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Que una niña sudafricana deba dedicarse a limpiar letrinas para sostener los vicios de una madre adicta al disolvente, las pastillas y el alcohol no resulta muy extraño a mediados del siglo XX. Pero a partir de esa base razonable y lógica empiezan a sumarse las rarezas en La analfabeta que era un genio de los números, la segunda novela que publica el sueco Jonas Jonasson. La chica sudafricana se llama Nombeko Mayeki y el lector sabe enseguida que no tiene ni un pelo de tonta en su enrulada cabeza, sino más bien todo lo contrario.
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Nombeko tiene muchas ganas de escapar de ese destino de limpiadora de desperdicios humanos y tomar bastante distancia de Soweto, el lugar donde vive. Tanta distancia como su inteligencia y habilidad le permitan. Eso es lo que va sucediendo en esta extensa novela que apela al humor absurdo para desarrollar una trama que atraviesa varias épocas de la historia más reciente, con personajes históricos reales, como sucede también en la primera obra de Jonasson, publicada en su país en 2009. De esta forma, el autor pasa revista a los principales hechos del apartheid y las políticas de Ronald Reagan y Margaret Thatcher, entre otros sucesos.
La narración se va estructurando en base a siete partes y 24 capítulos más bien breves, que intercalan lo que le pasa a Nombeko y lo que acontece en otro punto del mapa, más precisamente en Suecia, donde vive un hombre obsesionado por conocer al rey nada más que para estrechar su mano y saciar su admiración por la monarquía. Hasta que se encuentra con su majestad cara a cara y descubre lo patán y soberbio que puede llegar a ser el monarca. Ahí mismo una sola idea le perfora la cabeza a Ingmar, y es la de destruir al rey, a como dé lugar. De la mano de esa idea fija viene la de embarazar a su esposa para tener un heredero que continúe con esta tarea cuando él ya no esté. Además, Ingmar no ha tenido mejor suerte que enamorarse de Henrietta, que es hija de un comunista rotundo que, por supuesto, lo detesta a él tanto como a las monarquías.
Cuando Ingmar Qvist se encuentra con el rey Gustavo V se le cae el mundo encima. Jonasson lo describe con fina ironía. “Sin embargo, la reacción del rey fue muy distinta de la esperada. En primer lugar, se negó a estrecharle la mano. Tampoco se dignó a mirarlo, sino que lanzó una mirada oblicua al infinito, como había hecho decenas de miles de veces desde los sellos que Ingmar manipulaba en la oficina. Y para rematar, declaró que en modo alguno pensaba relacionarse con un simple subalterno de Correos”.
“Jamás he conocido a un fanático con sentido del humor”: Jonasson toma esta cita del escritor Amos Oz para abrir la sexta parte de La analfabeta que era un genio de los números. Puede ser cierto, pero también es verdad que Jonasson sí sabe sacarle el jugo a los fanatismos y a los personajes antagónicos, tensión dramática que es aprovechada para conseguir efectos satíricos de gran comicidad.
El hecho de que Nombeko sepa hacer sumas, restas, multiplicaciones y divisiones, además de cálculos complicados, hace que sea la única a su alrededor con estas destrezas, por lo que la nombran jefa de recogidas de letrinas del sector B de Soweto. A pesar de tan prestigioso cargo, ella decide largarse. El absurdo se instala en cada página desde el momento en que Nombeko escapa de las letrinas llevando apenas una muda de ropa, tres libros y veinte porciones de carne de antílope. Se fija un destino: la Biblioteca Nacional de Pretoria. “Tenía entendido que no era una zona prohibida para negros, así que con un poco de suerte lograría entrar. Lo que haría a partir de ahí, más allá de respirar y disfrutar de la visión de miles de libros, no lo sabía. Pero era un buen comienzo. E intuía que la literatura le mostraría el camino”, escribe Jonasson.
Bastante pronto, y antes de llegar a la biblioteca, es atropellada por un hombre que resulta ser un fabricante de bombas nucleares para el gobierno de Sudáfrica. Por ser negra, mujer, menor y pobre, la víctima termina siendo acusada y condenada a cumplir la pena de siete años de servidumbre con el ingeniero Engelbrecht Van der Westhuizen. Alcohólico y estúpido, en realidad no sabe mucho de bombas, así que Nombeko ve claramente la oportunidad de convertirse en su asesora, en el bastón intelectual del científico trucho. Pasan los años y este resquicio de debilidad hace que Nombeko, devenida ya en una joven hermosa, tenga varios créditos, entre los que está darse el lujo de extorsionar a dos agentes del Mossad, dialogar con ministros y presidentes y portar una bomba cuya posible detonación lleva al lector de las narices.
Nombeko era iletrada pero su pasión por las matemáticas la convirtió en un as con los números, así como su ávida curiosidad la llevó a querer aprender a leer y a escribir en un entorno nada propicio. El autor construye, entonces, una antiheroína improbable que se yergue impecable, altanera, como una orquídea entre un mar de cardos. Al hilar un poco más fino, se puede ver que detrás de la volátil cortina de humor y desparpajo con que La analfabeta que era un genio con los números narra estas aventuras, se encuentran críticas de todo tipo y color a los gobiernos, a los mediocres y a la burocracia inoperante, a los fanatismos y a la discriminación.
Jonasson nació en una pequeña ciudad al sur de Suecia, fue periodista, productor de televisión y consultor de medios. Su primer libro fue un golazo: “El abuelo que saltó por la ventana y se largó”, que se publicó en español en 2012, éxito inédito de ventas hasta ese momento en Suecia, Libro del Año y Premio de los Libreros en su país. Se tradujo a 35 idiomas y vendió más de seis millones de ejemplares. El señor que cumple 100 años y decide fugarse del residencial de ancianos fue llevado al cine el año pasado en una película rodada en Suecia, de reciente estreno en varios países de Europa. Respeta bastante el argumento del libro y contó con un presupuesto de 15 millones de euros. “A los 100 años, aún queda mucho por vivir”, es el slogan del largometraje.
“La analfabeta que era un genio de los números”, de Jonas Jonasson. Salamandra, 2014, 413 páginas, 490 pesos.