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    Niños prodigio y porcinos mecánicos

    Séptima edición del Encuentro Internacional de Músicos Jazz a la Calle

    El sol calienta el asfalto a 40 grados y hay que refugiarse en la habitación climatizada del hotel o en la frescura del río Negro, a la sombra del muelle, o bajo las amplias sombrillas del restaurante del Club Remeros. En la terraza, la mayoría toma cerveza helada. Algunos pocos, whisky o vino blanco bien frío. Un muchachito igualito a Ronaldinho pero con los dientes bien dispuestos pide tímidamente una Coca-Cola y sonríe con timidez adolescente. No porque la prefiera en ese momento, sino porque casi no toma alcohol. Tiene 16 años y es la primera vez que sale de Brasil, previa firma del permiso de menor de sus padres. Se llama Michael David Lima e Silva pero desde hace unos años es conocido en el ambiente musical brasileño como “Pipoquinha”, el niño prodigio de Fortaleza. A los 10 años, su padre, Pipoca, también bajista, le calzó un bajo por primera vez y a los 13 desfilaba por las cadenas de tevé brasileñas. Hoy está radicado con su familia en San Pablo, donde a mediados de 2012 conoció al guitarrista Isaac Negrene, de 34 años, y al baterista Elthon Dias, de 31.

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    Meses atrás, Negrene, un guitarrista dúctil, refinado y muy creativo, escuchó hablar de un encuentro de músicos en una pequeña ciudad uruguaya situada junto a un río ancho y manso. Se inscribió y quedó seleccionado. No le pagaban cachet, pero sí el viaje en avión, el hotel, los traslados y las comidas. Le pareció buena idea conocer en tres días a decenas de músicos de Argentina, Uruguay y de su propio país. Y se trajo consigo al pequeño extraterrestre de sonrisa perfecta que el lunes 15 hizo magia en la Manzana 20 de Mercedes con su bajo de seis cuerdas, que demostró un enorme carisma y una personalidad arrolladora para, cuando sus compañeros de clase están obsesionados con Ages of Empires o la última versión del FIFA, enfrentarse solo a 1.500 personas y hacerlos corear sus frases improvisadas en su bello y robusto instrumento. Pipoquinha es la revelación y la gran figura de la séptima edición del Encuentro Internacional de Músicos Jazz a la Calle, que desde el sábado 12 hasta el domingo 20 sacude el litoral uruguayo con decenas de músicos de la región yendo y viniendo por calles y plazas, de la terminal al Centro, de las clínicas a los toques callejeros, de los hoteles al río, y de allí al escenario principal.

    Es que durante estos días Mercedes se transforma en una ciudad musical: las vidrieras de los comercios se llenan de instrumentos, guitarras, bajos, teclados y todo tipo de instrumentos de viento enfundados en estuches negros se acumulan en las recepciones de los hoteles, grupos de jóvenes con bandoneones, saxofones y xilofones se reúnen en los canteros verdes o en la arena junto al río para compartir “una que sepamos todos” o para presentar una creación propia a los demás. Por la tarde, un centenar de músicos concurre cada día a las clínicas a cargo de expertos en arreglos instrumentales de música popular sudamericana, o en improvisación melódico-armónica aplicada al jazz, o en transposición rítmica para percusionistas en general y bateristas de jazz en particular. Al atardecer, el público asiste masivamente a las peatonales de la ciudad, donde se instalan tres escenarios callejeros; los músicos se inscriben por la tarde y en cada uno se envía a un baterista, un bajista, un tecladista y un guitarrista, además de saxos, flautas, trombones, trompetas, violines, acordeones y la presencia diferencial de vocalistas, que bien pueden cantar un standard o improvisar como un instrumento más. Y por la noche la acción se traslada a la histórica Manzana 20, por cuyo escenario principal desfilan en esta edición unos 180 músicos agrupados en 30 formaciones seleccionadas por un jurado internacional convocado por la organización, entre 185 inscriptos de varios países sudamericanos. Cada noche, entre mil y tres mil personas observan los conciertos en las mesas de los restaurantes allí instalados, en las sillas playeras o sobre el césped.

    Pero eso no es todo: pasadas las dos de la mañana, cuando se apaga el acorde final de la noche, en el patio central de la antigua edificación, se encienden los equipos de la jam session, que dura toda la madrugada, bien regada, como corresponde, con decenas de músicos que proponen desde be-bop, free, acid y múltiples fusiones regionales con impronta jazzera, desde el candombe al samba y desde el tango a la chacarera. La única medida que resulta efectiva de terminar con 14 horas diarias de maratón musical es, cada mañana, bajar la llave general. Así y todo, la música continúa en marcha hacia los hoteles o las casas de familia donde se alojan decenas de músicos, hasta que finalmente caen rendidos en el colchón. Cuando un evento cultural involucra a gran parte de una ciudad, como ocurre con este Jazz a la Calle, el fenómeno trasciende la música y se convierte en un verdadero acontecimiento cultural y social.

    Jazz a la Calle nació en 2007 como un proyecto educativo y de integración social que integra una escuela de música con cátedras de todos los instrumentos presentes en el jazz contemporáneo y un ciclo de recitales mensuales del que ya han participado figuras como Hugo Fattoruso, Nicolás Mora y Sara Sabah, entre tantos. Jazz a la Calle es una asociación civil integrada por cientos de sorianenses, y este encuentro es organizado por una comisión integrada por más de 50 personas, quienes hacen posible la demencia de recibir, alojar y distribuir por la ciudad a más de 300 personas en ocho días y de estar al firme para solucionar las cuestiones logísticas que acontecen a diario. Así, hacen posible que una ciudad entera pueda disfrutar en forma gratuita de un encuentro musical que, según los más experimentados músicos visitantes, está a la altura de los mejores del continente, tanto en los rubros técnicos (sonido y luces) como humanos.

    En los primeros días de la presente edición, la audiencia, que escucha con una atención inusitada y aprende sobre géneros y tendencias, aplaudió generosamente al cantautor goianense Gui Silveiras, muy influido por João Bosco, al Ensamble Chancho a Cuerda (ver recuadro), a la Orquesta Sudamericana, dirigida por Nora Sarmoria (ambos de Buenos Aires), al gran pianista uruguayo Alfredo Monetti y su quinteto, y al virtuoso Bhb5teto, formación argentina consagrada al hard-bop (ver foto).

    Como dice Mónico Aguilera, un notable guitarrista, arreglador de jazz y director de big bands oriundo de Melo, que luego de vivir treinta años en Brasil se radicó en Mercedes para dirigir la escuela y la orquesta de Jazz a la Calle, y la Orquesta Joven de Soriano, “Jazz a la Calle es una experiencia musical que está ayudando decisivamente a recomponer el tejido social en este departamento”. Para él, lo que importa es “aplicar la actitud jazzística a cualquier ámbito de la vida, ya sea uno músico, carpintero, campesino o lavaplatos, porque el jazz propone colaboración, imaginación, búsqueda de nuevos caminos para encontrar solución a los problemas y disfrute colectivo de los hallazgos”.