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    Ocho “lecciones” para “triunfar en el Ministerio de Economía sin mayor esfuerzo”

    En 1973 Uruguay tenía “tremendas dificultades con su balanza de pagos” y “había que cuotificar las importaciones, porque no alcanzaban las divisas” y era necesario “racionar” los pagos de intereses, dividendos y regalías al exterior. Eso significaba “largas esperas para los inversores y acreedores extranjeros” y un consiguiente “deterioro de la imagen de Uruguay como plaza para radicar inversiones”. Además, si “usted quería viajar”, tampoco podía adquirir todo lo que precisara de moneda extranjera porque el Banco Central le vendía “una suma máxima según su destino”, lo que obligaba al viajero a “hacer un curso acelerado de fakirismo o comprar dólares en el mercado negro, arriesgando ir a la cárcel”. Tal vez, si mejorasen los términos de intercambio, si pudiéramos exportar nuestros productos a mejores precios e importar más barato… entonces quizás el problema de balanza de pagos se volvería más manejable y menos obsesivo”. Pero ocurrió lo contrario, y el precio de la carne empezó a bajar, al mismo tiempo que un conflicto en Medio Oriente llevó el petróleo a una cotización por “las nubes” e hizo las dificultades “simplemente insuperables”, describía Búsqueda en su edición Nº 49, de julio de 1976.

    Esa tapa supuso un quiebre desde el punto de vista gráfico, ya que incorporó una ilustración, en este caso, del rostro de Alejandro Végh Villegas, el ministro de Economía de entonces. El número aportó una ingeniosa reflexión colectiva acerca de la gestión de ese jerarca, tratando de desenmascarar su “secreto” de lo que la revista evaluó como un “éxito” para enfrentar esas y otras complejidades.

    Végh Villegas no pertenece a ninguna “escuela esotérica” y su “secreto es mucho más sencillo”: en “pocas palabras”, el ministro “sabe su oficio”, decía el articulista. Un Consejo de Asesores Económicos de Búsqueda desarrolló el concepto y de allí surgió un listado de “lecciones” sobre “cómo triunfar en el Ministerio de Economía sin mayor esfuerzo”, con la convicción de que cualquiera que las estudie con atención “podría reemplazar exitosamente a Végh si este renunciara”.

    Las ocho “sencillas lecciones” son, resumidamente, las siguientes (con el resaltado en negrita original):

    ¡Cuide el dinero! Casi podríamos agregar: y olvídese de todo lo demás. La balanza de pagos es un fenómeno monetario (…). Si cambia la cantidad de dinero (pasivo del balance) es porque habrá cambiado también algunos de los rubros del activo: reservas y crédito”.

    No olvide que usted no puede obligar al público a tener en su poder más dinero del que el público quiere tener”, en términos reales.

    Promueva el crecimiento real”, pero “comprenda” que al expandirse la economía la gente necesita tener más dinero “y eso le ayuda a equilibrar la balanza de pagos”.

    ¡No reprima la inflación! Cure la inflación (…). Si usted impide por la fuerza que los precios, salarios y tipo de cambio crezcan cuando su política monetaria ha sido indebidamente expansiva, no olvide que el pecado lo va a pagar, con déficit en la balanza de pagos”.

    Cuide el déficit fiscal y su financiación. Si usted gasta más dinero del que recauda por impuestos, las cosas se le van a complicar”.

    Sea prudente con el crédito del sector privado. En el Uruguay se escucha permanentemente un canturreo que pide dinero barato y más y más crédito para esto y aquello. ¡Atención! ¡Son sirenas las que salmodian! Haga como el prudente Ulises: tápese los oídos. Usted no puede crear riqueza dándole vuelta a la maquinita impresora: solo inflación y desequilibrio externo”.

    Deje libre la tasa de interés (…). A nadie le gusta que los intereses sean elevados. Pero hay muchas cosas que a nadie le gustan y que a veces son necesarias”.

    ¡Promueva la confianza! Esta puede ser la clave de su éxito. Al éxito de Végh ha contribuido más que ninguna otras cosa. Si el público forma expectativas de mayor estabilidad de precios y de equilibrio externo va a querer tener más dinero en términos reales”.