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La ley de una jornada laboral de ocho horas “ya está vieja” y es necesaria una “reducción de la jornada de trabajo sin reducción del salario”, planteó en el acto del 1° de mayo el presidente del PIT-CNT, Marcelo Abdala. La estableció como una bandera del “movimiento obrero”, para no quedar “atrasados” respecto a lo que sucede en Europa y en otros países de Latinoamérica.
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El acuerdo en el sector de la bebida es el más emblemático de reducción de la jornada laboral y se suele recurrir a este ejemplo cada vez que la discusión vuelve. Pero por esos años en las negociaciones salariales comenzaron a aparecer cláusulas que disminuían la carga horaria semanal o, al menos, dejaban planteada la discusión.
En ese ámbito se establecieron reducciones para la construcción, los hoteles, el sector financiero y los servicios de urgencia móvil y la salud, entre otros grupos de actividad.
El nombre de Abdala —o el del sindicato al que pertenece, la Unión de Trabajadores del Metal y Ramas Afines (Untmra)— se repite en los convenios salariales que acordaron una reducción de la jornada. Según se desprende de las actas de los Consejos de Salarios, distintos subgrupos de la industria de productos metálicos, maquinarias y equipo han incorporado una cláusula referida a la reducción laboral en los últimos 15 años. El más reciente es un acuerdo de noviembre de 2021, que acortó el horario semanal de 44 a 40 horas, de lunes a viernes, sin baja salarial.
En otros subsectores —y en ocasiones con Abdala como negociador del Untmra— se bajó de 48 a 46 o a 44. En las actas siempre se explicita que la reducción no implica pérdida de salario y se establece una aplicación gradual.
En algunos casos, el Untmra no logró la reducción de la jornada, pero sí que se crearan comisiones para analizarla. Lo mismo sucedió en otros convenios, como en el subgrupo de las cooperativas de consumo del comercio en general. En 2013, disminuyeron la jornada a 39 horas y en 2018 crearon un grupo tripartito para discutirlo.
Los trabajadores de los call centers acordaron en 2006 que desde 2009 tendrían una semana laboral de 39 horas.
Los trabajadores de cementerios privados pactaron desde 2017 trabajar 44 horas semanales o seis días de trabajo con dos días consecutivos de descanso.
En el sector del envasado de supergás se estableció una reducción gradual desde 2011 hasta llegar a las 40 horas semanales, que debían ser divididas en cinco días de ocho horas. Eso “se justifica por razones de seguridad y salud laboral (esfuerzo físico), lo que supone también el compromiso de evitar la realización de horas extras. Esta reducción de carga horaria no implica una rebaja salarial”, dice el texto del acuerdo.
En el sector de prendas de vestir y afines de la industria del cuero se acordó bajar la carga horaria semanal de 48 a 44, y en su convenio incorporan una cláusula que condicionó su implementación a los resultados de la empresa. Se estableció una modalidad gradual: primero se eliminaron las dos horas previas al comienzo del descanso semanal y luego se incorporó una disminución de 15 minutos diarios de lunes a jueves. Pero esta última modificación se condicionó a un “indicador de tasa de rentabilidad”: si las ganancias del sector de 2019 eran mayores a las de 2017, la firma se hacía cargo de esa hora no trabajada pero, si el resultado era menor, solo pagarían las horas trabajadas.
En el convenio colectivo de la construcción de 2008 se estableció la reducción de 48 a 44 horas semanales y se acordó pagar las horas efectivamente trabajadas, aunque se pactaron otras compensaciones que beneficiaron a los trabajadores.
Durante las rondas salariales en los gobiernos del Frente Amplio, las cláusulas referidas a los tiempos de trabajo fueron en aumento. Este tipo de acuerdos incluye no solo la reducción de la jornada laboral, sino aspectos relacionados al régimen de descanso, la flexibilidad horaria y los feriados laborales. En la séptima ronda, el 30% de las mesas los incorporaron.
