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Los resultados preliminares del primer mapa de calidad del agua en Uruguay muestran la necesidad de encarar acciones “a corto plazo”
Las cuencas de ríos y arroyos son una “riqueza natural” del país que “no asegura ninguna prosperidad si no existen planes para la gestión de estos recursos con criterio de sostenibilidad ambiental”, advierten científicos
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Si bien el conocimiento sobre los ríos y arroyos en Uruguay es “escaso o nulo”, los datos iniciales sobre la calidad del agua recabados por un grupo de investigadores demuestran que en algunas zonas del país es necesario tomar acciones “a corto plazo” para “mitigar y prevenir los impactos potenciales” sobre las condiciones de los recursos hídricos, concluyeron los científicos que están realizando el Primer mapa nacional de calidad de agua de Uruguay.
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“No existe información sobre cuáles son los valores normales ni cuántas ecorregiones podrían existir, ni existen estudios sobre las capacidades de carga que pueden soportar en relación a la exportación de nutrientes y/o pesticidas de actividades agropecuarias”, según la publicación del grupo en el número de diciembre 2014 de la Revista INIA Uruguay.
Este trabajo, que comenzó en abril de 2014, está siendo realizado por el bioquímico Leonidas Carrasco Letelier y el ingeniero agrónomo Andrés Beretta Blanco, por parte de Instituto Nacional de Investigación Agropecuaria (INIA), y la bióloga Gabriela Eguren por Facultad de Ciencias de la Universidad de la República (Udelar).
La carencia de datos “se refleja” en las publicaciones científicas nacionales de los últimos 30 años, en donde, descontando estudios del río Negro y el río Uruguay, casi el 70% de ellas tratan sobre lagunas de la costa atlántica y una proporción muy menor de cuencas de uso agropecuario próximas a Montevideo. A este panorama se suma que existen pocos relajamientos públicos sobre calidad de agua de las cuencas nacionales de uso agropecuario.
“Esto impide en este momento priorizar medidas de gestión específicas a nivel de cuencas y de sus predios con el propósito de proteger la conservación de los bienes nacionales, el agua y el suelo”, opinaron los investigadores.
El primero.
Debido a esta necesidad de información, en 2013 INIA decidió lanzar el proyecto Sistema nacional de identificación de los usos agropecuarios del suelo con alto impacto sobre la calidad de las aguas, con el objetivo de realizar un relevamiento del estado de situación de las aguas nacionales de uso agropecuario, entre otros puntos.
En esta publicación, que resume las “etapas iniciales” del proyecto iniciado en 2014, se presentó el primer mapa de calidad de aguas de Uruguay, que cubre un área de drenaje del 73% del territorio nacional. Los científicos tomaron en cuenta parámetros vinculados con la erosión de suelos, niveles de fósforo y nitrógeno en 99 cuencas o subcuentas hidrográficas de uso agropecuario principalmente.
Los “resultados más relevantes” muestran la zona sur de Uruguay con niveles de fósforo disuelto y de oxígeno disuelto en el agua por encima de lo recomendado. El territorio estudiado fue dividido en cuencas (ver mapas).
El Decreto 253/79 establece para “fósforo total” un valor límite de 25. El número es expresado en microgramos por litro, una cifra que los investigadores consideran “adecuada” si bien “el valor propuesto por la Udelar” es de 100. Los suelos uruguayos tienen naturalmente algunas áreas con alto contenido de fósforo, pero a esta realidad se le suma la intensificación agrícola y la incorporación de más fósforo, a través del uso de fertilizante, que llega a los cursos de agua. Los niveles altos de fósforo favorecen la posible aparición de algas nocivas. En el mapa marcaron en verde las cuencas con valores inferiores a los 25 microgramos por litro, en amarillo entre 25 y 100 y en rojo aquellas que superaban los 10.
De acuerdo con el Decreto 253/79, el valor mínimo de oxígeno disuelto es de 5 miligramo por litro (mg/L). Niveles bajos de oxígeno disuelto pueden causar mortandad de la vida acuática o reducción en el crecimiento; sus principales causas son el aumento de la temperatura, que favorece la aparición de algas y de los desechos humanos y animales.
En el caso del oxígeno, las cuencas de color rojo son las que poseen aguas con valores inferiores a los 5 y amarillo con valores inferiores a 5,9. Estas últimas son cuencas “que por cualquier circunstancia adversa podrían pasar a menos de 5”, según los investigadores. En verde están marcadas las cuencas con valores superiores a los 6 mg/L.
Por otra parte, la concentración de sólidos totales en suspensión “se vincula directamente con los procesos erosivos” y hay números muy altos en la cuenca del Santa Lucía y en el norte entre Salto y Artigas.
“Las cuencas localizadas al suroeste demandan una acción a corto plazo, a los efectos de mitigar y prevenir los impactos potenciales sobre la calidad de los cursos de agua hacia los que drenan. Esto requiere un trabajo conjunto de las autoridades competentes, investigadores y productores, para la implementación de medidas específicas acordes a las realidades y características de las cuencas afectadas”, destacaron los investigadores en la publicación.
“La información relevada muestra que existen otras cuencas que demandan un mejoramiento de su gestión predial para que las capacidades de carga de las cuencas no sean superadas”, evaluaron.
Proyecto.
El proyecto comenzó hace menos de un año y consta de cuatro partes. Las primeras, que incluyen la estimación de la calidad de aguas en cuencas de uso agropecuario en etapas de máximo riesgo de erosión de suelos y la estimación del riesgo de erosión de los suelos en las cuencas estudiadas, se han desarrollado en 70%. Las otras etapas se realizarán en 2015 y requieren evaluar y jerarquizar las cuencas en función de la calidad de sus aguas o por su riesgo de erosión de suelos. También incluyen definir propuestas que prevengan o mitiguen el deterioro de los recursos de agua y suelo a escala de predio y de cuenca.
País rico.
El suelo arable y el agua dulce son dos recursos naturales escasos a escala mundial. Según ese criterio, Uruguay podría ser considerado un país rico por la abundancia de ambos recursos en su territorio.
“Sin embargo, esta riqueza natural no asegura ninguna prosperidad si no existen planes para la gestión de estos recursos con criterio de sostenibilidad ambiental”, destacan los investigadores.
Un ejemplo de esta falta de planes de gestión con criterio de sostenibilidad ambiental es la pérdida de suelo por erosión ocurrida en la década de 1950 en Uruguay.
“Se registró una actividad agrícola importante en Uruguay que ocasionó grandes procesos de erosión de suelo, hecho que condujo la investigación nacional al desarrollo de estrategias y herramientas de manejo para prevenir y/o mitigar esta situación”, recordaron los investigadores.
Un “hecho relevante” para poder llevar a cabo la “gestión sostenible del recurso suelo” fue el desarrollo de una cartografía nacional de suelos sobre la cual se pueden inferir aptitudes de uso y riesgos de erosión.
Incompleto.
En Uruguay la fase de diagnóstico de la situación y la condición de los recursos se toma “con frecuencia como un avance, o un hito final de un trabajo”, porque se asume que “alguien va a generar medidas” con ese conocimiento del estado de situación, indicaron los investigadores.
“En el mundo real un diagnóstico es un trabajo incompleto si no se establecen propuestas de gestión generales y específicas, acordes a las capacidades de ejecución existentes”, advirtieron.
En el caso del agua dulce, el “conocimiento actual limita proponer algo fuera del entorno de la zona metropolitana de Montevideo y sus balnearios de la zona atlántica”. En cuanto al suelo, el conocimiento permitió desarrollar estrategias para protegerlo desde hace décadas.
Las bases para una gestión sostenible dentro de los predios “ya estaban desarrolladas”. Por eso, el MGAP definió recientemente el uso sostenible del suelo sumado a formas de supervisar y controlar los Planes de Uso y Manejo de Suelos (Pums) en sistemas productivos agropecuarios. Los investigadores lo consideran “uno de los hitos de gestión ambiental más importante de la historia nacional reciente” por su “relevancia ecosistémica y económica, así como una buena base para otros planes de gestión ambiental”. Sin desmerecer el avance, sostienen que los Pums tienen “aspectos a mejorar”.