Nº 2189 - 1 al 7 de Setiembre de 2022
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En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] contactarte por WhatsApp acáAquel pibe al que alegraron sueños desde muy pequeño nació en Bragado, provincia de Buenos Aires, y creció escuchando música en familia. Reaccionaba de modo peculiar cuando era folclore y, sobre todo, si cantaba Horacio Guaraní: del patio de la casa, donde su padre tenía un mercado de frutas y verduras, tomaba cajones y armaba un escenario, agarraba una escoba como supuesta —y silenciosa— guitarra compañera y entonaba chacareras y estilos con aguda voz de niño.
A los nueve años su entusiasmo era tanto que su abuela Paca lo llevó a estudiar solfeo y canto con un docente del lugar, Jorge Mónaco. Un año después ya cantaba canciones criollas en fiestas familiares y en cafés de amigos de la familia. Ya no se detendría, quería triunfar.
“Pero a los 13 o 14, tarde, ¿no?, je, je…, me llegó el interés por el tango. Es que había empezado a engrosar la voz con el crecimiento y me pareció más adecuado. Además, todos mis amigos me lo decían. No lo dejé más, pero siempre, hasta hoy, incluyo alguna zamba o chacarera en el repertorio porque me parece que todo, el tango y las canciones criollas, es folclore argentino”.
Fue cuando decidió, todavía adolescente, instalarse solo en la capital y vivir del canto. Sus expectativas, quizás, habían entrado en una zona de riesgo. Pero no. Los sueños de aquel pibe de Bragado se hicieron realidad en aluvión.
Tres años —1995, l996 y 1998— ganó el primer premio como solista en los torneos juveniles organizados por el gobierno de la Provincia de Buenos Aires; hizo un viaje a España y cantó en el Colegio Argentino de Madrid; a partir de ahí lo apadrinó, y acompañó, el prestigioso bandoneonista Walter Ríos; en 2001 obtuvo el primer premio del Concurso Nacional de Canto Hugo del Carril; al año siguiente actuó con la Orquesta Escuela de Tango del Teatro Colón, dirigida por Emilio Balcarce, y participó del Festival de Joventango en Montevideo; en 2003 se presentó como cantor del quinteto de Ríos en diversos escenarios y grabó su primer disco, Bien compadre, incluyendo Gricel como tema inicial; en 2005 hizo una extensa gira con el Sexteto Mayor, en su nueva integración y también dirigido por su padrino artístico, y en 2006 recorrió siete ciudades de Japón, durante un mes, acompañado por el guitarrista Aníbal Arias y el bandoneonista Osvaldo Montes; en 2008 apareció su segundo disco, El día después, nuevamente junto con Walter Ríos; luego, cual vendaval, grabó con Mercedes Sosa el Himno nacional argentino; en 2010 lo contrató Raúl Garello e hizo giras por Brasil, España, Italia, Inglaterra, Turquía, China, Australia, Estados Unidos y Filipinas; finalmente, fue galardonado con el Premio Clarín como Revelación del tango y ha participado en varias ediciones del espectáculo Tango a tres bandas, un gran suceso del Café Homero.
Hoy, Jesús Hidalgo tiene 40 años y sigue cantando, grabando y viajando, aunque ya no luce flaquito y con flequillo como cuando lo invadían aquellos sueños de pibe.
Hoy vive con intensidad el presente de uno de los mejores cantores de tango y folclore del Río de la Plata y, por ahora, no tiene techo.
“Cualquier género popular es muy difícil. El tango lo es. Pero también cantar un simple chamamé y que se parezca al hombre que nació en Corrientes. El otro día, un amigo me habló de un guitarrista que hace tres tonos, ¡pero cómo le sale el rasguido del chamamé! Por eso yo no desmerezco nada. Todo requiere estudio y un placer, un disfrute especial por lo que haces. El tango me conquistó, es verdad, pero puedo decir que me sigue molestando ese cierto acartonamiento en que quedan los espectáculos en los grandes escenarios, uno siempre de traje y corbata. Yo prefiero un saco y un pantalón prolijos, que combinen, y la camisa abierta. ¿Qué le voy a hacer?”.
Tal vez, para definir mejor a este joven cantor diferente, destinado a hacer historia, valga la pena recordar lo que escribió un periodista de Bragado, quien recordó que “el pibe, porque lo sigue siendo, lleva en la sangre la cultura de su pueblo, tierra de Estanislao del Campo” —autor del poema gauchesco Fausto—, del cual recordó unas líneas:
En un overo rosado, / flete nuevo y parejito, / caía al bajo, al trotecito / y lindamente sentao / un paisano de Bragao, / de apelativo Laguna, / ¡mozo jinetazo, ahijuna!, / como creo que no hay otro, / capaz de llevar a un potro / a sofrenarlo en la luna…