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    Las lecciones de la historia

    Nº 2165 - 10 al 16 de Marzo de 2022

    Desde la semana pasada los precios de las materias primas agropecuarias están en sus valores más altos de la década. El mundo entró en pánico con la guerra entre Rusia y Ucrania. Parece realmente increíble que seamos testigos de esta barbarie en pleno siglo XXI.

    El conflicto en Europa tiene profundas implicancias para el comercio de granos. En lo inmediato, el mundo ve con horror cómo el 30% del volumen exportable internacional de esos productos tiene un futuro más que incierto. O bien porque los pobres ucranianos no están pensando en sembrar sus cultivos, sino que están concentrados en cómo defenderse lo mejor posible del invasor ruso, o bien porque todo aquel que compraba algo de Rusia lo está pensando dos veces. El mercado del trigo está congelado y presa del pánico. Pasa lo mismo con la energía: los precios del crudo están volando. La lista de materias primas que se volvieron “locas” crece día a día.

    Pero veamos el foco en los granos. Empecemos por el trigo: los stocks de los principales exportadores son muy bajos, llevan al menos cuatro años descendiendo. Si bien hay una esperanza en que el trigo del hemisferio norte tenga un año normal, no arranca bien, al menos en buena parte no empieza en las mejores condiciones.

    Si a eso le agregamos la incertidumbre por cuándo y cuánto trigo saldrá del mar Negro (por donde exportan Rusia y Ucrania), es lógico que el mercado le ponga precio a esa incertidumbre. Pero también es cierto que con el trigo en 400 dólares la tonelada los compradores tratarán de buscar otras alternativas. No debe olvidarse que el trigo no solo se usa para alimentación humana, sino también para alimentación animal. No encontré ningún analista de mercado que sea capaz de dar una respuesta coherente a cuál será el valor del cereal. Todo el mundo dice lo mismo: hay que esperar, pero seguramente sea alto.

    Europa y Estados Unidos no tienen la capacidad como exportadores de trigo de suplir el vacío por la falta de producción de los que hoy están en guerra. Y la respuesta productiva, si llega, no verá el mercado antes de julio, por lo que nos vamos a tener que acostumbrar a vivir con valores altos y muy volátiles por un buen tiempo. El lector podrá pensar que estamos frente a un escenario maravilloso de precios que seguramente impulsará las siembras en Uruguay. La respuesta es que posiblemente sí, pero hay otros riesgos en el horizonte.

    La zona en conflicto es también productora de energía y exportadora neta de fertilizantes. En cuanto a la energía, el crudo también está desbocado y seguramente eso nos ponga a sufrir con los costos de los fletes y de los combustibles en Uruguay. Y no solo eso, los fertilizantes pasan por la misma situación: difícil conseguir y más complicado aún asegurar un precio y un volumen. No son temas menores porque, a pesar de los precios históricamente altos, el dilema para el agricultor uruguayo no es lo que valen hoy los granos, sino la capacidad de los productores locales de captar estos valores.

    Hay algunos agricultores que, atentos a la volatilidad del mercado, apuestan a esperar, e incluso alguno llega a plantear que si le va bien con la cosecha de verano, está dispuesto a “dejar pasar” el invierno con una producción mínima, para no arriesgar el patrimonio o su capacidad productiva futura. La progresión que han tenido los costos genera miedo.

    La tentación de jugarse a un aumento de producción en invierno es grande. Reconozco que los precios son muy tentadores. Pero la conducta de ese agricultor que duda es también una evolución en un sector agrícola que en el pasado pagó con sangre el crecer a expensas de plantar cuando las cosas valían mucho y no se logró “asegurar” ese resultado productivo. Como dice un conocido referente del sector agrícola: la agricultura es gestionar riesgos. El escenario macroeconómico nos plantea desafíos: una inflación que seguramente acuse el golpe de esta locura de precios y provoque una reacción de los bancos centrales del mundo. Lo que sí es cierto es que una guerra del otro lado del mundo tendrá consecuencias directas en nuestras vidas en el futuro por venir.

    (*) El autor es ingeniero agrónomo (Dr.), asesor privado y profesor de Agronegocios en la Universidad ORT.