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“Es imposible reducir el déficit fiscal, porque tenemos un gasto rígido”. “Es imposible flexibilizar las leyes laborales, porque los sindicatos incendian las praderas”. “Es imposible cerrar empresas púbicas, porque hace casi 30 años un plebiscito se opuso a su reforma”. “Es imposible despedir empleados públicos”. “Es imposible terminar con los planes sociales y el Mides, porque mucha gente no puede vivir por sí misma”. Podrán decir que todo esto es imposible de hacer, pero todos sabemos que es imprescindible hacerlo si queremos ser un país de primera.
En plena lucha por la independencia de Argentina, San Martín le pedía a Pueyrredón diferentes pertrechos para la guerra y cuando este le consigue caballos, armas y uniformes, le dice: “No me pida más cosas porque su empresa es imposible”. Y San Martín le responde: “Será imposible, pero es imprescindible”.
La tarea de construir las bases de una sociedad emprendedora, basada en el intercambio libre y voluntario de valor por valor y no valor por necesidad, donde cada uno pueda valerse por sí mismo y no de otros, y tener un Estado chico al servicio de los ciudadanos y no al revés, es una tarea que tal vez parezca imposible, pero es también una tarea necesaria para hacer.
El índice de Libertad Económica que publica el Instituto Fraser de Canadá, muestra claramente que la esperanza de vida en los países con economías más liberales es de 80,4 años, frente a los 64,0 de los países donde predomina el estatismo y el socialismo. La libertad te regala veinte años más de vida.
En cuanto al ingreso per cápita, el promedio de los países capitalistas es de US$ 41.228 anuales frente a los US$ 5.471 de los modelos intervencionistas, ocho veces mayor.
Para sacar a la gente de la pobreza, la única receta que funciona es el crecimiento económico y no la asistencia social, ni el empleo público. Y para que haya crecimiento es necesario que haya ahorro, que existan emprendedores y que estos estén dispuestos a invertir lo ahorrado. Así se crean productos, clientes y, fundamentalmente, se crean empleos.
Los países capitalistas y liberales avanzan a un ritmo de crecimiento anual medio del 3,63% mientras que en los países intervencionistas es de apenas un 1,52%. Uruguay, hasta el año 2014 y gracias a unas condiciones exteriores muy favorables, creció a un ritmo del 5% anual, pero desde entonces lo hace a un modesto 1,5%.
Si quieren ver qué sucedería si se aplicaran más políticas socialistas (control de cambios, altos impuestos, empresas estatales, controles al comercio, regulaciones absurdas, etc.), miremos a Venezuela, que no solo no crece, sino que su actividad cayó más de un 25% en el último año. O miremos hacia Argentina, cuyo crecimiento está planchado desde el 2013 y va rumbo a un nuevo default y otra hiperinflación.
En cuanto a la pobreza extrema (ingreso inferior a 1 dólar diario), en los países liberales es de apenas 1,2%, mientras en los países estatistas supera el 30%, es decir que la pobreza extrema es casi treinta veces mayor en las economías socialistas que en los modelos liberales.
En cuanto a la pobreza moderada (ingresos de US$ 3,1 diarios), la diferencia es peor: en las economías restringidas llega al 48,1% de la población vs. un mínimo 2,3% en los países libres.
Pero lo más interesante es que los individuos más pobres en los países libres son 11 veces más ricos que en los modelos intervencionistas, socialistas o anticapitalistas. Un “pobre” en Nueva Zelanda, vive 10 veces mejor que un “clase media” en Nicaragua, Bolivia o Venezuela.
El ranking del Instituto Fraser lo encabezan: 1) Hong Kong, 2) Singapur, 3) Nueva Zelanda 4) Suiza 5) Irlanda 6) Estados Unidos, y lo cierran 157) Siria, 160) Argentina y 162) Venezuela. Uruguay está en el lugar 65.
Podemos seguir a mitad de tabla por siempre, si creemos que es imposible desafiar las ideas estatistas que predominan en nuestra sociedad o podemos aspirar a estar entre los más libres, si creemos que es imprescindible hacer los cambios necesarios para lograrlo.
