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    Mapa actual de la vejez

    Nº 2188 - 24 al 30 de Agosto de 2022

    El mes de agosto de 2022 podría ser recordado como aquel en el que se pisó el acelerador en la tan mentada reforma de la seguridad social del Uruguay. Su principal portavoz, Rodolfo Saldain, ha tenido una maratónica agenda que va desde notas de prensa en diversos medios; conferencias en organizaciones; reuniones con sindicatos, empresarios y partes interesadas; encuentros académicos y divulgativos. En todos ellos, con paciencia pedagógica, Saldain cuenta el proceso por el que la Comisión de Expertos en Seguridad Social que preside, llegó al documento actual, que es una base concreta sobre la que avanzar. Documento realizado con participación multipartidaria y multisectorial.

    El primer comentario es que escuchar y leer a Saldain me hizo recordar a las primeras conferencias de Rafael Radi como presidente del GACH. En ambos se encuentra esa conjunción virtuosa entre el aplomo de la persona que estudia, la conciencia del servicio público de la tarea y la firmeza de una determinada posición. No siempre están juntas estas tres características. Cuando aparecen, hay que celebrarlas siempre. Uruguay tiene esta tradición de personas idóneas que prestan su servicio al Estado con pasión y mesura, e inyectan al sistema político de una virtuosidad necesaria que se complementa con la pura vocación política.

    Fue interesante cómo el primer reflejo de la clase política, tanto la oficialista como la oposición, fue poner en tela de juicio la posibilidad de la reforma, según informa una nota incluida en esta edición de Búsqueda. Hoy, con el anteproyecto presentado, hay un silencio activo, un reconocimiento al trabajo hecho y una búsqueda concreta de mejoras al texto, que seguro las necesita como toda obra humana. Oposición, sindicatos, empresarios, las tres cajas paraestatales están analizando y estudiando, para luego hacer propuestas. En setiembre se enviaría al Parlamento la versión mejorada de la ley. La democracia en su mejor versión. Y no olvidemos que el tema empieza con la visita del presidente Lacalle Pou a la sede del Frente Amplio. Recomiendo al respecto repasar las notas de Clarín e Infobae desde Argentina cubriendo este evento concreto y reconociendo, una vez más, la salud de nuestro sistema representativo.

    Un último comentario antes de la reflexión general: la reforma de la seguridad social plantea un ejemplo concreto y fascinante de la tensión entre la política del corto plazo y la del largo aliento o, dicho de otro modo, la política meramente electoral y aquella que mira lejos y busca construir políticas de Estado. Esta tensión está siempre presente, pero hay momentos donde queda más de manifiesto: la seguridad social es un buen ejemplo de ello. Se votarían cosas cuyos resultados podrán verse recién a partir de 2035. Vaya uno a saber en qué estaremos en esos años… pero hoy estamos pensando en ello y es imperioso hacerlo.

    Dicho todo lo anterior, una reflexión general sobre la vejez que no siempre aparece cuando se habla de seguridad social. El problema es conocido e inexorable: las personas viven cada vez más años y los nacimientos son cada vez menos. Conclusión: ya no es viable que la población activa sostenga a la pasiva. Punto, hay que hacer cambios estructurales. No obstante, el tema de la vejez es más amplio. Abarca al menos otros cuatro desafíos.

    El primero es que se desvanece la idea de sabiduría asociada a la longevidad. Antes la vejez era algo excepcional, y aquellos seres humanos añosos se consideraban especiales, dotados de una experiencia vital fundamental para el resto de los mortales. Eso ya no pasa. Hay cada vez más personas mayores y parecen ser cada vez menos relevantes. Enorme desafío que no lo resolverá la reforma de seguridad social, sea como sea que se vote. ¿Se puede tener sabiduría si no se tiene experiencia de la vida? ¿Y no hay mejor manera de tener experiencia que vivir muchos años? ¿Es posible que la vejez siga siendo o vuelva a ser fuente de saber?

    El segundo desafío es la revolución de la tecnología vinculada al trabajo. Hablar de pasivos y activos era lo común hace unas décadas y hoy está en retirada. Del mismo modo se retiró el plan vital de trabajar en un mismo lugar durante toda la vida, ocho horas por día hasta jubilarse. Las nuevas generaciones, que son los viejos del futuro, ya no se autoperciben así. No piensan en la productividad como asociada a las ocho horas y las carreras fijas. Hay una plasticidad que resignifica lo que se entiende por trabajo y lo que se entiende por ocio, descanso y bienestar. La reforma necesaria de la seguridad social tiene implícita una noción de trabajo y productividad que está cambiando y seguirá cambiando con los años. Es importante visualizar esos “nuevos trabajadores”.

    El tercer desafío es superar una visión hegemónica que asocia la vejez al declive, el padecimiento, la soledad y el dolor crónico. Si bien todo eso puede ser cierto, tanto en términos estadísticos como antropológicos, es imperioso en términos políticos empujar nuevas narrativas de la vejez. La idea de “vejez activa”, de “economía plateada”, de nuevas carreras académicas, de turismos especiales, de dimensiones espirituales que trascienden el clásico paradigma geriátrico, son desafíos que corren en paralelo a la reforma y son igual de necesarios e imperiosos.

    Por último, hay un desafío de repensar la vejez desde las categorías de lo público y lo privado: cómo crear ciudades amigables con las personas mayores (transporte público, plazas, gimnasios, centros comunales, acceso a tecnologías, vínculos entre naturaleza y ciudad). Cómo repensar la intimidad de los cuidados familiares (históricamente realizado por mujeres) en un contexto de residenciales, que mantiene lo femenino pero ahora en un sentido profesional. Dicho más sencillo: antes la hija cuidaba a la madre y en la casa, ahora la cuida una enfermera y en un residencial más o menos pudiente, más o menos autorizado, pero sigue siendo femenino el cuidado.

    Los problemas de justicia y equidad que se buscan resolver con la reforma que se está presentando, no necesariamente van a solucionar estos otros desafíos que hacen al mapa actual de la vejez. Esto no debe interpretarse como un error del proyecto actual porque sería imposible e improcedente contemplar todas las aristas. Lo que quiere alertar es que la cuestión de la longevidad y la vejez no se resuelve solo con la reforma de la seguridad social, sino con un recorrido más extenso por un mapa que estamos recorriendo al mismo tiempo que lo seguimos delineando.