El Masters de Augusta construyó su leyenda a partir de tradiciones y costumbres y con la participación de los mejores golfistas de diferentes épocas. En este torneo de golf convive el pasado —reverenciado y revivido a cada instante— con el presente de las grandes figuras de este deporte y su sueño de alcanzar la gloria en el más exclusivo de los campeonatos.
A través de su larga y rica historia, que comenzó en 1934 y solo se interrumpió entre los años 1944 y 1946 a causa de la II Guerra Mundial, el Torneo de Maestros se ha convertido en el campeonato que todo golfista quiere jugar y ganar. Uno de los motivos que lo hacen especial es que Augusta marca sus reglas propias y se rige por un estricto régimen de invitación para poder participar. Este año formaron parte del evento solamente 94 golfistas. Otro condimento particular es el famoso saco verde, símbolo de victoria en el Masters, tradición que se remonta a 1948.
Y, por supuesto, también está la cancha del Augusta National Golf Club, un campo espectacular diseñado por Alister Mackenzie sobre el que a lo largo de los últimos años se han hecho constantes modificaciones que ya forman parte del show de cada edición. Muy poco queda del plano original, que se encuentra en uno de los salones del club house. Las mayores modificaciones del trazado se dieron luego de la edición de 1997, cuando Tiger Woods destrozó todos los récords al ganar con un score de 18 golpes bajo el par, lo que llevó a la directiva contratar al diseñador Tom Fazio para realizar cambios en la cancha.
Estas son solo algunas de las razones que le dan al Masters de Augusta un aura especial en el mundo del golf, que se renueva en cada edición.
La historia del Masters de Augusta empieza con un rechazo. Bobby Jones y Clifford Roberts solicitaron a la United States Golf Association (USGA) ser sede del US Open, petición que fue rechazada por la entidad rectora. Ante esa negativa, decidieron organizar un campeonato de golf propio por invitación. Esa fue la primera edición del torneo en 1934. La verdadera historia del Masters es así de simple.
Los amateurs del certamen
En respeto al espíritu de Bobby Jones, el mejor golfista aficionado de todos los tiempos, el Masters tiene un régimen de invitaciones para que algunos amateurs formen parte del campeonato. En esta oportunidad fueron cinco, y entre ellos estuvo el mexicano Santiago de la Fuente, ganador del último Latin American Amateur Championship (LAAC) jugado en enero en Panamá.
Tras su actuación en el Masters, De la Fuente se mostró en conferencia de prensa feliz por la experiencia. “Disfruté al máximo. Mi juego lamentablemente no estuvo a la altura, venía pegando bien pero los nervios y la presión me jugaron una mala pasada”, relató. Luego de jugar el US Open y el Abierto Británico, el golfista mexicano afirmó que pasará al profesionalismo.
El mejor aficionado del certamen fue el estadounidense Neal Shipley, que fue el único de los cinco que participaron que logró pasar el corte clasificatorio y finalizó el torneo con un acumulado de 300 golpes para los 72 hoyos. Por ese desempeño recibió la tradicional medalla de plata con la cual se destaca al mejor amateur del torneo.
El tradicional saco verde
Fue Bobby Jones quien impuso la tradición del saco verde en el certamen. La idea se le ocurrió luego de jugar un torneo en el Royal Liverpool Golf Club de Londres, donde observó que los socios del club llevaban un saco del mismo color. Así fue que en 1937 se decidió que los socios del Augusta National usaran un saco verde dentro de las instalaciones del club. Más tarde, en 1949, Sam Snead fue el primer ganador del torneo en recibir la chaqueta verde, tradición que marca que el campeón saliente es quien coloca el saco al nuevo ganador. El nuevo monarca puede quedarse con el saco por espacio de un año y luego debe devolverlo al club, donde quedará guardado en el vestuario de los campeones.
La cena de los campeones
Esta otra tradición del Masters se remonta a 1952, cuando las autoridades del Augusta National decidieron organizar el martes previo al comienzo del torneo una cena que reuniera a los pasados campeones. Habitualmente, el campeón saliente es el encargado de elegir el menú y de pagar los costos de la cena.
La elección del menú por parte del último campeón, Jon Rahm, fue de las notas salientes del certamen. El golfista español dispuso un menú que incluyó anchoas, pimientos verdes de Guernica, lentejas, pinchos con trufa, huevos revueltos, ensalada de Txangurro, aceitunas, jamón, chorizo, lomo, chistorra, croquetas, chuletón, pescado blanco, así como milhojas de postre. Contó que eligió una cena con las cosas que él disfruta, como si estuviera en su casa. En tono de broma advirtió que el chuletón se debía comer “poco hecho” y que quienes lo pidan más cocinado recibirían “unas miradas raras”.
Presencia de directivos uruguayos
El tesorero de la Asociación Uruguaya de Golf, Alejandro Rivero, y el secretario Federico Armas estuvieron gracias a una invitación cursada por el Comité Organizador del certamen en el 88º Masters de Augusta.
En diálogo con Búsqueda, Rivero destacó la “gran hospitalidad” de parte de directivos, socios y funcionarios del club anfitrión. También se mostró sorprendido por la cancha y sus grandes desniveles, “algo que por televisión es difícil de apreciar”. Los grandes tableros “colocados en lugares estratégicos del campo”, relató, permiten que el público tenga un panorama claro del desarrollo del campeonato.
“Uno llega temprano a la cancha, ubica su silla en un lugar deseado, se va a recorrer otros hoyos y cuando vuelve la silla va a estar ahí, es impresionante el respeto del público. Hay un gran fanatismo pero en una forma muy respetuosa”, afirmó.
Respecto a la entrega de premios, Rivero contó que una vez terminada la ceremonia para la televisión el chairman Fred Ridley, el campeón saliente, Jon Rahm, el nuevo campeón, Scottie Scheffler, y el mejor aficionado se trasladan a la zona del putting green, donde se arma un pequeño anfiteatro en el que están los directivos, los socios y los representantes de las federaciones.
Armas, consultado por Búsqueda, se mostró impactado con el Masters de Augusta. “Uno se puede cruzar en el club house con Jack Nicklaus o Tom Watson como nos pasó. Algo increíble”, dijo.
Para el directivo, hubo en el torneo un nivel de juego superlativo de la mayoría de los jugadores. “Verlos pegar de cerca, además de los tiros increíbles que hacen, demuestra el altísimo nivel que tienen. No se puede filmar, sacar fotos, todo está prohibido, manejan el tema del marketing en forma fabulosa, solamente en Augusta pasa algo así hoy en día”, dijo. Según contó, la tienda oficial vende a razón de US$ 1 millón por hora, unos US$ 80 millones a lo largo del campeonato.
El miércoles previo al comienzo del torneo hay un cocktail en el club house con los directivos del club y algunos socios, además de los representantes de las distintas federaciones que asisten al Masters. En esa instancia, contó Armas, tuvieron “buenos contactos con las federaciones de Paraguay, Bolivia, Ecuador, Argentina y España”.
“Fueron conversaciones muy interesantes, y al regreso vamos a profundizar varios temas con el resto de los compañeros de la Asociación Uruguaya”, concluyó.