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    Magros resultados del ejercicio ganadero 2022-2023 dejan un escenario desafiante, sobre todo para la cría

    El período que cerró el 30 de junio estuvo caracterizado por la sequía más importante de los últimos 70 años, que incrementó los costos e hizo caer la productividad; además cayeron los precios del ganado y se devaluó el dólar
    Redactor Agro de Búsqueda

    Este 30 de junio finalizó el ejercicio ganadero 2022-2023, que estuvo marcado por la sequía más importante de los últimos 70 años en Uruguay. Pero no solo hubo déficit de lluvias, sino también forrajero, que obligó a aumentar las inversiones en suplementación, elevando los costos. A esto se sumó la caída de los precios del ganado y del dólar.

    La ganadería venía de un año récord en productividad y precios, lo que hace aún más contrastantes los resultados, pero no hay que quedarse con la foto sino ver toda la película.

    “Hay que hablar de lo estructural por encima de lo coyuntural, porque los sistemas ganaderos son a largo plazo. No nos podemos confundir con los resultados del año pasado, que fueron excelentes, ni con los de este año que serán un desastre”, sostuvo el director de la consultora Apeo, Diego Varalla, en el reciente Taller de Evaluación de Diagnósticos de Gestación Vacuna, realizado en INIA Treinta y Tres (ver página 12).

    Pero el cierre de un ejercicio nos lleva inevitablemente a observar los resultados. “Fue un año muy complicado porque nuevamente la sequía y la crisis forrajera impactó en la producción. En algunos lugares es el tercer año consecutivo con la primavera y el verano afectados por la falta de lluvias”, comentó a Agro de Búsqueda el director general del Instituto Plan Agropecuario (IPA), Carlos Molina.

    El ingeniero agrónomo agregó que esto generó que las empresas tengan una menor producción de kilos de carne por hectárea respecto al ejercicio 2021-2022, con la venta de animales más livianos y productores que tuvieron que vender categorías que en general no venden, como las terneras, por la necesidad de ajustar la carga.

    Cada año el IPA analiza los resultados productivos y económicos de unas 150 empresas ganaderas a través de las llamadas Carpetas Verdes.

    Se trata fundamentalmente de empresas criadoras, con una escala promedio de entre 500 y 600 hectáreas; y otras que realizan ganadería de ciclo completo, de entre 900 y 1.000 hectáreas, con un Índice Coneat entre 70 y 80.

    Las primeras carpetas están empezando a llegar al IPA y dan ciertos indicios de los resultados, aunque resta recibir la gran mayoría. Si bien aún no fueron analizadas en su totalidad (se estima que los resultados estén en la primera quincena de setiembre), se cree que este “probablemente sea de los peores ejercicios de los últimos 20 años”, consideró Molina.

    Resultados

    Diego Varalla se refirió a los resultados de las empresas ganaderas y agrícola-ganaderas asesoradas por Apeo. Primero recordó que el ingreso de capital del año pasado “fue extraordinariamente bueno” –de US$ 102 por hectárea– e informó que el de este año fue de US$ 17 por hectárea.

    “Esperamos un descenso del orden del 83%”, informó, y a continuación insistió en que el ejercicio 2021-2022 fue “extraordinariamente bueno, por el incremento de precios”.

    El consultor indicó que el resultado económico de cada año con respecto al promedio de toda la serie ronda los US$ 50 por hectárea (ver gráfico). “El año pasado estuvo 109% por encima y este año 65% por debajo”, indicó.

    Con esos datos, sostuvo que el negocio de la cría “es de US$ 50 o US$ 60 por hectárea”; advirtió que tiene sus vaivenes y que las empresas “tienen que estar preparadas”.

    Otra puntualización que realizó Varalla fue en relación a la valorización o desvalorización de los activos. “Puede parecer que un negocio de US$ 50 por hectárea es magro, pero el 80% del activo de una empresa agropecuaria es la tierra, el 15% es la hacienda y el 5% el capital de giro”.

    Detalló que la tierra tuvo una valorización del 6% o 7% anual en los últimos 10 años y la hacienda porcentajes similares. Señaló que desde el ejercicio 2007-2008 el 89% del resultado económico de la cría lo explicó la producción y 11% la tenencia o valorización del stock hacienda.

    “Así que más-menos tenés US$ 50 por hectárea de resultado económico por producción y US$ 5 por valorización del activo. El resultado de este año está marcado por el incremento de los costos y por el menor peso de los animales que un sistema criador vende. De los sistemas ganaderos la cría es el más inelástico, por biología y por recursos que explota”, sostuvo.

    En ese marco, advirtió que “recomponer un sistema de cría es mucho más difícil que uno de recría. En la recría compro más, compro menos, ajusto la carga y lo voy resolviendo. En la cría eso es un poco más difícil”.

    Recría e invernada

    Todo el conjunto de empresas recriadoras e invernadoras que asesora Apeo tiene 37% de área intensiva con pasturas y 15% o 20% de agricultura. “Están muy saneadas, con 200 kilos de carne por hectárea y con un ingreso de capital que el año pasado fue de US$ 300 por hectárea. Para este año esperábamos US$ 200 por hectárea, pero va a ser negativo en US$ 50, sobre todo por el mal resultado de la agricultura”, comentó.

    A propósito, señaló que en los flujos de fondos “no tuvimos el ingreso de la soja en junio, los animales tienen 30 o 40 kilos menos por la falta de ganancia de kilos en verano y eso retrasa nuestro producto de venta, y también retrasa el cobro”.

    Indicó que esas empresas “no se van a juntar con plata fuerte en ganadería hasta febrero-marzo” y en agricultura “hasta la cosecha de soja que viene”.

    Agregó que “hasta mediados del año que viene tenemos un terreno muy duro para recorrer –por más que productivamente nos vaya muy bien–, y lo vamos a transitar con flujos de fondos extremadamente tensionados, tratando de no entrar al banco”.

    El contraste

    Molina recordó que la ganadería viene de un año de precios récord, pero señaló que si bien el 2022-2023 tuvo menores valores que el anterior, “no fueron tan malos comparados con el promedio histórico”, tanto en el mercado del ganado gordo como en el de la reposición.

    El director general del IPA indicó que la zafra de ventas de terneros ya comenzó en febrero, porque los productores necesitaban ajustar carga, y que “se lograron precios entre 20% y 25% por debajo del año pasado, que es bastante dinero. Así que se produjeron menos kilos y el precio fue menor”.

    Si bien el valor del dólar no es considerado un factor determinante en los resultados de las empresas ganaderas, “tiene un peso importante”, reconoció Molina.

    Analizó que la moneda estadounidense perdió aproximadamente 7% de su valor en relación al peso, asociada a una inflación que empezó el ejercicio en 9,5% y terminó en 7%. “Esa es una mala combinación para las empresas ganaderas, porque hace crecer los costos”, señaló.

    También indicó que la sequía incrementó los costos, porque “se gastó en más ración, se perdieron pasturas, mucha área de pradera, de mejoramiento, y hubo que resembrar”.

    Apuntó que en estas empresas aproximadamente la mitad de los costos son en pesos y la otra mitad en dólares. “Solo por el tipo de cambio los costos en pesos subieron entre 15% y 20%. Ahí se incluyen impuestos, salarios, patente, contribución inmobiliaria y aportes a la seguridad social”, detalló.

    La coyuntura

    Al referirse a la coyuntura, Varalla también señaló el 7% de depreciación del dólar y el 7% de inflación, que generaron un 14% de pérdida del poder de compra.

    Agregó que el precio del ternero bajó 24% del otoño pasado a este otoño y que los terneros pesaban 10% menos. “Todo eso implica que el producto bruto de una empresa criadora neta baje 30%, por producción y por kilos destetados (de US$ 195 a US$ 136 por hectárea)”, indicó el consultor.

    Además, los costos directos “aumentaron 62%, principalmente por un incremento de la suplementación. El destete precoz pasó de costar US$ 12 a US$ 26 por hectárea, y la suplementación de las terneras de US$ 4 a US$ 6 por hectárea. Cualquier ración valía US$ 400 o US$ 420 por tonelada”, recordó Varalla.

    Por otra parte, estimó que los costos fijos “no se deberían modificar demasiado, sí los que están en pesos, como la mano de obra, que posiblemente se incremente 11%”.

    Costo de vida. Si bien no está considerado en los costos de producción, porque metodológicamente no corresponde que esté, el costo de vida de los productores se ha encarecido, indicó el director general del IPA.

    Molina recordó que hasta el ejercicio anterior se necesitaban entre 450 y 500 hectáreas para obtener el ingreso de capital promedio que permita cubrir la canasta familiar de Búsqueda (IPCB). Y este año “la cuenta que estamos haciendo muestra que las empresas estarían necesitando entre 600 y 700 hectáreas para cubrir la canasta familiar anual”, según cifras primarias.

    Ocuparse del 2023-2024

    Varalla analizó que en este ejercicio habrá menos terneros para vender, y estimó que el “número económico el año que viene pasaría a ser de US$ 31 por hectárea”, asumiendo que se volviera a los pesos de destete promedios y que los precios se mantuvieran en los niveles actuales.

    Además, consideró que los costos también serían “normales”, si se concreta una primavera lluviosa, sin la necesidad de hacer destete precoz ni suplementación de terneras.

    Calculó que el promedio del resultado de este ejercicio y del próximo (US$ 17 y US$ 31) resulta en US$ 24 por hectárea. “Parecería ser muy poco para afrontar retiros, inversiones, amortización de deuda y todo lo que hay que hacer con esa plata. Creo que en los próximos dos años se van a diferenciar mucho los productores de escala grande de los chicos”, consideró.

    Señaló que una cría estabilizada, con 80% de preñez, peso de destete promedio, precios actuales y costos promedios, logra US$ 72 de ingreso de capital por hectárea. “Con eso hay que pagar rentas, amortizaciones de deudas, intereses, inversiones y hay que vivir. El escenario que vemos en los próximos dos años para los sistemas criadores, sobre todo para los de escala chica, es súmamente complejo”, advirtió.

    Consultado sobre su visión de cara al ejercicio que comienza, Molina respondió: “ya nos estamos ocupando del 2023-2024”. Recordó que “el saldo financiero se había recuperado en 2021-2022, los productores pudieron mejorar infraestructura, alambrados, bretes, reparar maquinaria y vehículos, haciendo reinversiones atrasadas, además de recuperar la caja de ahorro, con la que hicieron frente el 2022-2023, que ahora está disminuida”.

    Sostuvo que “será un ejercicio para tomar decisiones con mucha información, análisis y planificación. En el IPA estamos viendo cómo podemos contribuir para que las empresas no se queden afuera del negocio”.

    Trabajar en la productividad

    Varalla recordó que trabajos de Giprocar y Fucrea señalan que al resultado económico de las empresas ganaderas lo determina la producción de carne. “Tenemos injerencia en la producción, no en el precio. La producción determina el 83% la variabilidad del resultado económico de las empresas; está claro dónde tenemos que trabajar”, insistió.

    Las empresas asesoradas por Apeo lograron 192 kilos de carne por hectárea en el ejercicio 2020-2021, en un área que totaliza más de 45.000 hectáreas, con más de 56.000 cabezas vacunas; en 2021-2022 esas empresas obtuvieron 210 kilos de carne por hectárea.