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Cuando Luis Lacalle Pou tomó la decisión de competir como precandidato blanco para la Presidencia, sabía que se enfrentaba a dos desafíos. Uno era lograr que su imagen, la de un joven diputado por Canelones, se conociera a nivel masivo. La otra era alejarse definitivamente de la sombra de su padre, el ex presidente y actual senador Luis Alberto Lacalle Herrera.
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Desde que en mayo de 2013 oficializó su precandidatura, el objetivo de hacerse conocer se viene cumpliendo. Al menos eso dicen los números fríos de las encuestas, que muestran que inició su campaña con una intención de voto por debajo de los dos dígitos y hoy araña el 40% en la interna blanca. De la mano de este crecimiento también vino la consolidación de su nombre: de alguna manera logró que la gente inevitablemente le agregue el “Pou” al apellido Lacalle. O que de ahora en más, en charlas sobre política, sea necesario aclarar a cuál de las dos figuras se hace referencia, si a “Lacalle padre” o “Lacalle hijo”.
Mientras ocurre todo esto, al ex presidente, el último candidato y representante del Partido Nacional en las elecciones pasadas, se lo ve poco y nada en los actos y eventos partidarios de su hijo. Alguien acostumbrado a acaparar la atención se ubica ahora en una posición discreta. Fuentes cercanas al precandidato blanco confiaron a Búsqueda que hubo una “decisión” —tomada en conjunto por Lacalle Pou y sus asesores— de mantener a Lacalle Herrera en un segundo plano de la campaña. “Nosotros decidimos que había que ser claro en quién era el candidato. Si bien Lacalle es un militante importante del sector, el candidato es otro. Lacalle tiene su equipo, y sus ideas son las de él, sin perjuicio que muchas de ellas se compartan. Lacalle es una figura muy fuerte, pero esta vez no es el candidato. Lo que es más lógico es que si el candidato es otro, que cobre relevancia el otro. La decisión fue la de su no participación directa”.
En el comando de campaña destacan que Lacalle Pou “construyó por sí solo” su candidatura, que de hecho en su inicio en la actividad política se mantuvo alejado del “oficialismo de Lacalle Herrera” y que así quieren que sigan las cosas.
En enero de este año, cuando los sectores que apoyan a Lacalle Pou se reunieron en el tradicional cónclave herrerista en La Paloma, el ex presidente fue uno de los primeros en hablar. Advirtió que quedaba un trecho corto para el día de las elecciones internas y llamó a redoblar la militancia —golpear “puerta por puerta” en cada pueblo— para hacer conocer las propuestas de su hijo. Esa fue una de las últimas veces que se lo vio en escena.
Por la positiva y por la negativa.
En el entorno de Lacalle Pou aseguran que la decisión de mantener a Lacalle Herrera alejado de los focos fue tomada con “su visto bueno” y “su comprensión”. “Lacalle siempre dice que él está a lo que diga el candidato, se lo dice a todo el mundo”, argumentaron las fuentes.
Sin embargo, el ex presidente tampoco se queda quieto. En temas puntuales de la campaña ha tenido una actitud proactiva. Por ejemplo fue clave en la incorporación del senador Jorge Saravia, quien se bajó de su precandidatura para apoyar la de Lacalle Pou. Pero cuando hubo una concurrida conferencia de prensa para anunciar el acuerdo, tampoco estuvo presente.
Según las fuentes, muchos militantes de la vieja guardia (allegados a los que conoce hace 30 o 40 años) han ido hasta su casa de la calle Murillo en Carrasco para reclamarle más visibilidad, más protagonismo en la campaña. Pero la decisión estratégica de mantenerlo al margen ya fue tomada. Los informantes dijeron a Búsqueda que además, en plena campaña hubo un “desliz”, una “acción desafortunada” de Lacalle Herrera que no cayó nada bien en la interna y “molestó” a su hijo. Fue hace exactamente un mes, cuando tuvo un curioso cruce en el Parlamento con el rector de la Universidad de la República, Rodrigo Arocena, quien tildó al ex presidente de “pituco insolente” y este le respondió sacando la lengua. El episodio fue evaluado de forma negativa en el comando de Lacalle Pou. Unos días después, desde el viernes 14 de febrero hasta el sábado 22, Lacalle Herrera hizo un retiro espiritual. Estuvo ocho días en la Casa de Ejercicios Espirituales Manresa, que pertenece a los jesuitas. Las fuentes se apuran a descartar cualquier vinculación de este hecho con el desarrollo de la campaña. “Lacalle siempre tuvo una vida religiosa bastante intensa, y ahora obviamente tiene más tiempo. Hablaría muy mal de él que tenga que ir a un retiro para aguantarse de participar en la campaña”.
En conversaciones informales, Lacalle Pou ha contado más de una vez que ser el hijo del ex presidente tiene sus claroscuros. Le ha pasado que va a lugares donde lo paran para decirle que votaron a su bisabuelo (Luis Alberto de Herrera), votaron a su padre, y ahora lo votarán a él. Algo así como votos heredados. Pero también le ha pasado —y le pasa— de encontrarse con gente que le recuerda que nunca simpatizó con las ideas de su padre y por eso tampoco se molestará en escuchar lo que el hijo tenga para decir.
Aún así, hay algo que se valora en el equipo de Lacalle Pou y es que hacer un camino propio haya tenido beneficios inesperados. Como acercar a figuras de izquierda, como la ex directora del Liceo Bauzá, Graciela Bianchi. O como tener el apoyo de Carlos Julio Pereyra, el diputado Javier García o el intendente de Flores, Armando Castaingdebat, y de dirigentes que en su momento estuvieron con Juan Andrés Ramírez; todos provenientes de la otra ala del Partido Nacional, algunos incluso enfrentados históricamente con Lacalle Herrera.