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    Las máquinas tragamonedas proliferan en los barrios amparadas en un lobby político que trasciende las fronteras partidarias

    El Jorgito, el exbarrabrava de Peñarol, integró la directiva de los maquineros y los acercó al MPP, gracias a su vínculo con la diputada Susana Pereyra; entre abril y diciembre de 2016 visitó el despacho de la legisladora al menos 14 veces

    La mujer está sentada en una butaca y en su regazo tiene un abanico de billetes de $ 100 y $ 200. Son cada vez menos: hoy no es su día de suerte.

    —¿No te aparecen los cosos? —Le pregunta una señora, aspecto de jubilada reciente, que parece conocerla a ella y a cada una de las 15 máquinas que ocupan las paredes del local.

    —Ninguno. No me da nada —responde la otra, más joven pero igual de locataria.

    La veterana de pelo corto enrulado se sienta a su lado. Viste jeans, una blusa marrón, sandalias y un par de lentes redondos que acomoda constantemente. Acaba de perder en otro slot metros más allá y ahora va a probar suerte en el contiguo. Vuelve a darle de comer a la maquinita. Está nerviosa y su ansiedad crece; ya dilapidó más de $ 1.000. Intenta ayudar la suerte con técnicas poco ortodoxas como frotar la pantalla con su mano derecha y llevársela después al bolsillo para que por fin le dé un premio. Pero no.

    —Me tengo que ir a lavar los pisos en casa —dice, pero 15 minutos después sigue allí sentada, apostando.

    Son las siete de la tarde del sábado 24, el día es espléndido y 10 personas están encerradas en el pequeño local ubicado en José Batlle y Ordoñez y Héctor Miranda, en la ciudad de Canelones; siete son clientes que alimentan las máquinas billete tras billete, una es la dependienta y dos son periodistas de Búsqueda.

    En la fachada no hay un cartel que anuncie de qué va el negocio y una cortina apenas deja ver su interior. Para entrar hay que tocar timbre. Una joven abre con llave, deja pasar clientes y vuelve a cerrar. Sobre una mesa, un monitor permite ver las cuatro cámaras de seguridad. En ese local hay máquinas tragamonedas y un baño en el que solo está permitido orinar. Nada más. No es un bar ni un almacén que sumó algunos slots para que los parroquianos dejen algo más de dinero. Parece un minicasino.

    El ecosistema de las máquinas barriales cambió por completo en los últimos años. Las salas que solo tienen slots son cada vez más frecuentes y en los bares donde antes había dos o tres máquinas, ahora se cuentan por decenas. La mayoría de los minicasinos están a la vista, con carteles en la calle que prometen suerte, diversión y pozos acumulados. Nadie sabe cuántas son. La Dirección de Loterías y Quinielas, que quiere prohibirlas, estima que hay más de 30.000 tragamonedas barriales, cinco veces más que los slots habilitados en los casinos, y que mueven más de US$ 170 millones al año. Las cámaras que nuclean a fabricantes y dueños de máquinas, en cambio, dicen que están en el entorno de las 20.000 y en ellas se apuestan menos de US$ 60 millones, cifras que, aseguran, están estabilizadas desde hace un lustro.

    Son estimaciones, porque el negocio se mueve en una zona gris. En el Ministerio de Economía creen que se trata de una “actividad delictiva”, pero cada vez que denuncian el tema en la Justicia salen derrotados porque no hay ninguna ley que la prohíba o la regule. Y, a juzgar por los antecedentes, es difícil que alguna vez la haya.

    Ninguno de los proyectos que envió el Poder Ejecutivo en los últimos tres períodos superó la etapa inicial de discusión en una comisión parlamentaria. La incapacidad del Poder Legislativo para resolver el tema se debe, al menos en parte, a una red de contactos políticos tejida por “los maquineros” que trasciende la frontera oficialismo-oposición. En los últimos años, ese lobby ganó terreno en el Movimiento de Participación Popular (MPP) gracias al vínculo generado entre la diputada Susana Pereyra y los dueños de los slots, en el que jugó su papel el exbarrabrava de Peñarol devenido en maquinero, Jorge Rivero, según las fuentes consultadas por Búsqueda.

    Muchos intentos.

    Era el primer Consejo de Ministros abierto del segundo gobierno de Tabaré Vázquez. El lunes 23 de marzo del 2015 un vecino de Maldonado tomó el micrófono para plantearle uno de sus desvelos. “Es algo que me preocupa desde hace muchísimos años, que para mí es un cáncer, una plaga, un virus, que son las maquinitas ilegales tragamonedas que están dispersas por todo el país”, dijo. “En el interior principalmente, en todo pueblo, en todo boliche, en cada almacén de barrio hay esas máquinas donde las madres se juegan la plata de la leche con el afán de hacer un pesito más. Los jóvenes que están así en el ocio, que no saben qué hacer, porque hay pueblos en los que ni siquiera existe una librería, recurren a eso para matar el tiempo y así se terminan enviciano y terminan totalmente mal, endeudados”.

    El vecino, un veterano de barba cana y manos de quien trabaja la tierra, recordó que en el gobierno anterior no hubo “consenso” dentro del Frente Amplio —partido al que votó— para solucionar el problema. “Espero que en este período se pueda aprobar una ley, un decreto para eliminar eso, esa plaga que es espantosa, ese vicio que hace que la gente se corrompa”, le rogó al presidente.

    Vázquez le respondió que el Poder Ejecutivo estaba estudiando el tema. Recién empezaba el gobierno y todavía tenía pendiente una reunión con su bancada para deinir qué proyectos de ley enviaría al Parlamento. No obstante, le dijo que entre esos proyectos estaría “el que trata las máquinas tragamonedas” y que esperaba “resolver el tema” en la actual legislatura.

    En su primer gobierno, Vázquez había fracasado en el intento de prohibirlas. Con su firma y la de los ministros de Economía, Danilo Astori, e Interior, Jorge Bruni, el gobierno envió un proyecto al Parlamento en 2009 en el cual establecía que era “imperioso” penar con prisión la explotación de juegos de azar como las tragamonedas. En su exposición de motivos, la iniciativa describía con preocupación el proceso de “proliferación de máquinas clandestinas” diseminadas “por todo el país, en distintos comercios, bares, centros nocturnos e incluso en instituciones sociales y deportivas”. Denunciaba además la falta de “garantías y controles” en los montos que pagaban esos slots y “la eventual adulteración del resultado del juego”.

    El proyecto no tenía muchas chances en el Parlamento, pese a la mayoría oficialista. Meses antes de recibir la propuesta, los diputados frenteamplistas Enrique Pintado (Asamblea Uruguay), Gustavo Bernini (Partido Socialista), Edgardo Ortuño (Vertiente Artiguista), Diego Cánepa (Nuevo Espacio) y Javier Salsamendi (Corriente de Acción Pensamiento – Libertad) habían redactado una carta al Poder Ejecutivo en la cual solicitaban que la actividad de las máquinas fuera regulada, no prohibida.

    La iniciativa naufragó y luego, con la llegada de José Mujica a la Torre Ejecutiva, el tema abandonó la lista de prioridades del gobierno. Hubo diversas propuestas de legisladores para prohibir las máquinas, para limitar su cantidad o para regular de algún otro modo un negocio que no dejaba de crecer. A mediados del 2013, el Poder Ejecutivo evaluaba presentar un proyecto para habilitar un máximo de tres máquinas por bar o almacén y que cada una pagara un canon mensual fijo. El Observador informó en diciembre de ese año que el gobierno había resuelto desestimar esa idea después de que el expresidente Vázquez, candidato del oficialismo en la elección nacional siguiente, planteara sus reparos.

    El gobierno de Mujica volvió sobre el tema en marzo del 2014 con otro proyecto de ley, este más amplio, que buscaba dar potestades a la Dirección de Casinos para habilitar juegos de azar. Las alarmas de los maquineros saltaron en ese momento y, según los informantes, decidieron afianzar los vínculos con el MPP. Para lograrlo, consiguieron los buenos oficios del Jorgito.

    Un nexo útil.

    Rivero empezó en el negocio de las máquinas tragamonedas a medida que se alejaba de la barra de Peñarol, donde era uno de los líderes. De acuerdo con los informantes, Jorgito fue contactado por los maquineros para que los acercara a Pereyra, diputada y esposa del ministro del Interior, Eduardo Bonomi. La conocía del fútbol —la legisladora es fanática de Peñarol y tenía contacto directo con la barra para tratar de disminuir la violencia— y de haber colaborado con ella para reclutar personas de la hinchada que la fueran a votar en las elecciones del MPP en 2013. Esa relación fue un dolor de cabeza para el ministro y estuvo en el centro de una interpelación que el senador colorado Pedro Bordaberry le haría tiempo después.

    El nexo funcionó bien para ambas partes y perduró en el tiempo. Después de que el proyecto de Mujica naufragó en el Parlamento y con la llegada de Vázquez otra vez al gobierno, los maquineros debían mantenerse alertas.

    Rivero pasó a integrar la directiva de la Cámara Uruguaya del Juego y el Entretenimiento y los maquineros participaron en algún almuerzo de recaudación del MPP, pautaron publicidad en la radio M24, vinculada al sector, y concurrieron a una cena en la que habló Alejandro Sánchez como candidato a la Presidencia del Frente Amplio.

    El trabajo de Jorgito fue particularmente intenso entre fines del 2015 y mitad del 2016. En octubre del 2015 el Poder Ejecutivo envió otro proyecto vinculado a los juegos de azar que, de aprobarse sin cambios sustanciales, volvería ilegales las maquinitas tragamonedas. Representantes del gobierno, de los maquineros y de casinos, desfilaron por la Comisión de Hacienda de Diputados. El subsecretario de Economía, Pablo Ferreri, dijo entonces que el Poder Ejecutivo creía necesario “dejar negro sobre blanco” en el proyecto que era “una actividad delictiva” y esa era la “línea de trabajo”. Las cámaras vinculadas a las máquinas reclamaron que se regulara su actividad, porque no estaba prohibida y existía hace más de 20 años sin un fallo judicial que la penalizara. La regulación, argumentaron, permitiría la “formalización” de muchas empresas que emplean a miles de personas y el sector comenzaría a aportar al fisco y la seguridad social. Los dueños de máquinas plantearon públicamente su disposición a pagar un canon anual de US$ 500 por slot (si hay 30.000 máquinas, se trataría de US$ 15 millones, una fracción de sus ganancias).

    Mientras se daban esas discusiones en el Parlamento, el vínculo entre los maquineros y Pereyra daba frutos. Los principales dueños de tragamonedas barriales concurrieron a una cena en un club de Ciudad de la Costa, que requería el pago de un ticket de US$ 100 y se sentaron con la diputada, el ministro Bonomi y dos integrantes del Ministerio del Interior (ver foto). Fuentes que participaron en esa actividad dijeron a Búsqueda que fue en el marco de la campaña de Sánchez en el Frente Amplio.

    Consultado al respecto, Sánchez negó que esa reunión estuviera relacionada con su actividad proselitista. Dijo que “pasó a saludar” porque estaba en un comité de base cerca de ahí, le avisaron que los maquineros habían organizado esa cena y a su equipo le pareció oportuno ver si “juntaba algún voto”. Una vez que estuvo en el club, añadió, se encontró con Bonomi, Pereyra y compañía. Dijo que se sentó con gente “que no conocía”, dio un breve discurso y antes de irse se sacó fotos con varias personas, entre ellas Jorgito.

    El exbarrabrava se cansó de ser el nexo con el MPP tiempo después y así se lo planteó a los maquineros. Les recordó que lo habían ido a buscar para ayudarlos con los políticos, pero consideraba que los beneficios que recibía se habían vuelto insuficientes para todo lo que trabajaba.

    Solo entre abril y noviembre del 2016, el Jorgito ingresó al menos 14 veces al edificio anexo del Palacio Legislativo para ir al despacho de Pereyra, según supo Búsqueda. Las visitas continuaron también en 2017, al menos en dos ocasiones, aun después de que la relación entre ambos desatara un debate político durante una interpelación a Bonomi.

    El lobby y los políticos.

    En la calle central de Las Piedras hay pocos locales abiertos a primera hora de la tarde del sábado 24. Uno de ellos es un mini-casino con 20 máquinas de Citygame, una empresa que se dedica a fabricar máquinas y que explota sus propias salas de slots en diversos puntos del país. Varias están en el departamento de Canelones, de donde son originarios algunos de los principales maquineros. El titular de Citygame, Daniel De León, quien además aparece en la foto de la cena, es uno de ellos.

    Dirigentes de ese departamento dijeron a Búsqueda que muchos van a tocar la puerta de los maquineros para conseguir apoyo en las campañas electorales. Es una conducta que trasciende las fronteras oficialismo-oposición.

    “Sé que en 2019 voy a tener que recurrir a alguno de ellos”, reconoció un político blanco.

    En 2009 el blanco Julio Lara convenció a Pamela De León, la hija de un maquinero, para que integrara una de sus listas y logró que se convirtiera en edila por el Partido Nacional. En las elecciones siguientes, un acuerdo entre Richard Charamello y Daniel Peña llevó a que el novio de Pamela de León, Fabián Monteghirfo, tuviera un lugar alto en la lista de Peña, electo diputado, lo que le permitió ocupar la banca como suplente en varias ocasiones.

    Monteghirfo casi no tuvo actividad legislativa en los primeros tres años del actual período. Una de las pocas veces que le tocó cubrir a Peña, sin embargo, aprovechó para invitar al despacho a un conocido que estaba vinculado a su suegro: el Jorgito. El exbarrabrava se sacó una foto sentado en la silla del diputado.

    Peña dijo a Búsqueda que él nunca conoció a Rivero ni lo recibió en su despacho. Añadió que Monteghirfo le reconoció por teléfono que uno de los días en que lo suplantó invitó a Jorgito a tomar un café. Allí se tomó la foto. Peña le transmitió que lo llamaría delante de los periodistas de Búsqueda para que confirmara la versión y que Monteghirfo accedió. Sin embargo, cuando el diputado lo llamó, el celular estaba apagado.

    La actividad de Monteghirfo en el Parlamento no pasó desapercibida. En el Partido Nacional recuerdan el choque que tuvo con Jorge Gandini —uno de los principales impulsores de la prohibición de las máquinas tragamonedas— el 11 de octubre del 2015, durante la discusión de la Ley de Presupuesto. Los legisladores habían votado un cuarto intermedio porque en el oficialismo y la oposición existía divisiones sobre un artículo que dejaba el control de las apuestas deportivas en manos de la Dirección de Loterías y Quinielas. Los maquineros, que seguían el tema desde las barras de la Cámara de Diputados, rechazaban esa propuesta porque no habilita la “libre competencia” y los deja fuera del negocio. En una reunión de bancada, Gandini y Monteghirfo cruzaron críticas duras, recordaron participantes en la reunión.

    Los maquineros y otros interesados en el tema recorrieron despachos para torcer la decisión de los parlamentarios.

    Cuando retomaron la sesión, el diputado Darío Pérez (Liga Federal) cuestionó que “hubo gente que logró parar” el Parlamento “por una hora y aquí no hay abombados”.

    “Podría dar por terminada mi alocución, pero el problema es que aquí hay muchísimo dinero en juego (…). Y este poderoso lobby ha logrado parar este Parlamento por una hora, por un lado o por el otro”, añadió.

    Gandini pidió la palabra y denunció que ha sufrido amenazas de los maquineros. Después retomó el planteo de Pérez: “Que hay lobbies, hay lobbies. ¿Que llegan acá? Sí, llegan acá. ¿Que hoy el juego financia campañas? Sí, las financia. ¿Que financia legisladores? También los financia. ¿Que los pone acá? También los pone. Abramos los ojos”.

    En el marco del debate, los diputados blancos por Canelones, Sebastián Andújar y Alberto Perdomo (fallecido) y la diputada Pereyra (MPP) plantearon cambiar el artículo para que no solo la Dirección de Loterías y Quinielas quedara habilitada para manejar esas apuestas deportivas, pero no tuvieron éxito.

    Monteghirfo, yerno del maquinero De León, dejó de ser suplente de Peña meses después, porque el legislador abandonó el Partido Nacional para sumarse al proyecto político de Edgardo Novick. Hoy, Monteghirfo es diputado suplente de Charamello.

    Pereyra no atendió los reiterados llamados realizados por Búsqueda desde el lunes 26 por la tarde para conocer su versión sobre la relación con los empresarios vinculados a los slots barriales. Rivero rechazó ser el nexo y recomendó hablar con los dueños de las máquinas. El vocero de los maquineros, el abogado Gerardo Dibbern, no quiso contestar preguntas por teléfono.

    Información Nacional
    2018-03-01T00:00:00