Nº 2193 - 29 de Setiembre al 5 de Octubre de 2022
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En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] contactarte por WhatsApp acáEste año fue sin dudas estelar para el sector agropecuario uruguayo. Vimos precios récords de casi todo lo que exportamos. La productividad agrícola en general fue mejor que lo esperado (sobre todo en el verano). El ganado tenía precios históricos y las noticias sobre la guerra en Europa nos dejaba a las puertas de una demanda potencialmente insatisfecha por el conflicto. Lo único negativo era el aumento de los costos, que ponían una vara alta a los rendimientos de equilibrio para los cultivos que se sembraron en el otoño.
Pero conforme el año avanza algunas cosas se complican: la guerra en Ucrania dura mucho más de lo previsto y el grano ucraniano está llegando a los mercados. El problema de la inflación ha mostrado ser bastante más difícil de controlar y ya no es un argumento para sostener los precios de las materias primas. La suba de las tasas de interés espanta a los fondos especulativos, que suelen ser un motor importante en los precios de los granos.
El gran problema que tenemos en la actual coyuntura es que se superponen muchos efectos a la vez. Por un lado, el panorama macroeconómico dista de ser el mejor y no hay una solución de corto plazo a la vista para los grandes males que nos afectan (inflación y dólar fuerte). Pero, cuando vamos a los fundamentos de los granos, el panorama no es tan malo. Si bien el 2022 de momento es relativamente benigno para la agricultura en general, los principales exportadores tienen stocks relativamente bajos y la oferta global de algunos productos está en riesgo. En trigo, por ejemplo, la sequía está arrasando el cultivo en Argentina y el exceso de lluvias siembra muchas dudas sobre la salud del trigo australiano, los únicos dos exportadores relevantes que tienen ese cereal en el campo.
Por otro lado, en Europa el único que tiene trigo es Rusia y nadie lo quiere. En soja y maíz las cosas son aún más complejas: Estados Unidos en plena cosecha seguramente tenga menos maíz y soja de la prevista en un principio y falta todo el desarrollo de la otra mitad de la producción, que es esencialmente de Brasil y Argentina.
Ahora bien, salvo la soja, que se sostiene en buenos niveles de precio, el resto de los granos tuvo una corrección importante desde sus picos máximos. Como siempre pasa, la carrera es entre los costos incurridos en establecer el cultivo y el ingreso neto que seamos capaces de obtener. Nuestro problema es que los costos demoran mucho más en bajar que los precios y tenemos en duda (al menos en los cultivos de invierno) el hecho de alcanzar una productividad decente dada la sequía que afecta a una parte del país. Todavía tenemos chances de zafar si el clima acompaña, pero cada semana que pasa sin lluvias nos pone más alta la vara.
A eso se suma que, a pesar de los precios altos, no son muchos los agricultores que fijaron su precio de venta y la enorme mayoría se quedaron esperando el rebote de precios que hasta ahora se muestra esquivo, al menos en los niveles que el agricultor promedio quiere lograr.
Pero el agro no es una campaña, y hay que mirar más lejos. En la medida que los márgenes se ajustan a esta nueva realidad, el sector agropecuario tiene que mirar con mayor cuidado dónde se hace la próxima apuesta de riesgo y dónde poner las fichas de la nueva agricultura que se siembra en verano y en el próximo otoño. Dependiendo de cómo termine este ciclo agrícola es el potencial de expandirse que tiene la agricultura de invierno (que es la que más crece). Uruguay es caro para producir y los costos no se van a ajustar fácilmente a la baja de manera sustantiva, por lo tanto, nuestra salvación o viene de los precios o viene de la productividad. No hay que perder la esperanza de que el clima en el verano sea benigno, pero no se pueden jugar todos los boletos a tener suerte con las lluvias.
Los precios del ganado también se están ajustando a la baja, con China como principal artífice de la corrección. La ganadería es una aspiradora de granos, pero su capacidad de pago depende mucho del valor de la carne. Es claro que la combinación de factores que nos llevaron a precios históricos ya no está y hay que prepararse para el ciclo de ajustes. Felizmente, el sector agropecuario tiene herramientas y la capacidad para soportar estos ciclos económicos.
(*) El autor es ingeniero agrónomo (Dr.) y asesor privado.