Nº 2086 - 27 de Agosto al 2 de Setiembre de 2020
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En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] contactarte por WhatsApp acáSi uno busca la definición simple de milonga, hay que decir que es un género folclórico, típico de Uruguay y Argentina, que proviene de la cultura gauchesca. En su forma más antigua, tradicional, se compone en compás binario, con un acompañamiento de guitarras en seis por ocho, que le otorga esa melancolía y ese ritmo cansino tan particulares.
Hurgar en su origen es un desafío.
Aproximadamente en el siglo XII, en España, los historiadores creen haber hallado sus antecedentes más antiguos: la zarabanda, la tirana y la guajira flamenca. A través del tiempo, esas músicas llegaron, entre otros sitios, a África, Cuba y a Brasil, donde recibieron influencias diversas hasta recalar en el Río de la Plata, varios siglos más tarde.
Hay consenso en que “milonga” significaba “palabra” en dialecto quimbunda, que los negros esclavos trajeron a Brasil. Y “milonga” quedó al pasar a nuestros campos —pese que para los afrodescendientes un largo poema cantado sobre una misma melodía era solo “palabrerío”— y se impuso incorporando aportes de géneros que sobrevivían, como la chamarrita, el choro, el candombe, el cielito, la media caña y la habanera, ganándoles el lugar y dándole acompañamiento a la ya vigente payada.
Ciertos investigadores añaden que la milonga más antigua conocida es Milonga rosista, que fue escrita poco antes de la batalla de Caseros, en 1852, dedicada al inminente arribo del general Urquiza a Buenos Aires:
—Dicen que vienen del norte / las tropas del general; / con mucho galón dorado / que a Rosas quieren voltear…
Con el tiempo, la milonga se tornó bailable, pese a su ritmo lento, y dejó marcas en el tango más antiguo, ganando espacio incluso más allá del campo, en los suburbios, reinando en sectores sociales más humildes, marginales.
Pasado el tiempo, hasta llegar a cercanos años, principales cultores de esa milonga fueron, entre otros, Gabino Ezeiza, Néstor Feria, Atahualpa Yupanqui, José Larralde o Alfredo Zitarrosa.
Pero antes, en 1931, apareció un músico —que obtuvo la colaboración de un gran poeta— para hacer una revolución en esta música: Sebastián Piana, pianista, compositor y director de orquesta. Igual que aquel a quien entusiasmó con su idea, Homero Manzi, venía del tango.
Piana creó una milonga diferente, a la que bautizó “ciudadana”, más acelerada, vibrante, colorida, que se basó en ciertas armonías del tango de la Guardia Vieja y que muy rápido obtuvo éxito popular. Así nacieron, para perdurar, Milonga sentimental, Milonga del 900, Juan Manuel y Milonga de Puente Alsina.
Pero Piana era un creador inquieto. En 1936 le pasó a Manzi la partitura de Milonga triste para que le hiciera la letra. Fue una contorsión: es una obra lenta, como si regresara a la vieja milonga campera; y, aun así, es, en mi humilde opinión, la mejor de todas, musical y poéticamente:
—Llegabas por el sendero, / delantal y trenzas sueltas. / Brillaban tus ojos negros / claridad de luna llena. / Mis labios te hicieron daño / al besar tu boca fresca. / Castigo me dio tu mano / pero más golpeó tu ausencia. ¡Ay!
Milonga triste tuvo sus rarezas.
Durante casi seis años solo la llevaron al disco Alberto Gómez —pese a que Piana la imaginó para que la estrenara Néstor Feria—, Mercedes Simone y Francisco Canaro con la voz de Roberto Maida. Luego la ocultó un persistente olvido hasta que en 1941 Aníbal Troilo, con un arreglo audaz de Argentino Galván, la voz de Alberto Marino y un quinteto vocal, provocaron la resurrección. Desde entonces la grabaron Corsini, Yupanqui, Julio Sosa, Susy Leiva, Nelly Omar, Astor Piazzolla con Héctor de Rosas, Olga del Grossi, Enrique Dumas, Libertad Lamarque, Susana Rinaldi, Goyeneche, Alba Solís, Rivero, Ginamaría Hidalgo, Zitarrosa y hasta Ranko Fujisawa, entre tantos intérpretes más y sin contar las innumerables versiones solo instrumentales.
Tampoco cortó la corriente de la “milonga ciudadana”, creada antes por el propio Piana. ¿Ejemplos nobles?: Nocturna, Taquito militar, Fogonera o La trampera.
Pero impulsó, en un nuevo giro inesperado, al inquieto músico a componer temas de un estilo híbrido y relativa repercusión: la milonga-candombe, un género del que han superado al olvido, tal vez, solo Pena mulata y Papá Baltazar, aunque la memoria puede traicionarme.
En síntesis, y esto es subjetividad pura, Milonga triste es una maravilla y Piana fue un revolucionario sin el reconocimiento debido.