El Ministerio de Salud Pública trabaja duramente en estas horas con vistas al destape de la presencialidad que tan generosamente han resuelto nuestras autoridades.
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En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] contactarte por WhatsApp acáSe vienen las noches de las nostalgias, de los encuentros, de las reuniones, de los abrazos, de los besos, y bueno, andá sacando cuenta de todo lo que viene después. Por fin, claro.
No obstante, los diferentes y muy complejos aspectos de la reglamentación del ocio festivo han determinado que los técnicos encargados de esta dura tarea hayan decidido trabajar en sesión permanente, por temor de no llegar a tiempo cuando a la muchachada le saquen la tapa de la caja y el resorte los impulse hacia arriba buscando el aire libre, como el bufón saltarín conocido como Jack in the Box.
Gracias a un contacto que no les voy a revelar, porque si no me corto la fuente para otras causas nobles, hemos tenido acceso a algunos borradores de los protocolos, en cuya redacción todavía no hay consenso debido a los múltiples aspectos tan discutibles como conflictivos.
Por ejemplo, se descuenta que las chicas van a vestir para estos reencuentros con la alegría y la nostalgia con atuendos naturalmente muy “sexy” y lucirán tan magníficas como atrayentes en las discotecas y boliches donde se produzcan las reuniones.
Pues bien, algunos de los redactores de los protocolos sostienen que debería discriminarse entre los sexos al menos en un indicador muy elocuente: la temperatura. En efecto, cuando las personas entran a los shoppings, supermercados y demás comercios, los que toman la temperatura tienen un índice unisex, que son los 37 grados que separan al que tiene fiebre, si supera esa marca, de los que no la tienen, y pueden ingresar tranquilos. En cambio, en las fiestas que se vienen, algunos de los expertos sostienen que se podría mantener los 37 grados para las chicas y subir tentativamente hasta 39 para los muchachos, que podrán estar alterados en sus índices calóricos por factores externos, muy comprensibles.
Bailar pegados es bailar —dice la inolvidable canción de Sergio Dalma—, igual que baila el mar con los delfines. Bueno. Cuando los delfines (o los tiburones) se les arrimen a las sirenas, habrá que tomar medidas precautorias. No olvidar que del cheek to cheek se pasa a unos besitos en las mejillas y de ahí, bueno, puede venir un besote de trompita. Obviamente estarán sin tapabocas, por lo que los redactores de los protocolos recomiendan que los inspectores del MSP presentes detengan el baile, procediendo a un inmediato hisopado a los bailarines, manteniéndolos separados hasta que se procese el resultado. De dar positivo uno o los dos contendientes, se les trasladará, a el o la o los infectados, a una carpa ubicada en la entrada del local, manteniéndolos separados hasta que sus familiares pasen a retirarlos para una cuarentena domiciliaria, con revisiones diarias para evaluar el desarrollo de la enfermedad.
En caso de que se registre la salida de las parejas desde los boliches con rumbos desconocidos, un completo sistema de cámaras controlará el camino que recorran. Si se dirigen a domicilios privados, no se podrá intervenir, debido a que el ministro Heber todavía no ha logrado que se le habiliten legalmente los allanamientos nocturnos, que permitirían testear con un rápido hisopado a las parejas. Pero, si se detecta la llegada de algún vehículo trasladando a una pareja a un telo, una brigada del MSP detendrá el vehículo en la puerta del establecimiento, procediendo a un PCR antes del ingreso a alguna de las habitaciones. Las parejas deberán permanecer separadas en el vehículo (el o la acompañante se trasladarán al asiento trasero) hasta que se conozca el resultado del test. De dar positivo alguno de ellos (o los dos) se repetirá el procedimiento anteriormente indicado para preservar la salud de la pareja. Carpa y cuarentena.
Un punto de discrepancia entre los técnicos ha tenido lugar en torno a un invento, pergeñado por un grupo de expertos, al que han denominado “preservativo de botellas”. Este consiste en un cilindro de plástico que se insertaría en el pico de las botellas de cerveza que los jóvenes suelen compartir. Cada persona tendría su propio preservativo, que insertaría en la botella compartida cuando le toca beber a él, retirándolo tras su ingesta. Al pasarlo a otra persona, ella dispondría de su propio preservativo, logrando de tal modo que no haya contagios al mezclarse las salivas de los bebedores. Este aspecto es discutido por otros técnicos, que sostienen que, una vez que se bebe de la misma botella, la saliva se traslada, aun imperceptiblemente, a su contenido líquido, con lo que estos preservativos no lograrían evitar la posible contaminación. El tema es actualmente objeto de un simposio, cuyas conclusiones se darán a conocer en unos días.
Es sabido también que en estos encuentros a veces la temperatura sube entre los muchachos debido a una mezcla de factores, entre los que figura el alcohol (no precisamente en gel), los roces accidentales o intencionales (“qué hacés, bo, ¿no ves que la estás tocando a mi novia?”, “¿qué mirás, pelotudo?, hace horas que la estás fichando, y ella está conmigo, ¿no te diste cuenta?”), lo cual da lugar a empujones, algunas piñas y algunos revolcones.
Los redactores de los protocolos están considerando incluir inspectores sicólogos móviles que recorran las discotecas y los boliches y que se acerquen a los sitios en los que se produzcan estos incidentes, procurando disuadir a los alborotados. En caso de que no respondan, se les obligará a practicarse un hisopado, separándolos y metiéndoles los hisopos bien adentro en las narinas, hasta que el palito les rasque el cerebro, produciéndoles arcadas y estornudos que sin duda calmarán los ánimos agresivos.
Si no se obtuviera el resultado, se enviará a los rebeldes implicados a realizar una internación temporaria en la Fundación Siembra, donde el profeta del bien y del amor Alejandro (a) Pacha Sánchez y sus acólitos les darán lecciones de armonía, convivencia y confraternidad, amigándolos de nuevo.
Se avecinan tiempos de nueva normalidad tan excitantes como inciertos.
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