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Lo dice así: “Usamos el barrio como un decorado. Vamos con la tribu (o la troupe, como suele llamar al grupo de actores y técnicos amigos con los que trabaja desde hace décadas) a intervenir en el barrio, no a contar la vida de ese barrio, porque no hago documentales, hago más bien intervenciones, y contamos la historia que queremos contar”. De este modo explica el cineasta francés Robert Guédiguian (Marsella, 1953) el motivo por el que casi todas sus películas se desarrollan en Marsella, en el barrio L’Estaque y sus alrededores.
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Guédiguian se encuentra en Montevideo desde el lunes 27, cuando, con la exhibición de uno de sus últimos títulos, Las nieves del Kilimanjaro, se inauguró en Cinemateca 18 una retrospectiva de su obra. Hoy jueves 30 a las 18 h, él y su esposa, la actriz francesa Ariane Ascaride, serán declarados Ciudadanos Ilustres por la Intendencia Municipal de Montevideo, en un acto que se realizará en la Alianza Francesa. Y luego, a las 20, el realizador dictará una master class en la ECU (Chucarro 1036, piso 3). La retrospectiva continúa hasta el miércoles 5 de noviembre en Cinemateca 18.
Militó desde los 14 años en el Partido Comunista hasta que un día se marchó y trasladó sus inquietudes y acciones hacia el terreno cinematográfico. Su preocupación por cuestiones sociales (el desempleo, la marginalidad, la pobreza) son la razón y el corazón de su obra, en la que viven personajes reconocibles e imperfectos. Personajes por lo general interpretados por el mismo grupo humano, en el que sobresale su propia esposa, la carismática Ascaride (desde su primer filme, Dernier Été), y en el que también se encuentran titanes: Gérard Meylan o Jean-Pierre Darroussin.
Influido por Eric Rohmer y Jean Renoir, comparte sensibilidades, inquietudes y apetencias con cineastas contemporáneos como el italiano Nanni Moretti, el finlandés Aki Kaurismäki, el británico Ken Loach o los belgas Jean-Pierre y Luc Dardenne. Y atraviesa la comedia, el drama, el policial como quien pasa de una habitación a otra de su propia casa. O, mejor, como quien recorre las calles de su barrio. Ha realizado películas oscuras (algunas demasiado oscuras y sofocantes, como La ciudad está tranquila), fábulas sobre el valor de entregarse a obras que van más allá del interés individual (Las nieves del Kilimanjaro) y también ha salido del barrio para recrear los últimos años de François Mitterrand (Presidente Mitterrand) y ha llevado a cabo reconstrucciones de época para ilustrar la lucha del poeta y obrero comunista armenio Missak Manouchian, líder del grupo de inmigrantes que se resistieron a la ocupación nazi en Francia. De hecho, ayer miércoles 29, en Cinemateca 18 participó de una charla abierta sobre la figura de Manouchian, precisamente, la cual se realizó previo a la exhibición de El ejército del crimen. Estuvieron presentes, además de Ascaride, Jack Boghossian, director de la Cinemateca Armenia para Latinoamérica, y el doctor Roberto Markarian, rector de la Universidad de la República. Durante la charla y, posteriormente en diálogo con Búsqueda, Guédiguian conversó acerca de varios aspectos de su carrera. Por ejemplo:
Missak Manouchian.
“Conocí la figura de Manouchian desde muy joven. Y todo ese grupo que estuvo con él me ayudó a crecer. Ellos eran justos, jóvenes y lindos. Eran artistas que escribían muy bien. Eran héroes en el sentido más antiguo del término: porque murieron jóvenes, porque no tuvieron la oportunidad de hacer concesiones. Pertenecieron a la gran historia de la humanidad. Por eso, parte de nuestra misión como cineastas es contar historias que otorguen valor y fuerza a la humanidad. En el momento en que hice esa película, desaparecía una generación. Era una generación de viejos que regresaban a Francia, cansados, rengos, con bastones. Habían matado a nazis, habían tirado granadas o colocado bombas para atacar a los nazis. Esos viejos tenían en la mirada algo de los jóvenes que fueron y, según el título de un documental de Francia, eran “terroristas jubilados”. Sentí que tenía que hacer una película sobre ellos. No sé si es una linda película, pero es una bella historia. Yo solo me encargué de contarla. Sé que los jóvenes actores que trabajaron con nosotros conocían muy poco esa historia, y me parece que el actuar esos personajes cambió sus vidas. Hay que decirlo: Missak Manouchian era el más grande, el mayor; en su grupo había muchos jóvenes, había niños de 15 años, ahí estaba la juventud del mundo. Nada termina, todo comienza, me parece”.
Su nueva película.
“No la rodé en Marsella sino en Armenia. El rodaje terminó hace dos semanas y me encuentro en el momento en el que hay que reescribir todo. Me refiero a las imágenes filmadas durante seis meses. Se trata de una película ambiciosa que quiere contar la historia y la memoria del genocidio armenio. Está claro que la historia siempre la escriben los vencedores. Y el proyecto es ambicioso porque se trataría de la historia de la memoria. Eso es lo que trato de hacer. Esa es la gran dificultad del cine. Y espero lograrlo”.
Su origen.
“Soy hijo de obreros. Mi padre tuvo muchos accidentes laborales. Siempre me aseguró la educación y la salud. Y la confianza. No puedo ser más que portador de su voz. Él no leía nunca. No tenía las palabras para expresarse. Si mi padre pudiera hablar, podría ser el título de todas mis películas. Por eso es que hago este tipo de cine”.
Filmar (casi siempre) en Marsella.
“Desde el principio armamos una troupe, una tribu. Trabajamos juntos para contar cosas que nos movilizaban mucho, cada uno en su papel, los actores, los técnicos, el director. Y elegimos un teatro natural: Marsella, que es un gran decorado, tiene varios lugares que nos permitieron cambiar de registro y trabajar en historias de amor, en dramas, en policiales. Y siempre con la misma preocupación esencial: la de hacer heroicos a personajes cotidianos, con la idea de que las grandes historias pertenecen a todo el mundo, porque todas las historias, por enormes que sean, pueden ocurrir en cualquier parte. Y es por eso que puedo venir con mi troupe e intervenir un barrio en Uruguay, cualquier barrio, y contar Las nieves del Kilimanjaro sin cambiar una sola palabra del guión”.
Los personajes femeninos.
“Siempre pensé que en los períodos de crisis las mujeres son más fuertes que los hombres. Son más concretas. Actúan más rápidamente. Están más del lado de la vida. Siempre pensé en las mujeres de la Resistencia, las Madres de Plaza de Mayo en Argentina, las mujeres contra la mafia en Sicilia, en las que luchan hoy en día en Túnez contra las leyes islámicas. Y para mí han sido una educación, porque en mi barrio ellas eran combatientes”.
Las influencias y el futuro.
“El cine de Jean Renoir, de Jean Grémillon, de René Clair. Grandes autores. Gente que hizo cine muy preocupada por el tiempo en el que vivía. Cine muy popular. Con la troupe tenemos ganas de seguir haciendo eso. En el cine que hacemos y también en las actividades alrededor del cine. En Francia somos muy activos, somos militantes sindicalizados en el cine. No solo para defender el cine francés, sino para defender la diversidad del cine, todo el cine del mundo. Para que, cuando nos vayamos, dejemos el cine como lo encontramos. Que, realmente, era hermoso”.
La mirada.
“Creo que, como Antonio Gramsci, hay que aliar el pesimismo de la inteligencia con el optimismo de la voluntad. Cuando veo el mundo soy pesimista, pero cuando peleo y lucho para mejorarlo, necesito el optimismo. Hice películas muy duras, no lo voy a hacer de nuevo. Creo que mi responsabilidad de cineasta es que si voy a describir las miserias más grandes también tengo que mostrar que hay algo de luz, debo mostrar que también hay algo más. No puedo y no quiero pintar todo el mundo de negro. Lo hice. No lo quiero más”.