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    Los inmigrantes son más educados y tienden a estar mejor pagos que los uruguayos

    Según una investigación del BID, la OCDE y el PNUD

    Johnny, un delivery venezolano, cuenta las propinas como los días que faltan para que termine el invierno, que le hace extrañar más su patria. Él es, para muchos uruguayos, el estereotipo del inmigrante, aunque algunas estadísticas relativizan esa percepción.

    Por distintas causas, en los años recientes Uruguay acogió un flujo sobre todo de venezolanos, dominicanos, cubanos, peruanos, indios y argentinos que, junto con inmigrantes de esas y otras nacionalidades que ya estaban instalados en el país, llevaron a que los extranjeros residentes sean en torno a 2% del total de habitantes. Debido, en parte, a su relativo alto nivel educativo, algunos datos descartan, a priori, que estos colectivos tengan una peor inserción económica que el uruguayo medio. Esa constatación podría ser válida también para otros países que, como Uruguay, están siendo partícipes de uno de los cambios migratorios más fuertes ocurridos en América Latina y el Caribe: en 2022 había más de 43 millones de latinoamericanos y caribeños viviendo fuera de sus naciones de origen, un cuarto de ellos lo hacían en otro país de la región. En general, a diferencia de lo observado, por ejemplo, en las economías europeas pertenecientes a la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), “resulta llamativo que no se haya encontrado un patrón que indique una fuerte situación desventajosa de los inmigrantes en todos los indicadores y los países”, señala el documento titulado ¿En qué situación están los migrantes en América Latina y el Caribe?: mapeo de la integración socioeconómica. La investigación identifica ciertas tendencias: en la región, en general, los inmigrantes —en particular, los de entre 15 y 34 años de edad— tienen más probabilidades de participar de la fuerza de trabajo que sus pares del país de acogida. Además, mientras la pobreza —relativa— es más prevalente entre los extranjeros que entre los nativos en la mayoría de los miembros de la OCDE, en seis de 10 países de América Latina y el Caribe sucede lo contrario.

    Elaborado por especialistas del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), la OCDE y el Programa de la Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), este nuevo estudio se basa en datos de encuestas de institutos oficiales referidos al mercado laboral, así como a los ingresos y gastos de los hogares; por limitaciones en las estadísticas, abarcó a 12 países (Argentina, Chile, Colombia, Costa Rica, Ecuador, México, Panamá, Paraguay, Perú, República Dominicana, Trinidad y Tobago y Uruguay). Para el caso uruguayo, utilizó información de 2019 debido a que, a raíz de la pandemia de Covid-19, los cuestionarios de las encuestas de 2020 y 2021 fueron reducidos por el Instituto Nacional de Estadística y se eliminaron preguntas relacionadas con las migraciones.

    La caracterización de la población inmigrante que surge del documento muestra que el 60% vive en Uruguay desde hace más de cinco años. Los principales tres países de nacimiento de los extranjeros son Argentina (35%), España (21%) y Brasil (16%).

    Con 20,8% del total, Uruguay tiene, junto con Argentina y Trinidad y Tobago, una de las participaciones más altas de inmigrantes mayores de 65 años de edad. Más del 30% de los hogares conformados por extranjeros son de un solo adulto.

    Educación

    Según la investigación, en Uruguay —al igual que en México— las tasas de escolarización de los inmigrantes jóvenes superan a las de sus pares nativos. En términos de logros educativos, los extranjeros tienen más probabilidades de haber alcanzado niveles superiores en ocho de los 12 países de América Latina y el Caribe. La mayor brecha —el doble— se da, precisamente, en Uruguay: son el 47% de los inmigrantes, frente al 23% de los uruguayos que fueron, por ejemplo, a la universidad.

    Un delivery trabajando en el Centro de Montevideo. Foto: Ricardo Antúnez / adhocFOTOS

    Trabajo

    Entre los inmigrantes, la participación en el mercado laboral uruguayo es superior al 80%, el mismo porcentaje que en Panamá.

    En Uruguay, la inactividad involuntaria afecta más a los nativos que a los migrantes, con una brecha de 12 puntos porcentuales; ese concepto alude a personas que no buscan trabajo pero desearían tenerlo e incluye, entre otros, a quienes desisten porque creen que no existe ningún empleo disponible apto para ellos. Pero, según la investigación del BID, la OCDE y el PNUD, el desempleo entre los uruguayos tiende a ser mayor que el de los inmigrantes.

    Por otro lado, en la región los inmigrantes tienen “muchas más probabilidades de trabajar en el sector informal que sus pares nativos” (52,2% y 44,5% en promedio, respectivamente), y las excepciones son Paraguay y Uruguay, donde no hay una diferencia estadísticamente significativa.

    Otro indicador relacionado con la precariedad laboral que pudo calcularse es el porcentaje de personas con un contrato firmado. En promedio, más de la mitad de los trabajadores nativos de América Latina y el Caribe cuentan con una relación de trabajo plasmada de esta forma, mientras que el 43% de los extranjeros la tiene. “Este promedio está, en gran parte, determinado por países como Uruguay, México y Chile, donde los trabajadores con contratos firmados representan más del 50% del total en los dos grupos”.

    En cuanto a la jornada laboral, si bien en la mayoría de los países de la región se considera que el empleo a tiempo completo es aquel de 40 horas semanales, los datos de las encuestas muestran que, en general, tienden a ser mucho más prolongadas. La participación de las personas que superan las 50 horas de trabajo semanales es más alta entre la población extranjera (27%) que entre la nativa (20%), aunque, otra vez, con la excepción de Uruguay (menos de 15%) y también de México.

    Por otro lado, en Uruguay y otros cuatro países (Paraguay, México, Panamá y Perú) los inmigrantes en general tienden a ocupar puestos altamente calificados con más frecuencia que los nativos, con diferencias de entre cuatro y 14 puntos porcentuales. Al mismo tiempo, existe el problema de la “sobrecalificación”: en Uruguay, Perú, Ecuador, Chile, Costa Rica y Panamá los extranjeros con altos niveles de preparación tienden a ocupar puestos poco o medianamente calificados en mayor medida que los trabajadores originarios de estos países de acogida. Según el estudio, estas economías con mayores tasas de sobrecalificación son, también, aquellas con nivel de desempleo más alto, lo que podría deberse a que, “en tales contextos, las personas tienden a aceptar cualquier trabajo disponible, independientemente de sus niveles educativos”. El hecho de que, al mismo tiempo, Chile y Uruguay tengan los mercados con menos puestos “en negro” —sin registro en la seguridad social— indicaría que, “aunque los trabajos ofrecidos no coincidan con los niveles educativos de los inmigrantes, al menos son empleos formales que los trabajadores están dispuestos a aceptar rápidamente”.

    Salarios

    En seis economías de América Latina y el Caribe analizadas, los inmigrantes perciben salarios mensuales que, en promedio, superan a los de los nativos. La investigación asegura que la remuneración mensual de los extranjeros radicados en Uruguay es de US$ 950 y supera en US$ 45 lo que cobran los trabajadores nacionales. Por encima de esa media se ubican, por ejemplo, los sueldos del orden de US$ 3.000 pagados por empresas instaladas en enclaves francos como Zonamerica, Aguada Park y WTC Montevideo Free Zone, y en cuyas plantillas figuran más de 1.500 inmigrantes, según datos recolectados a modo de censo en ese sector por el Ministerio de Economía.

    En los otros seis países se da lo contrario y los nativos están mejor pagos que los inmigrantes: Argentina (diferencia promedio de US$ 73), Chile (US$ 125), Costa Rica (US$ 500), Colombia (US$ 140), República Dominicana (US$ 230) y Trinidad y Tobago (US$ 20). En esas economías los inmigrantes perciben sueldos medios mensuales de alrededor de US$ 920.

    Considerando otras fuentes no salariales, los ingresos de los inmigrantes superan a los de los nativos en Chile, Paraguay, Perú y Uruguay (en relaciones de entre 1,09 y 1,24). “Los mayores ingresos de los extranjeros se explican, principalmente, por la gran proporción de migrantes con altos niveles educativos”, contextualiza el estudio.

    Pobreza

    En Uruguay, la probabilidad de que los extranjeros sean pobres es alrededor de cuatro puntos porcentuales menor que entre los propios uruguayos.

    Los índices de pobreza más altos entre los inmigrantes se dan en los países que también tienen la proporción más elevada de población nativa con insuficiencia de ingresos (con Trinidad y Tobago como extremo, donde más de un tercio de los extranjeros son pobres).

    A su vez, mientras más de la mitad de los inmigrantes habitan en condiciones de hacinamiento en República Dominicana (53%), Ecuador (54%), Perú (61%) y Colombia (69%), esa proporción es de 26% en Uruguay y de 11% en Chile.