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El venció tu suscripción de Búsqueda y Galería. Para poder continuar accediendo a los beneficios de tu plan es necesario que realices el pago de tu suscripción.
En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] contactarte por WhatsApp acáSegún la entrevista que el periodista Juan Pittaluga le realizara al cardenal Daniel Sturla, publicada en la edición 2.137 de Búsqueda, este se mostró sumamente preocupado por lo que en su carta pastoral de julio describió como la “situación difícil que la Iglesia católica atraviesa en Uruguay… para la que ya no es posible tapar una realidad que se hace cada vez más desafiante por el alejamiento de fieles y equivocaciones en la tarea evangelizadora”. Al respecto, tres son los cambios que el arzobispo de Montevideo estima imprescindibles ocurran en su grey a efectos de intentar solucionar el problema: a) renunciar a seleccionar qué elementos de las práctica religiosa adoptar y cuáles no, como si se tratara de una cuestión de opciones en un supermercado; b) entender el verdadero concepto del pecado original; y c) recuperar el sentido integral de la salvación a través de Cristo y anunciarla con alegría.
En el caso de la cuestión a resulta imposible no experimentar aquello de ver la paja en el ojo ajeno y no la viga en el propio. Si aceptamos que la versión del Antiguo Testamento en la Biblia católica es, básicamente, la del Pentateuco de la Toráh judía escrita mucho antes del nacimiento de Jesús, y si los creyentes aceptan que allí se describe la intervención directa de Dios al dictarle a Moisés las Tablas de la Ley conteniendo los que se han dado en llamar Diez Mandamientos, ¿es posible admitir que uno de ellos haya sido modificado al punto de borrar una parte muy concreta porque contradice la liturgia católica? Me refiero al 2º mandamiento, que tanto en el Génesis como en el Deuteronomio judíos establece la prohibición de “labrarse imágenes que adorar”. Efectivamente toda mención a la cuestión de adorar imágenes labradas por la mano del hombre, desde el II Concilio de Nicea en 787, desapareció de la Biblia católica, para reaparecer solo en aquella de uso por los protestantes desde Lutero en adelante. Se suele decir que en realidad se trata de veneración en lugar de adoración, como si no fueran sinónimos. Pero entonces, si admitiéramos esto último, sería incomprensible cuál fue la necesidad de eliminar ese contenido correspondiente, nada menos, que a la palabra divina. Es claro el contraste entre la impresión visual que supone entrar a una sinagoga o a una iglesia protestante, en las que no se ven imágenes humanas, y la cantidad de ángeles, santos, vírgenes, Jesús y Dios mismos, con aspecto humano, que se cuentan en un templo católico.
Las cuestiones b y c se encuentran vinculadas por la idea de culpabilidad. Esta culpa es la asociada con el concepto de pecado original (punto b), no admitido como tal por el judaísmo ni tampoco por varias Iglesias protestantes. Se trata de la culpa generada a partir de Adán y Eva al comer el fruto del árbol del Conocimiento del Bien y del Mal, en el que se aporta ese toque misógino de ser Eva quien se lo ofrece a Adán luego de ser tentada por la satánica serpiente. Solo habría quedado dispensada de dicho pecado María, futura madre de Jesús, al ser concebida asexualmente (inmaculadamente) por su madre Ana, merced a una intervención divina. La idea de pecado original, inevitable para la humanidad toda, fue terminada de desarrollar por Agustín de Hipona, quedando asociada desde entonces a la noción de concupiscencia. Pero, en medio de tal situación desesperada, parece ofrecerse una salida: la salvación (punto c). Esta solo puede ocurrir a través de Cristo (de ahí lo de Salvador)… con lo que ateos, judíos, musulmanes, hindúes, taoístas, etc. quedamos excluidos de esta oferta del conjunto b+c. En fin, no menos de 2/3 de la especie humana.
¿Es una sorpresa que el número de personas practicantes de la fe religiosa católica o, eventualmente, de cualquier fe religiosa, vaya disminuyendo? Al menos no lo es para mí. Y que conste que quienes son creyentes me merecen el máximo de los respetos, que estimo que la gran mayoría viven su fe de modo auténtico y que tengo la certeza de que varios de ellos son más educados y/o inteligentes que yo mismo. Dicho esto no puedo dejar de pensar que quienes integraban aquellas antiguas culturas adoradoras de dioses paganos eran igualmente inteligentes, igualmente auténticos e igualmente merecedores de respeto en la práctica de su creencia. Todo lo cual me trae a la memoria un par de frases de Richard Dawkins a propósito de un supuesto diálogo con una persona religiosa seguidora de una de las religiones monoteístas de raíz abrahámica: “Ud. y yo no somos tan diferentes, siendo que después de todo no creemos ni en Osiris, ni en Odín, ni en Zeus. Solo que yo he dado un paso más en la misma dirección”.
¿Es compartible la preocupación de Sturla por la alta tasa de suicidios, la violencia creciente, la desesperanza asociada a la drogadicción? Sin duda que sí lo es. Pero eso no se corrige con instilar miedo a través de generar un sentimiento de culpa, con la promesa de algo mejor en otra vida más allá de la muerte si se sigue aquello que predico. Si hay alguna posibilidad de mejorar, es con más educación y más conocimiento científico de la realidad. Repitiendo a Goethe… ¡Luz, más Luz!
Dr. Roberto B. García
(Médico embriólogo)