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    Maderas en pie

    Wifredo Díaz Valdéz en Galería Sur

    Son postigos viejos, de esos que todavía se encuentran en casas de demoliciones o en venta de desechos de construcción. Todavía pueden percibirse sus cortes, sus líneas, sus rastros de pintura, alguna bisagra, toda la carga de los años de uso o de abuso. Son postigones altos, angostos, delgados, de capas claras de pintura. Nada de reciclado, ni retoques, ni lavado de cara. Están expuestos en el fondo de la sala, parados, detenidos en el espacio en un frágil equilibrio. Juntos, apenas se tocan, apoyan sus cortes, se abren y expanden en una composición que logra una inmediata fascinación. Es que el conjunto desvía la atención de la pieza individual hacia una imagen poderosa, de enorme calidad, si es que puede hablarse de calidad o poder en un grupo de maderas viejas, recreadas por la notable sensibilidad de un artista. Es otra cosa. El conjunto es un bosque, pero no de árboles: es un monte de imágenes, de líneas, de materia que en algo recuerda a la madera y en algo conduce a destinos más complejos. Es posible ver allí la naturaleza en una etapa de singular transformación. Es posible percibir la madera como un camino hacia el vínculo del ser humano con su contexto más primitivo. Es posible ver la cultura y la historia y la presencia determinante del hombre sobre la materia. Hay bosques pero hay madera cortada, elaborada, con la historia de un hábitat en el que generaciones pudieron convivir con la transformación de lo natural en artificio de vida, de vida útil, de pura cotidianidad.

    También hay destrucción, en parte, hay abandono, retazos de civilización. Hay, por ejemplo, un marco quemado, varios postigos sin tablas. Los bordes juegan a salir de la figura, se disparan hacia el espacio en sugestivas imágenes de posibles pájaros. También puede ser un conjunto de maderas que se salvaron de un naufragio o de un incendio. Tal la compleja y fina trama de la obra titulada “Monte en pie” (2004-2011), construida desde la destrucción.

    Como un imán, la obra atrapa apenas uno atraviesa la puerta de Galería Sur. No es común encontrar en las galerías de Punta del Este una creación de estas características: esculturas en madera, de gran porte pero, sobre todo, de incomparable peso artístico. La muestra, titulada “La poética del espacio”, incluye un número importante de esculturas del uruguayo Wifredo Díaz Valdéz (Treinta y Tres, 1932), uno de los grandes artistas nacionales, maestro carpintero además, hombre de campo y artista autodidacta, excelente escultor. Este monte se despliega al fondo de la sala, detenido en el espacio en un frágil equilibrio. Es una escultura con un volumen importante, abierta como un libro, como un juego de piezas acopladas en tamaño natural. Tiene mucho que ver con la construcción pero, sobre todo, con su inigualable talento para destruir. En esa dualidad se mueve Díaz Valdéz: trabaja sobre maderas que ya son o fueron objetos, los desarma, los indaga, los exprime linealmente en cortes que destruyen el uso anterior, la forma y, en algunos casos, el mecanismo que le dio sentido. Es ya un clásico su trabajo sobre instrumentos musicales, a los que descompone y desarma alocadamente. Los deja en un punto de fuga, inexplicable, imposible de reproducir.

    En un formato más pequeño, en esta muestra hay rastros de tablas de cocina con el típico corte del mango para manipularla y colgarla. Es madera gruesa, sólida, impenetrable. Es una vieja tabla cargada de una memoria casi olorosa, de vida natural procesada a fuerza de cuchilla, a golpes. Casi se oye el ruido de la cuchilla que golpea, el olor de la verdura y la carne en la olla. Como al resto de sus creaciones, el artista deja que esos rastros lleguen hasta el visitante y lo seduzcan ante la ilusión de creer que está viendo lo que ve. Pero es apenas una ilusión, como buen artista que es, pues, en este caso, se muestra como una especie de mago que primero muestra la caja vacía, luego introduce a la modelo y finalmente la corta. La ilusión del proceso y la seducción del acto final que incluso permite chequear los mecanismos, abrir la caja, apartar las piernas del cuerpo de la mujer, la cabeza del tronco, para delicia del espectador. En este caso, la tabla tiene engranajes o clavijas o cortes que ayudan a desarmar la imagen original. Convence que aquel objeto ya fue y surge ahora otra realidad fuera de su historia, de su carga cultural, de su cotidiano.

    Las maderas se mueven, los cortes permiten que el objeto se desarme, se desestructure, adquiera otras formas. Impera la madera oscura, en esta línea o en construcciones más de “afuera”, con gruesos desechos que componen imágenes impactantes. La belleza está en sus líneas. Aunque sea material grueso y acoplado, el artista permanece sobre las líneas y son estas las que vuelven esas imágenes tan sugerentes y delicadas. Es un placer que alguien tan maduro en su arte haya sido elegido para representar a Uruguay en la 55ª Bienal de Venecia, a realizarse este año. Y que Galería Sur permita ver con anticipación la obra elegida (“Monte en pie”) y la magnífica experiencia de reencontrarse con la calidez de un maestro.

    “Wifredo Díaz Valdéz. La poética del espacio”. En Galería Sur. Ruta 10, Parada 46. La Barra, Punta del Este. Todos los días de 10 a 24 horas. Hasta el 23 de enero.