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    La reaparición de quien dice ser Amodio Pérez puede cambiar la historia de los tupamaros y de los años previos a la dictadura

    Fue uno de los fundadores del movimiento guerrillero, planificó e intervino en decenas de acciones militares, se fugó dos veces de la cárcel y ante la inminente derrota traicionó a sus compañeros

    El hombre que no se reía nunca era propietario de la cédula de identidad 783.475 y debería tener hoy 75 años. El ex tupamaro Héctor Amodio Pérez, al que sus compañeros llamaban “El Negro”, en apenas poco más de un lustro entró en la historia, pero pasó los últimos 40 años viviendo en la oscuridad, algo que alimentó aún más fantasías.

    La Navidad de 1966 encontró a Amodio, con 29 años y clandestino. Usaba documentos falsos y los alias Ernesto, Antonio y Gustavo. Intervino en decenas de acciones armadas y fue detenido tres veces por tupamaro: el 30 de junio de 1970 habría sido reconocido por un cadete de la Escuela de Policía en un semáforo de avenida San Martín mientras conducía un jeep Land Rover. La segunda caída fue el 25 de febrero de 1972 al entrar en una casa de la calle Emilio Raña 2413, donde había una “ratonera” policial. Después de la primera fuga había sido operado en Buenos Aires para dificultar su identificación, o al menos así declaró al subcomisario Juan Reyes de inteligencia policial.

    La tercera detención fue el 25 de mayo de ese mismo año 1972, en un apartamento del barrio Palermo en el cual permanecía escondido y protegido por la organización pero ya dado de baja.

    De las dos primeras detenciones —realizadas por la Policía— se evadió. El 6 de setiembre de 1971, junto al ingeniero Juan Almirati y otros, planeó la famosa fuga de Punta Carretas, donde salieron 106 tupamaros y cinco presos comunes. El 12 de abril del año siguiente, poco antes de los atentados contra el “escuadrón de la muerte” que marcaron el comienzo del fin de la organización, Amodio fue incorporado a un grupo de dirigentes —entre ellos el hoy presidente José Mujica— que saltaron a las cloacas a través de un boquete en la enfermería del mismo penal.

    De su tercera prisión, en el batallón de infantería N°1 Florida, entonces en el Buceo, también salió con documentos falsos en una fecha aún no revelada de la segunda mitad de 1973. Pero esta vez no fue con sus compañeros: había cambiado de bando y así pudo zafar de la cárcel y la tortura al atravesar la frontera con Brasil con su pareja, la también ex dirigente tupamara Alicia Rey Morales, de la mano del segundo jefe de la División I Luis Vicente Queirolo. Todo eso gracias al apoyo del Ejército, con el cual realizó un acuerdo de colaboración que fuentes tupamaras, policiales y militares consideran pudo haber comenzado antes.

    Traidor y a su vez “cabeza de turco” para disimular otras delaciones y sobre todo causas más profundas del fracaso militar del Movimiento de Liberación Nacional- Tupamaros (MLN-T), del cual fue fundador, Amodio era ya conocido en Uruguay a través de las páginas policiales de los diarios. La prensa difundía su a menudo cinematográfica actuación clandestina en los más de cinco años que van desde el 22 de diciembre de 1966 hasta el 23 de mayo de 1972, cuando fue detenido por el Ejército.

    La desaparición durante casi 40 años y la sorpresiva “vuelta” mediante dos cartas enviadas a algunos medios constituyen un enigma de tipo novelesco que —sobre todo si se confirma que fueron escritas por él— prometen poco más que nuevos enfoques para la historia de los tupamaros y los años previos a la dictadura.

    El Lombriz.

    Algunos vecinos del barrio Brazo Oriental a comienzos de la década de 1950 llamaban “El Lombriz” a un muchacho delgaducho, que no jugaba al fútbol pero sí era hincha fanático de Nacional y practicaba ciclismo. Héctor, el hijo mayor de Mateo Amodio y Ángela Pérez, había nacido el 24 de noviembre de 1937 y vivía junto a sus padres y hermanos en la casa familiar de Regimiento 9 y Ramón Márquez. Cursó el liceo N° 3 Dámaso Antonio Larrañaga, que entonces quedaba en el Centro, y es recordado como una persona seria, concentrada, que aún no militaba como algunos de sus compañeros, pero tampoco frecuentaba el boliche.

    Dejó el liceo y comenzó a trabajar en la empresa de fotograbados Cromograf. La vida proletaria lo llevó al Partido Socialista en un seccional de la calle Batoví, que llevaba el nombre de Alfredo Caramella, con otros jóvenes que luego militaron en el MLN-Tupamaros, según el testimonio que recogió el libro de Hugo Fontana “La piel del otro. La novela de Amodio Pérez”, publicado en 2001.

    Cuando comenzó a trabajar en el taller del diario “BP Color” había dejado la casa paterna, y residía en un pequeño apartamento en Justicia y Nueva Palmira casado con Nelly Marchisio, con quien tuvo a Daniel Héctor. Aunque su esposa lo acompañó a algunos actos del PS y la Unión Popular, no compartía la militancia y al poco tiempo se separaron.

    Hasta antes de la muerte del tupamaro Carlos Flores, en un enfrentamiento con la Policía el 22 de diciembre de 1966, Raúl Sendic, Julio Marenales, Jorge Manera, Tabaré Rivero Cedrés, Amodio y otros compartían la militancia socialista con la de grupos armados clandestinos que habían hecho algunos atentados, seguimientos a militantes de ultraderecha y asaltos a bancos.

    Un Waffen SS en Shangrilá.

    Herberts Cukurs, un oficial de la Waffen SS de origen letón fue muerto a golpes y disparos a fines de febrero de 1965 en una casa del balneario canario Shangrilá. La compleja operación de traer a Cukurs engañado desde Brasil, donde estaba refugiado, había sido ordenada por el director del Mossad israelí Meir Amit.

    Julio Marenales, que fue reclutado por Amodio para la lucha armada, dijo estar convencido de que su entonces compañero tenía relación con el Mossad, sobre todo luego que obtuvo el fichero completo de la Guardia Metropolitana.

    En diciembre de 2010, otro fundador del MLN-T, Tabaré Rivero Cedrés, que había compartido con el obrero gráfico algunas actividades menores de inteligencia relacionadas con nazis y judíos, relató a Búsqueda cómo, poco después del ajuste de cuentas con el criminal de guerra acusado de la muerte de miles de judíos, consultó a Amodio acerca de su eventual participación.

    “Me dijo que había tenido que ver con la denuncia del paradero y que había participado en el apoyo logístico”, dijo, algo que Rivero nunca pudo confirmar pero que pasó a formar parte de la leyenda de Amodio e incluso explicación de su eventual destino después de la traición al MLN.

    Algunos testigos lo ubican en las primeras acciones tupamaras en Montevideo: un atentado a la compañía alemana Bayer, robos de armas en casas particulares y varios asaltos a bancos.

    Para ese entonces Amodio se movía en una potente moto Triumph, usaba camperas de cuero, que junto a las botas militares, el tabaco holandés con el cual cargaba su pipa, y el whisky escocés que consumía pasaron a formar parte de su imagen algo sofisticada para las costumbres rústicas y austeras de sus compañeros.

    Cuando su foto comenzó a aparecer en los diarios como cabecilla tupamaro, en el matutino “BP Color” y el Sindicato de Artes Gráficas (SAG) quedaron asombrados de cómo aquel muchacho callado y apático podía haber llegado a hacer esas cosas.

    A fuerza de coraje demostrado en la acción y sobre todo de una gran capacidad para planificar las operaciones hasta el más mínimo detalle y ser un jefe natural, se fue ganando un lugar de dirección. Esas cualidades opacaron debilidades como la desaparición de una parte de las libras robadas a la familia Mailhos, que cargó en un auto NSU en cajas de zapatos junto a un clandestino, pero luego mandó buscar en la chacra de donde las había sacado, la pérdida de una “pastilla” con información en la cárcel, la “viveza” de hacer el cambiazo de una parte defectuosa de una pistola Lugger 9 mm a un compañero.

    “Militaristas” y “sindicaleros”.

    La llamada “toma de Pando” constituye un mojón en la historia de los tupamaros. El investigador francés Alain Labrousse describió Pando, como la mayor operación militar del MLN-Tupamaros. La acción coordinada por Amodio empleó a 49 militantes de diferentes columnas y comenzó sobre la una de la tarde del 8 de octubre de 1969 (a dos años de la muerte de Ernesto Che Guevara en Bolivia) cuando los guerrilleros se colocaron un brazalete blanco para reconocerse y se dirigieron hacia sus objetivos. Se alzaron con unos 240.000 dólares de tres bancos pero tuvieron varias dificultades, entre ellas la presencia de curiosos que arriesgaban recibir una bala perdida o las alrededor de 200 personas que fueron a protestar a las oficinas de teléfonos, una vez que las telecomunicaciones fueron cortadas.

    La retirada, según Labrousse, fue “desastrosa”: faltaron vehículos, varios de ellos eran viejos y se averiaron, algunos combatientes olvidaron llevar los cargadores de repuesto y les faltó munición; finalmente fueron muertos tres tupamaros luego de haberse rendido, agotadas las balas, 18 cayeron presos —entre ellos el hoy ministro de Defensa, Eleuterio Fernández Huidobro— y parte del dinero se perdió. Carlos Burgueño, un vecino que quedó en medio de un tiroteo, y un sargento de Policía, también murieron.

    Las críticas tácticas a la operación se concentraron en que debido a que no fue “neutralizado” un control de la Policía Caminera, se pudo dar la alerta. Amodio, que se desplazaba en moto, a la hora de la retirada pudo romper el cerco con gran destreza conduciendo un furgón de la funeraria Rogelio Martinelli usado como cobertura.

    En la huida, Mujica siguió el consejo que había dado Amodio de usar caminos secundarios y menos directos y salió sin problemas del cerco con su grupo de la columna 10.

    Unos meses antes, el 18 de febrero, al mando de Sendic, los tupamaros habían realizado el mayor robo de la historia cuando se alzaron con unos 400.000 dólares del Casino San Rafael, en Punta del Este.

    Desde finales de octubre de 1969, el comité ejecutivo de la organización estaba integrado por Sendic, Amodio, Efraín Martínez Platero y Lucas Mansilla. A fines de junio o principios de julio de 1970, cuando El Negro fue detenido, lo reemplazó Alberto Candán Grajales, otro jefe natural de la columna 15 que luego murió el cruento 14 de abril de 1972.

    En 1969 los tupamaros realizaron 69 acciones de envergadura y 30 en los primeros cinco meses del año siguiente.

    Más allá de la faceta militar de la operación de Pando, en la organización comenzó una discusión que terminó con dos bandos caricaturizados como “militaristas” y “sindicaleros”. Amodio y la mayoría de la dirección estaban orgullosos de las acciones foquistas espectaculares y consideraban una traición la postura de un grupo encabezado por María Elia Topolansky, quien llegó a formar la poco poderosa Fuerza Revolucionaria de los Trabajadores (FRT) que pretendía combinar la lucha armada con la de masas, aunque luego regresó al MLN.

    La discrepancia entre Topolansky y Amodio, expresada también en una forma de operar diferente entre la columna 10 (que integraban Ruben Sassano, María Elena Curbelo, Mujica, y su luego cuñada María Elia) y la más activa columna 15 (donde estaban Amodio, Candán, Adolfo Wassen y Henry Engler, entre otros) se produjo también a propósito de la fuga de la cárcel de mujeres. Algunas presas veteranas pensaban que las menos comprometidas debían quedarse para cumplir la pena y volver a la legalidad, pero sin embargo ganó la idea de que se evadieran todas para causar mayor impacto en la opinión pública.

    ¿Que la política mande al fusil?

    Para ese entonces, la caída de la dirección histórica en agosto de 1970 en la calle Almería, en Malvín, por no respetar las normas de seguridad, determinó un incremento de la lucha por el poder interno de la organización.

    Después de una etapa “exitosa”, dijo a Búsqueda el tupamaro David Cámpora, “nos dábamos cuenta de que la ‘orga’ venía desquiciada y se queda sin estrategia”.

    La interpretación de este ex dirigente es que “el mecanismo perverso de todos los combates por ser algo no natural al ser humano deriva en una dinámica sin lógica, que es totalmente azarosa”.

    Cámpora sostiene que no se aplicó la máxima del líder comunista chino Mao Tse-tung “que la política mande al fusil”, porque “responder a la violencia con violencia tiende a lo irracional pero de eso no se es consciente en el momento”.

    Según Cámpora, “hubo errores muy anteriores al 14 de abril”, aún “con Amodio funcionando como un compañero de manera eficaz”, ya que fue “el aparato entero el que se equivocó, salvo algunos destellos críticos como la microfracción”.

    La caída.

    Otro ex tupamaro, Mario Teti Izquierdo, dijo a la historiadora Clara Aldrighi: “Creí que era muy cómodo atribuir la derrota a dos personas (Amodio y Mario Píriz Budes) Fuimos muy ingenuos. La subestimación del enemigo nos traicionó”.

    El razonamiento “oficial” va por otro lado: “Cuando Amodio cayó, en febrero de 1972, lo interrogó (el director de inteligencia militar coronel Ramón) Trabal, pero nunca informó de ello. Los compañeros se enteraron porque los presos comunes de Cárcel Central lo vieron y avisaron”, dijo Fernández Huidobro al periodista Samuel Blixen.

    “El Negro había perdido un rollo de fotos sacadas a clandestinos para fabricar documentos falsos. Después nos enteramos que esas fotos estaban en poder de la Inteligencia”, relató Mujica.

    “Hicimos una reunión con el Bebe, Engler y el Pepe Mujica, porque Amodio decía no estar de acuerdo con la conducción, aunque en realidad coincidimos en que no quería saber más nada”, sostuvo Marenales.

    Según relató Blixen en su biografía de Sendic, Amodio le pidió a Mujica que lo trasladasen a Chile. El 19 de mayo, al día siguiente de la muerte de los cuatro soldados en la casa del comandante del Ejército, la dirección del MLN se reunió en un local del barrio La Comercial, la cantina “El Papagayo”, para tratar ese asunto pero sin Mujica, porque este debió evacuar de urgencia la casa en Villa Dolores donde vivía con Amodio, Rey y otros clandestinos. Cuando el Ejército rodea la casa, relató Blixen, estos salieron por las cloacas atravesando el barrio La Mondiola hacia la costa. No les resultó fácil subir a la superficie porque llovía y además el Ejército controlaba las bocas. Finalmente Amodio y Rodolfo Wolf salieron y fueron a avisar a “El Papagayo”.

    Mientras Wolf y otros buscaron ayudar a los que quedan abajo, Amodio se quedó en el local esperando la resolución de la dirección. Estando allí se enteró, por una frecuencia de radio policial, de la detención de su compañera, quien, aún convaleciente de una fractura y muy dolorida, se entregó y facilitó así la huida de los otros.

    Con la caída de su compañera, Amodio se habría desplomado, así que en lugar de enviarlo a Chile aún enrolado, Mujica le comunicó que la dirección resolvió darle la baja, el 20 de mayo de 1972.

    “El Bebe plantea que hay que darle la baja y así se resuelve. Si el Bebe no hubiera estado en la dirección, nadie se animaba a tomar una decisión de ese tipo” confió Mujica a Blixen.

    La resolución quedó en reserva y esa misma noche Amodio y Wolf fueron evacuados a otro local.

    “La decisión de darle la baja al comandante que había llegado a ser el hombre más poderoso del MLN se mantiene en reserva, mientras se dispone su evacuación para el exterior”, afirmó Blixen.

    Pero el viaje nunca se produjo; Amodio y Wolf fueron detenidos en el apartamento del barrio Palermo.

    Allí comienzan las versiones de más difícil comprobación: primero Amodio habría intentado suicidarse y luego negoció junto con su compañera Alicia Rey.

    Una semana después de su caída condujo al Ejército a la cantina, pero solo encontró al encargado, al que llamaban “Pitoto”. Una de los mayores gestiones fue la entrega de la “cárcel del pueblo”, donde había aún dos secuestrados. Luego saldría a la calle a señalar militantes y pasaría a actuar como asesor incluso después de su salida del país. Un ex comandante en jefe del Ejército resumió: “Fue uno de nuestros mejores generales”.

    Juanito

    Algunos españolismos como poner Juanito Almirati en lugar de Juancito en la carta que llegó a varios medios y a la cual accedió Búsqueda, apuntan a que si Héctor Amodio Pérez es el autor, está en España. Como es un juego de sombras, otros, sin embargo, piensan que puede residir en Israel, con cuyos servicios habría construido un vínculo desde comienzos de la década de 1960 e incluso en Argentina, donde a un uruguayo le resulta más fácil pasar inadvertido.

    También están quienes especulan que, como en la novela de Umberto Eco “El cementerio de Praga”, en realidad ya falleció y quien escribe las cartas es un impostor muy bien informado.

    Política
    2013-05-09T00:00:00