N° 2052 - 26 de Diciembre de 2019 al 01 de Enero de 2020
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En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] contactarte por WhatsApp acáFue el martes 20 de agosto a las cinco de la tarde. Duró apenas unos minutos, suficientes como para generar un sacudón similar al de un terremoto. “Se me comprobó la existencia de un nódulo pulmonar” con “características muy firmes” de un “proceso maligno”, dijo el presidente Tabaré Vázquez. Muy pocos los sabían. Casi nadie. La vicepresidente Lucía Topolansky y los ministros, sentados en la primera y segunda fila de la sala de conferencias de la Torre Ejecutiva, no pudieron evitar la desazón en sus rostros. Lo mismo ocurrió con los periodistas y camarógrafos presentes y con los cientos de miles de uruguayos que accedieron a la noticia en vivo o minutos después. Vázquez tiene cáncer. Tres palabras que desde ese día cambiaron la agenda política.
El presidente habló poco, con mucha entereza y precisión, para dar la noticia. Políticos, gobernantes, opositores, especialistas en opinión pública, todos destacaron lo bien manejado que estuvo el delicado asunto. Era necesario difundir la información, coincidieron, y más todavía que lo hiciera el propio Vázquez, un reconocido oncólogo que hizo del combate al cáncer una de las razones de su vida.
Luego todo cambió. Ya casi ni se mencionó al presidente durante el tramo final de la campaña electoral, contrariamente a lo que venía ocurriendo hasta ese momento. Era previsible y necesario que así fuera. La lucha anunciada por Vázquez era mucho más importante que la disputa política, era por su vida, justo unas pocas semanas después de haber fallecido su esposa, María Auxiliadora Delgado.
En la conferencia de prensa en la que anunció su enfermedad, el presidente dejo claras las reglas. “Paso a ser un paciente y todas las referencias de los avances en el diagnóstico y en el pronóstico los realizará el médico de Presidencia, doctor Mario Zelarayán”, señaló.
A partir de ese día, su salud se transformó en un tema de sumo interés público, en un asunto de Estado. Él y su equipo médico y de asesores así lo quisieron al hacer público el cáncer, y decidieron bien. Era lo que correspondía, más teniendo en cuenta los ejemplos negativos recientes en la región. Solo la información puede terminar con las especulaciones, teorías conspirativas y suspicacias que generan el poder y los que temporalmente están a cargo de él.
El problema es lo que vino después. Nada se dijo luego ni del diagnóstico, ni del pronóstico. Apenas se informó públicamente del tratamiento, pero ninguno de los comunicados excedieron los dos o tres párrafos.
Al tratarse de un tema tan importante, en Búsqueda intentamos hablar con varios profesionales con conocimiento directo e indirecto sobre el transcurso de la enfermedad del presidente. Lo hicimos convencidos de que ese era el camino correcto, el mismo que inició Vázquez en su conferencia de prensa.
El 5 de setiembre informamos, con base en varios médicos y políticos consultados, que el presidente tiene un “tumor maligno” que ya se encuentra avanzado y con metástasis, lo que en el lenguaje técnico se conoce como en “estadio IV”. Para ser más precisos, procuramos comunicarnos con Zelarayán, designado como vocero oficial por Vázquez, pero no obtuvimos respuesta.
La información, publicada en un recuadro en una página interior del semanario, fue confirmada unos días después por la cadena de noticias internacional CNN, único medio que procuró avanzar y que consultó a otros especialistas y médicos vinculados al caso.
El tema fue ignorado por otros periodistas. Algunos de ellos hasta se sumaron a las críticas recibidas por Búsqueda, especialmente de algunos políticos, por incursionar en un “tema sensible”. Muy sensible, cierto. Tanto que fuimos mucho más cuidadosos de lo habitual. Lo insólito es que, debido a eso, algunos decidan no informar nada más allá de la comunicación oficial.
El 27 de octubre, día de las elecciones, el propio Vázquez volvió a referirse a su enfermedad. “Tengo la esperanza y el deseo de poner la banda presidencial al próximo presidente de la República”, señaló y destacó la importancia del “día a día”. Fueron declaraciones muy removedoras para todos. Otra vez comenzaron las especulaciones de todo tipo pero nunca llegó la información detallada sobre la situación de la enfermedad del presidente.
Sí hubo algunas apariciones públicas de sus médicos y de su hijo Álvaro Vázquez, refiriéndose a que había sido sometido a un tratamiento exitoso. Pero nunca quedó claro el diagnóstico surgido de los estudios ni tampoco el pronóstico, tan importante en estos casos.
Hasta que, el 13 de diciembre, la Presidencia emitió un comunicado, firmado por los doctores Zelarayán y Mauricio Cuello, en el que informan que “el presidente Tabaré Vázquez se efectuó en el día de ayer estudios clínicos de evaluación del resultado del tratamiento efectuado” y que “los resultados mostraron que la respuesta ha sido satisfactoria, sin evidencia actual de enfermedad”.
¿Qué quiere decir eso? ¿Qué el presidente está curado, como interpretaron algunos? ¿Qué la enfermedad dejó de avanzar? ¿Desaparecieron las metástasis? ¿Las tenía? ¿No hay “evidencia actual de la enfermedad” en ningún lado? ¿Cuál fue el tratamiento? ¿Es cierto que accedió a un excelente y costoso médicamento traído de España? La información difundida vuelve a ser ambigua, dando lugar a todo tipo de especulaciones. Eso no fue lo que hizo el presidente aquel recordado 20 de agosto. Un tema tan delicado no merece ser tratado con tanta liviandad.
Y otra vez, como era obvio, llegaron la confusión y las interpretaciones sin sustento. Así, algunos militantes oficialistas ansiosos de guerra hablan de que se pasó de la supuesta “metástasis cerebral” a la cura, cuando nadie nunca se refirió públicamente a ninguna de las dos cosas. Otros recurren a teorías conspirativas más complejas y aseguran por lo bajo que la enfermedad no era de la gravedad que se dijo y lo asocian con el año electoral; una infamia que se podría descartar con un poco más de claridad a la hora de hacer público el parte médico.
El lunes 23 el presidente fue consultado sobre su enfermedad. Dijo que se sentía “bien” y “con ganas de seguir”, aunque con “algunos problemas vinculados al tratamiento”. Y volvió a insistir con que no es él quien decide la comunicación al respecto. “Consideren que yo soy el enfermo. Si quieren tener información de cuál es la situación del enfermo, hablen con mis médicos tratantes”, recomendó.
Así lo intentamos esta semana, una vez más, siguiendo el consejo brindado por Vázquez. Otra vez, la respuesta fue el silencio. Así es muy difícil, presidente.