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En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] contactarte por WhatsApp acáLo de las perillas fue un invento del presidente. Un poco extraño, quizás. Suena como medio antiguo. Me hizo acordar a mis tiempos infantiles, viajando en auto con la familia, al mando de mi padre.
En esas épocas, las radios de los autos no tenían botones, ni inventos táctiles: solo perillas. Antes de salir había que cantar “¡Adelante ventana!”. Si te salía bien, quedabas a tiro de las perillas de la radio y podías manejarla.
A medida que progresaba el viaje, entre la novelería de poder manejar las perillas y los reclamos de los de atrás, que nunca estaban satisfechos con la emisora elegida, la cosa se salía de madre, en un zapping mareador, que terminaba con un úkase paterno: “¡Basta: la radio la maneja el que maneja!”.
Algo así viene ocurriendo en nuestro país desde que irrumpió la pandemia: pululan los que quieren manejar las perillas y reclaman por lo que se hizo, por lo que no se hizo y por todo lo demás.
Desde el Sindicato Médico (con versiones cambiadas a lo largo de los meses), al senador Manini, con su infatigable síndrome del perfilismo, buscando despegarse del gobierno que integra (ahora por batir su propio récord, con un PPI —Proyecto Populista Ignorante— que pretende limitar la forestación).
Pero el balde de yerba Sara se lo lleva el Frente Amplio. Siempre en contra. Primero arrancó exigiendo medidas forzosas (como cuando reclamaba el default, en la crisis del 2001-2002). Después, como el gobierno la venía llevando muy bien, con mucha popularidad, el Frente planteó la originalísima idea de crear una comisión, para tratar así de salir en la foto.
Una de esas comisiones que les encanta a los uruguayos (mayores de 70): con unos de la universidad (ojo: estatal), otros del Parlamento, también de las intendencias y, por último, para que no quede muy flaca, representantes de varias ONG (amigas, eso sí). La solución.
Pero resulta que en los últimos días la situación se ha puesto muy fulera, con lo cual el presidente del Frente no se pudo contener (lo que no sorprendió a nadie), y se lanzó al estrellato: si no vamos a tener el gualicho yorugua de una comisión, hay que ir a la solución final: ¡Miranda quiere estatizar la pandemia!
Muy simple: el problema está en el neoliberalismo irredento del gobierno (obvio): privatizó la lucha contra la pandemia. “Vemos con preocupación —dice Miranda— que se responsabilice a la población… señalando que hay baja percepción del riesgo”.
¿Entonces, qué debe hacer el gobierno?
¡Estatizar, m’hijo!
“Es la hora del Estado”, sentencia Miranda, el Estado debe “poner límites” a la pandemia.
¡Qué mal Lacalle! ¿Cómo no se le ocurrió antes? Basta con que saque un decreto: “Declárase el fin de la pandemia. Publíquese… etcétera”. Ya está.
¡Por favor, paren de politizar todo, hasta la peste! Y dejen que las perillas las maneje el que conduce el auto. Además, lo está haciendo muy bien.
Nobleza obliga: la única dirigente frentista que lo entendió fue la Sra. Cosse.
Por último, pensándolo bien: sería una lástima que el Frente saque al Sr. Miranda de su presidencia.
Ignacio De Posadas