema político y a unos dirigentes convencidos de qué es lo mejor para el país y las futuras generaciones. Un sistema político y a unos dirigentes a los que la ciudadanía vea con seriedad y no envueltos en el barro de denuncias falsas lanzadas por personajes de ribetes farandulescos. A dirigentes convencidos y que expresen públicamente su convencimiento de qué es lo que apoyan y qué es lo que no.

Pero en esta campaña electoral cada uno quiere ganar antes que nada, lo que parece lógico. Claro, luego, cuando asuman, si la reforma también gana, deberán enfrentarse con la cruda realidad.

Así como este gobierno sigue hoy reivindicando como su mejor logro el manejo de la pandemia y basa los argumentos de lo que no pudo lograr también en la pandemia, si gana la reforma, imagino al próximo gobierno lidiando los primeros años de gestión con las consecuencias de esta reforma y justificando luego sus fracasos en su impacto.

Si no asumen ahora la responsabilidad de oponerse con firmeza a aquello en lo que no creen, no habrá que aceptarles luego las justificaciones del fracaso por lo que, en estos días, luce como una falta de coraje político.